Columnistas
Tumbocracia
Uno de los promotores de la tumbocracia ha estado en los dos bandos de la polaridad: contra el establecimiento y ahora del lado del establecimiento dizque para ‘salvarlo’. ¿Lo puede digerir?
Acaba de nacer en Colombia (¿copiado?) un nuevo sistema político, que quiere competir con la democracia, la plutocracia y otras ‘cracias’ legales. Se denomina ‘tumbocracia’ cuyo significado etimológico es el derecho que tienen los ciudadanos a tumbar el gobierno de turno cuando no les agrade. No interesa que haya sido elegido legítimamente (palabra que se suprimirá del diccionario) porque lo importante es que, si a mí y a otros tantos no les gusta el gobernante de turno, la legitimidad ‘vale huevo’, porque la tumbocracia legitima el derecho a derrocarlo. Entonces manos a la obra.
Por ello no es de extrañar que ahora uno de los promotores de este sistema en Colombia sea un personaje que ha tenido varios colores políticos. Pudo, en su momento, como guerrillero, estar contra la institucionalidad, contra Pastrana, contra Uribe, contra Santos, (¿contra quién más?) y ahora es contra Petro.
A los integrantes de este sistema político no se les puede exigir coherencia o ideología. No, solo la filosofía más básica del individuo “me gusta”, “no me gusta”. Su ego llevado a la ene potencia, creyendo que su ‘encuestadora’ personal es el sentir de todo un pueblo. Concluyen que su percepción es la de todos. Pero ni siquiera importa que sea un gobierno legítimamente elegido, lo significativo es que ellos se convierten en la ‘voz del pueblo’. Se paniquean con la sola posibilidad de que Petro rompa la institucionalidad y se quede más tiempo, pero ellos sí pueden romperla, porque son los ‘dueños’ del sentir nacional. ¿Alguien explica la contradicción?
Es entonces cuando no queda más que confirmar el significado del concepto de polaridad: los extremos son iguales, las dos caras de la misma moneda. Uno de los promotores de la tumbocracia ha estado en los dos bandos de la polaridad: contra el establecimiento y ahora del lado del establecimiento dizque para ‘salvarlo’. ¿Lo puede digerir?
En más de una ocasión recuerdo una de las lecciones de profundo contenido ético (y sentido común) que recibí del Dr. Luis H. Pérez, cuando se conformó el movimiento ‘Por una comunicación equilibrada’ en la UAO. Mi malestar era grande por la elección del alcalde del momento para Cali, pero el Dr. Luis H dijo en forma contundente y simplista “es lo que corresponde, fue una elección legítima y hay que aceptarla. Es la democracia. Que el malestar de su elección nos haga más responsables para las próximas elecciones”.
Cómo no recordar, entonces, su inmensa contribución a la salud mental, al equilibrio y respeto por las instituciones, a la aceptación de la voluntad popular. Necesitamos más voces que generen equilibrio y mesura. No incendiarios oportunistas cambiando de bando.
A los integrantes de la tumbocracia no les interesa la legitimidad y el peso de la democracia. Nada importa. Uno de los ejemplos más contundentes es Trump en EE. UU., pero también en la lista están Bukele, Maduro, la oposición de Guatemala, Nicaragua. Pareciera una nueva epidemia contagiosa. Claro con enormes residuos de cultura patriarcal. Poder, control. Solo les interesa su deseo, su manera particular de interpretar el mundo e imponer su visión pisoteando la institucionalidad que dizque dicen defender. El respeto por la diferencia no existe. La nueva modalidad política: ¡Tumbocracia! ¿Se matricula?
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