Columnistas
Soñar y actuar
Las grandes obras han sido siempre obra de soñadores con los pies bien puestos en la tierra.
Benjamín Barney publicó ayer, en estas mismas páginas, una columna que es una demostración adicional de su constante y admirable interés por el presente y el futuro de nuestra ciudad.
Su título: ‘Soñar para despertar’, que evoca el verso del poeta Eduardo Carranza, “Cali es un sueño atravesado por un río”, es una invitación a soñar como paso previo a la tarea de diseñar planes y proyectos concretos dirigidos a la transformación efectiva de la realidad. Sin el componente onírico, la imaginación se empequeñece, pierde su vuelo, se deja vencer de antemano por el desaliento y la rutina. Las grandes obras han sido siempre obra de soñadores con los pies bien puestos en la tierra.
Barney, en su columna, propone un camino para llevar a la práctica el sueño de embellecimiento y engrandecimiento de Cali que él comparte con tantos de nosotros, insatisfechos con el estado actual de nuestra amada ciudad. Camino que incluye un conjunto ordenado de los problemas y las tareas que habría que acometer para lograrlo. En el mismo, destaco su llamado a la más amplia participación en el análisis de los problemas, la elaboración, el debate y la aprobación de planes de acción concretos.
Yo estoy dispuesto a participar en esa acción colectiva aportando comentarios y reflexiones sobre los temas propuestos por el arquitecto Barney. Como la que aquí mismo me apresuro a hacer sobre su enumeración de los factores que él encuentra positivos de nuestra urbe: “Su clima, su vegetación y sus variados paisajes”. La lista está bien, pero es sin embargo insuficiente. Creo que en ella falta la privilegiada situación geográfica de la ciudad.
Fue la que, en apenas medio siglo, le permitió dejar de ser un pueblo grande para convertirse en una gran ciudad. La clase dirigente de entonces supo aprovechar nuestra situación geográfica promoviendo la construcción del Ferrocarril del Pacífico, que a su vez aprovechó el hecho de que la apertura en 1914 del Canal de Panamá revolucionó el transporte marítimo entre el Atlántico y el Pacífico, en general, y entre la costa este y la costa oeste de los Estados Unidos de América en particular. Hoy toca recordar esta lección histórica y tomar conciencia de la revalorización de nuestra situación geográfica que supone el desplazamiento del centro de gravedad de la economía mundial del océano Atlántico al Pacífico y el impetuoso crecimiento de China y de Brasil. Y actuar en consecuencia.
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