Seguridad energética

La semana pasada tuve la posibilidad de estar en la ciudad de Cuenca, Ecuador, en el marco de la XXIX Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado y de Gobierno, gracias a que Coomeva recibía un reconocimiento por sus buenas prácticas en el logro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, ODS. Ecuador en estos momentos sufre una crisis energética que los obliga a realizar racionamientos de hasta 10 horas diarias. Hablando con la población cuencana pude constatar lo complejo que es este panorama en la vida diaria.

La seguridad energética es un pilar fundamental para el desarrollo económico y social de cualquier Estado. Esto significa la capacidad de cualquier país para garantizar el suministro necesario de energía para satisfacer la demanda presente y futura de su población y sus sectores productivos. No se trata solo de acceso a recursos suficientes, sino de diversificar las fuentes de energía, fortalecer la infraestructura y establecer políticas para manejar y prevenir interrupciones en el suministro.

Ante los rumores de un posible racionamiento en el 2025, asegurar un suministro energético estable y sostenible se vuelve prioritario para Colombia. La urgencia de este desafío se amplifica ante el crecimiento demográfico, la demanda creciente de energía y el impacto de tensiones geopolíticas que siguen influyendo en los precios de los combustibles y mantiene en alerta a la economía global. En medio de este panorama, nuestro país necesita fortalecer su independencia energética.

En Colombia, la matriz energética ha estado tradicionalmente dominada por la generación hidroeléctrica, que representa alrededor del 70% de la capacidad efectiva neta de generación de energía, la cual en enero de 2023 fue de 18.777 MW. Sin embargo, fenómenos climáticos como El Niño, que provoca sequías prolongadas, ponen en riesgo la estabilidad del sistema eléctrico al afectar la disponibilidad de recursos hídricos.

Para complementar esta matriz dependiente del agua, la diversificación de las fuentes es, sin duda, la solución más viable. Colombia cuenta con un potencial notable en energías renovables no convencionales como la solar y la eólica. Por otro lado, las fuentes de energía no renovable, como el gas natural y el petróleo, juegan un rol crítico en el consumo interno y en las exportaciones, generando ingresos sustanciales para el país. Sin embargo, la posibilidad de escasez de reservas, especialmente de gas, debido a los problemas en la exploración de nuevos yacimientos, junto con los desafíos ambientales y sociales, ha limitado su capacidad de expansión. Esta realidad demanda una estrategia que permita integrar las fuentes renovables sin sacrificar la seguridad ni la economía del país.

La eficiencia energética es otro componente esencial en la ecuación. Programas que fomenten un uso más racional de la energía en sectores como la industria, el comercio y los hogares pueden reducir la presión sobre la infraestructura existente.

Igualmente, el sector privado y la cooperación internacional pueden ser aliados estratégicos en este proceso. Crear un ambiente propicio para la inversión en proyectos energéticos, fortalecer las alianzas público-privadas y buscar cooperación con otros países para intercambiar tecnología y conocimiento avanzados pueden aportar en este propósito.

Implementar políticas que diversifiquen la matriz energética, promuevan la eficiencia y fortalezcan la infraestructura son claves para la competitividad del país. Garantizar el suministro que apalanque la demanda de energía de los hogares y la industria debe ser una prioridad. Garantizar esto en el tiempo es una responsabilidad con las generaciones futuras, cuyo bienestar depende de las decisiones que tomemos hoy. No podemos darnos el lujo de repetir lo ocurrido en el 92.