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Sacerdote de la comunión en la mano
Comunión | Foto: Getty Images

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“Tomen y coman, tomen y beban”

La falta de interés por la santa por la misa está creciendo incluso entre quienes participan en ella de manera responsable e incondicional

11 de junio de 2023 Por: Arquidiócesis de Cali

Por: monseñor Cesar A. Balbín T., obispo de Cartago

Uno de los fenómenos de fácil constatación hoy por hoy, máxime después de la pandemia que ha vivido el mundo, y que destacamos como un dato contundente es que los cristianos de nuestras parroquias están abandonando la misa dominical. Fenómeno más notorio en los países llamados del primer mundo. Las razones por las cuales esto está sucediendo son tan variadas, como las personas y los lugares en los cuales ocurre.

Lo sorprendente es que estamos dejando que la misa ‘se pierda’ sin que este hecho apenas provoque reacción alguna entre nosotros. ¿No es la eucaristía el centro de la vida cristiana? ¿Cómo podemos permanecer pasivos, sin capacidad de tomar iniciativa alguna? ¿Por qué todos los creyentes permanecemos tan callados e inmóviles con el tema? ¿Por qué los creyentes no manifestamos nuestra preocupación con más fuerza y decisión?

He aquí una serie de cuestiones que nos tienen que hacer reflexionar con seriedad, porque está en juego la vida cristiana de cada bautizado, está en fuego la vida de la comunidad y en juego la misma vida de la Iglesia. En efecto es la Eucaristía la que alimenta la vida cristiana y espiritual de la comunidad, o sea la vida cristiana de los fieles, de los bautizados.

La falta de interés por la santa por la misa está creciendo incluso entre quienes participan en ella de manera responsable e incondicional, pero se dejan llevar por compromisos que aparecen en torno a su familia. Algunas minorías, como son los movimientos o cristianos todavía comprometidos con este mandamiento de la Ley de Dios y de la Iglesia, de santificar las fiestas y de oír misa entera los domingos y fiestas de guardar, son los que de alguna manera están sosteniendo a las comunidades.

¿Necesitaremos en la Iglesia una vivencia más experiencial, más viva y encarnada de la cena del Señor, que la que podemos ofrecer la liturgia actual? ¿Estamos seguros de estar haciendo hoy bien lo que Jesús quiso que hiciéramos en memoria suya? Esta liturgia que celebramos desde hace 20 siglos, nos tiene que ayudar a los creyentes a vivir lo que vivió Jesús en aquella cena memorable donde se manifiesta cómo y para qué vivió y murió Jesús.

Quienes participamos cada domingo de este banquete eucarístico debemos tener claro que en él nos acercamos al gran misterio de nuestra redención y nuestra salvación. Conmemoramos que no es un mero recuerdo. Es participación, recuerdo, banquete, comida, participación en la muerte y resurrección del Señor.

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