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Hermann Stangl | Foto: El País

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Valoricemos nuestras vidas

¿Cuál es el bien más preciado? Creo que todos coincidimos, que es nuestra propia vida. Sin ella no se podría poseer ni hacer absolutamente nada.

26 de enero de 2024 Por: Hermann Stangl

Para valorar predios, vehículos, empresas o máquinas, existen técnicas basadas en valores comparativos, costos históricos y proyecciones financieras. El común denominador de estos activos es su frecuente intercambio y reemplazo, además de que su valor está en función de beneficios económicos directos.

Cuando hablamos de joyas y obras de arte, el tema se hace más subjetivo. Es necesario validar su antigüedad, autenticidad, estado de conservación, la relevancia de su artista e incluso comentarios realizados por terceros. En el caso de alhajas que hacen parte de herencias familiares, su valor está más relacionado con la conexión sentimental, los recuerdos y las tradiciones. El valor de artículos exclusivos y aspiracionales se relaciona con su alta calidad intrínseca y con la capacidad de pago de quienes desean darle gusto a su hedonismo y satisfacer un placer estético.

Luego de esta breve introducción sobre el tema del valor de ciertos bienes, hagámonos una sencilla pregunta: ¿Cuál es el bien más preciado? Creo que todos coincidimos, que es nuestra propia vida. Sin ella no se podría poseer ni hacer absolutamente nada.

Entonces, ¿cuál es el valor de la vida humana? ¿Cuál es la metodología para medir la valía de nuestras propias vidas? Su medición podría estar en términos de las riquezas materiales que posea la persona, de su productividad económica estimada, del poder que ejerza en determinados espacios públicos y privados, de la relevancia de sus invenciones, de la felicidad o desdicha que siempre lo acompaña o posiblemente de su capacidad para contribuir al bienestar de la sociedad. No existe por el momento ninguna metodología técnica aceptada universalmente para valorar la vida humana, este es aún un complejo tema filosófico. Abraham Maslow, fundador de la psicología humanista, afirma que el propósito de la vida está relacionado con el autodescubrimiento, la autorrealización y la búsqueda de la plenitud humana.

Pero si existe algo en común que comparten todas las vidas humanas, y es eso a lo que llamamos tiempo. Recordemos que los momentos empleados en algo o en nada, jamás se recuperan. Por lo tanto, el valor de nuestras vidas dependerá de la manera en que empleemos ese precioso y único tiempo. Entre más años cumplimos, menos tiempo nos queda, lo que nos lleva a apreciar y valorar más ese tiempo que aún tenemos a nuestra disposición, ojalá sanos y en pleno uso de nuestras facultades mentales.

“Me hubiera gustado tener la valentía de vivir la vida que yo quería tener auténticamente, y no la que los otros esperaban de mí”, “ojalá no hubiera trabajado tanto”, “no haber expresado mis sentimientos”, “no haber dedicado tiempo a los amigos” y “no haber sido más feliz”. Las anteriores son las respuestas de la gran mayoría de los pacientes terminales atendidos durante muchos años por la enfermera australiana Bronnie Ware, que quedaron consignados en su libro Los cinco arrepentimientos de la gente que está a punto de morir.

Nuestra existencia no está predeterminada. Es responsabilidad exclusiva de cada uno de nosotros valorizar nuestras vidas, viviendo auténticamente y haciendo realidad nuestros genuinos proyectos de vida.

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