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¡Te amo, América!

Pero los americanos estamos acostumbrados al cilicio de los penitentes, y con nuestra capacidad de resiliencia seguimos adelante con ‘La Mechita’.

26 de diciembre de 2024 Por: Jorge Restrepo Potes
Jorge Restrepo Potes
Jorge Restrepo Potes. | Foto: El País

Con el paso del tiempo disminuyen las pasiones, y los viejos nos volvemos más analíticos y menos ligados a lo que en otras épocas era una especie de razón vital.

Durante muchos años de mi vida tuve por el Partido Liberal más que afinidad ideológica, una pasión desbordada que fue heredada de mis mayores radicales, pues en mi casa de Tuluá se respiraba un aire de profundo amor por el trapo rojo.

Mi abuelo paterno, Benjamín Restrepo González, en la Guerra de los Mil Días se unió a la tropa del general Rafael Uribe Uribe, y perdida esa confrontación, fue encarcelado en Pasto.

Mi padre, Federico Restrepo White, desde muy joven fue destacado dirigente liberal en Tuluá, y lo vi de presidente del Concejo en plurales ocasiones. Diputado a la Asamblea, secretario de Hacienda en la gobernación de don Mariano Ramos, y representante a la Cámara. La violencia desatada por el siniestro gobierno conservador de Mariano Ospina Pérez, con sus chulavitas y sus cóndores, truncó una carrera pública promisoria, pues ‘Fico’, como todos le conocían, tenía todas las características que distinguen a los buenos líderes políticos.

Por eso no es de extrañar que haya yo podido llegar, con dedicación y esfuerzo, y gracias a un magnífico equipo de colaboradores, al Concejo de Tuluá, a la Cámara de Representantes y al Senado de la República. Antes, había sido alcalde de mi pueblo, como también lo fue mi padre.

Al América accedí desde antes de que se convirtiera en uno de los equipos más destacados, no solo del rentado nacional, sino del fútbol sudamericano.

El conjunto que por varias temporadas dirigió el doctor Gabriel Ochoa Uribe, un médico competente que había sido arquero de Millonarios, logró que vistieran la camiseta escarlata los mejores ‘cracks’ que entonces había en Argentina, Paraguay y Colombia.

Recuerdo, como si fuera ayer, al Pascual Guerrero totalmente lleno y teñido de rojo, aclamando astros de la categoría de Ricardo Gareca, Roberto Cabañas, Aurelio José Pascuttini, Julio César Falcioni, Gerardo González Aquino, Juan Manuel Battaglia, y compatriotas nuestros de la talla de Willington Ortiz o Alfonso Cañón.

Es increíble que un equipo como este, que conformó don Tulio Gómez, haya descendido de la cumbre en que estaba hace seis meses al hondo abismo. ¿Qué se hicieron esos bragados que doblegaban al que se le pusiera por delante? Salvo destellos de Duván Vergara y Adrián Ramos, el resto fueron espectadores que olvidaron que el único oficio que tienen los equipos de fútbol es marcar goles, y el América no recordó ese principio básico.

Los delanteros, a excepción de Vergara y Ramos, botaron infinidad de goles frente a arcos abiertos. La bola iba a parar a las tribunas, como sucedió ante Nacional en Cali y en Medellín. Admiro a Jorge ‘el Polilla’ Da Silva, y por eso le ruego que les enseñe a sus pupilos la manera de hacer goles como los hizo él cuando fue el excelente centro delantero del América hace 30 años.

Pero los americanos estamos acostumbrados al cilicio de los penitentes, y con nuestra capacidad de resiliencia seguimos adelante con ‘La Mechita’, con el mismo amor, con la misma emoción, con la misma pasión.

Yo aquí, como siempre, guardo la camiseta y la gorra del equipo hasta el próximo año, cuando regresará la ilusión de salir campeones.

Hoy, al finalizar este 2024, grito: ¡Te amo, América!

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