Columnistas
Un día difícil
Gratitud. Aceptación. Amor. Honrar el HOY que es lo único que tenemos. Ese instante. No tenemos nada más. Vivámoslo a plenitud.
Treinta y uno. Ya mañana se cambia de dígito. Ya es 2025. Hoy es la víspera del año pasado, no es un ayer como siempre. Ese simbolismo es de difícil digestión.
Abrazos. Llantos. Maletas para pasear vacías. Calzones amarillos. Huevos debajo de la cama. Muñecos de trapo. Pólvora a la lata. Pero eso sí, a las doce en punto.
No vale llorar a las once y media, ni corretear por la casa antes. El muñeco tampoco va al crematorio de la fogata antes de la última campanada.
Obligatorio en los clubes ponerse gorritos infantiles y tirar confetis. Retumban las gargantas con ¡Feliz Año!
Promesas de dietas, dejar de fumar, no ser infiel, dejar de beber o meter cosas por la nariz u otros orificios.
Quemar los malos pensamientos y las malas, acciones escritas en un papelito que nadie pude ver. En otro papelito los buenos deseos, que tampoco se leen en voz alta. Pedir por la Paz.
Sí. Es un día difícil porque es obligatorio estar feliz, educado, triste también porque se dice adiós al Año Viejo. Y el ciclo y la noria vuelven a empezar.
A mí (opinión personal) no me gusta divertirme porque no me gusta que nada sea obligatorio.
No me divierte esperar a que un reloj me diga cuándo debo abrazar a alguien.
Siento que es una celebración extraña, muchas veces forzada, familias que no se quieren tienen que estar juntas y al día siguiente todos los rencores resucitan.
Si se llega a hablar de política, puede que el pavo se chamusque en el horno, la ensalada se marchite y los helados se derritan, porque ese tema produce perdida de la noción del tiempo y todo lo demás pasa a segundo plano.
Las campanadas no sirven para apaciguar los ánimos y todos los que opinen diferente merecen ser quemados con el muñeco.
Prefiero vivir un día a la vez, dar gracias al milagro de la vida, mandarle besos a las ceibas, reírme, vivir el presente con pasión, decir lo que pienso aunque incomode, ser fiel a mí misma.
Pensar con amor en los ausentes que siguen siendo parte de mi propia vida y allí están, de todos he aprendido algo, soy una pieza más de la colcha de retazos de todos.
Nadie ha pasado por mi vida por casualidad. Todo está conectado.
Siempre recuerdo las palabras de Gonzalo Arango, ese profeta de un Nadaísmo espiritual. “La salida está hacia adentro”.
Y a Eduardo Lynch cuando me repetía una y otra vez que “es necesario explorar nuestros espacios interiores”.
También recordar que “Hacer silencio dentro de nosotros mismos es permitir que Dios se siente a nuestro lado”.
Gratitud. Aceptación. Amor. Honrar el HOY que es lo único que tenemos. Ese instante. No tenemos nada más. Vivámoslo a plenitud.
Hasta el próximo año. Chau 2024, vas que pitas para ‘pasado’. Quedan unas horitas. ¡A disfrutar!
Como esa rima de un poeta: “Vamos son los fantasmas del futuro si el momento presente está seguro”.
O Kavafis en su Ítaca, cuando nos anima a emprender el Viaje y disfrutarlo, porque la verdad es que jamás llegaremos a la Meta. La Jornada es lo importante. El Presente. ¡No hay más!
Y si la vida solo nos da limones, pues hagamos una buena limonada y no añoremos un jugo de naranja. Bajar expectativas. ¡Y todo será sorpresa!