Columnistas
Ser padres
La crianza es un camino lleno de aprendizajes constantes y, aunque no siempre es fácil, el esfuerzo vale la pena cuando ves crecer a tus hijos felices y saludables.
Inicio por dejar claro que no soy un experto en el tema de crianza, ni pretendo serlo. No quisiera dejar un mensaje erróneo en este sentido, pues mi interés no es juzgar ninguna posición diferente a la que acá expongo. Dejando eso por sentado, quisiera mencionar que criar a un hijo es un salto al vacío, lleno de amor y ansiedad. Aunque llevo menos de 10 años como padre, he tenido que reinventarme en repetidas ocasiones y he descubierto que estar presente y consciente con mis hijas me ha enseñado más sobre mí.
Lo primero es entender que un hijo es un individuo completamente aparte. A medida que va creciendo, va definiendo su personalidad, sus intereses y sus gustos. Por esto, se debe fomentar su independencia y se debe aceptar su individualidad, lejos de nuestras expectativas.
En este sentido, en su libro ‘The Conscious Parent’, la doctora Shefali Tsabary resalta la importancia de aceptar a nuestros hijos tal como son, con sus particularidades y temperamentos únicos. Esto significa abandonar la idea que deben ajustarse a una imagen ideal que tenemos de ellos y, en lugar de eso, adaptar nuestro estilo de crianza para satisfacer sus necesidades individuales. En la medida que cada niño es diferente, no existe un manual o fórmula única que podamos aplicar. Debemos ser conscientes a la hora de entender lo que cada uno de nuestros hijos necesita de nosotros como padres. Esto no solo libera a nuestros hijos de la presión de cumplir con expectativas irreales, sino que también nos permite crecer junto a ellos en un viaje mutuo de descubrimiento y aceptación.
Lo anterior en ningún caso significa que debemos aplicar una crianza sin límites, como de manera errónea se ha interpretado ‘la crianza moderna’. Los límites generan un sentido de disciplina que no debe asumirse como una forma de controlar, sino más bien como una relación colaborativa mediante la cual se construyen soluciones entre padres e hijos. Esto permite que aprendan a tomar decisiones y a entender las consecuencias de sus actos.
El libro también sugiere que los hijos actúan como espejos que reflejan los problemas sin resolver de sus padres. Al reconocer y atender estos comportamientos y emociones que revelan los hijos, los padres pueden sumergirse en un proceso de descubrimiento propio y sanación. Esto no solo los beneficia a ellos, sino que también crea un ambiente más sano para el desarrollo de sus hijos.
Para estar en la capacidad de dar lo mejor de nosotros mismos como padres, debemos cuidarnos y atender nuestras necesidades. Debemos siempre tener presente las instrucciones del avión: “En caso de emergencia, tome la mascarilla primero y luego auxilie a quien lo necesite”. Tomarnos un tiempo para relajarnos y recargarnos, ya sea haciendo ejercicio, leyendo un libro o saliendo con amigos, nos ayuda a ser mejores padres. Cuando estamos bien, podemos estar más presentes y ser más pacientes con nuestros hijos. El autocuidado no es egoísmo, es necesario.
Buscar ayuda de familiares, amigos o grupos de apoyo puede reducir tensiones en momentos de crisis. A veces, solo necesitas hablar con alguien que esté pasando por lo mismo para sentirte mejor. No tengas miedo de pedir ayuda cuando la necesites.
La crianza es un camino lleno de aprendizajes constantes y, aunque no siempre es fácil, el esfuerzo vale la pena cuando ves crecer a tus hijos felices y saludables. Recordemos siempre que, aunque el viaje sea desafiante, cada momento es una oportunidad para crecer y aprender juntos. ¡Lo estás haciendo bien!
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