“Solo se ve bien con el corazón”

He iniciado mi opinión hoy con esta frase que nos recuerda al ‘Principito’, cuando estamos pasando por una experiencia en Cali valiosa para todo el mundo, en la cual nos visualizan la importancia de la biodiversidad como un rol fundamental en la regulación del clima y para protegernos de las peores consecuencias de nuestras acciones. La COP16, para que entendamos la necesidad entre los hombres del planeta de llegar a un acuerdo global, con la mirada puesta en el horizonte, en el futuro cercano, donde la biodiversidad se valore, conserve, restaure y utilice de forma sostenible para garantizar un planeta sano y un futuro en que las personas vivan en armonía con la naturaleza. La era moderna, que tanto desarrolló la igualdad y la libertad, necesita ahora añadir, con la misma tenacidad, la fraternidad, para enfrentar juntos los desafíos que tenemos por delante. La fraternidad dará a la libertad y la igualdad su justa sinfonía.

Recordemos por qué en el año 2022 se reunieron 196 países en Montreal: para ponerse de acuerdo; negociar un plan para detener y revertir la pérdida de biodiversidad para el año 2030, plan con 4 objetivos y 23 metas, con la mirada puesta en el 2050.

Los acuerdos se convocan porque se siente la necesidad común, ante un mal o ciertas circunstancias que tienen que ver con la vida del hombre, que le impiden sus objetivos de desarrollo integral, digno, para lograr esa justa sinfonía entre la igualdad y la libertad, que darían la paz, para vivir verdaderamente como hermanos. Recuerdo las palabras del Señor a Isaías ante el abrirse hacia eso nuevo que está por venir y que depende de si está uno dispuesto a escuchar: “Ven, hablemos sobre esto. Si estás listo para escuchar, tendremos un gran futuro. Pero si te niegas a escuchar, te devorará la espada” (Isaías 1,18-20).

A partir del Covid-19, el papa Francisco nos viene hablando de un mundo enfermo, dice que tiene una fiebre muy alta, por dos enfermedades que se la han producido y son fruto de la cultura de nuestro tiempo, a saber: La debilidad espiritual y la relativización de la verdad, que se reflejan en el olvido o ausencia de Dios en la vida y la cultura y la hipervalorización del yo, de tal manera que el ego se exalta y se pierde la aceptación de una verdad absoluta.

Hoy, quise iniciar la opinión, con la frase del capítulo XXI del ‘Principito’, cuando dice que lo esencial solo se ve bien con el corazón, porque quiero invitarlos a que se acerquen desprevenidamente a la nueva Encíclica de Francisco, denominada Dilexit Nos, que trata sobre el amor de Jesucristo para con el hombre y apenas en su inicio dice: “Para expresar el amor de Jesucristo suele usarse el símbolo del corazón. Algunos se preguntan si hoy tiene un significado válido. Pero cuando nos asalta la tentación de navegar por la superficie, de vivir corriendo sin saber finalmente para qué, de convertirnos en consumistas insaciables y esclavizados por los engranajes de un mercado al cual no le interesa el sentido de nuestra existencia, necesitamos recuperar la importancia del corazón”.

Y una de sus grandes ideas en ella, es que nosotros podemos cambiar este mundo, que está enfermo, que necesita un acuerdo, si estamos verdaderamente dispuestos a escuchar al otro, al grito no solo del hombre, sino del planeta; por eso nos entregó su encíclica Laudato Si’ que no era otra cosa de hacernos ver la realidad y responsabilidad que teníamos con la creación, con la casa común, que si no nos entendemos como hermanos y no nos unimos, la vamos a convertir en desierto; pero mucho más grave es que sea el hombre que por su ausencia de espiritualidad, de transcendencia, se vuelva inhumano, egoísta, y pierda el sentido de la piedad y ternura, y viva enfrentado con su hermano; Solo el amor, que sale del corazón de Cristo y toca el corazón del hombre, es quien lo lleva a cambiar a hacer posible un futuro en paz con la creación y con el mismo hombre.