¡Llegaron las ballenas!
El año pasado llevé a mi familia a ver las ballenas en el Pacífico. Dormimos una noche en el Hotel Estación de Buenaventura.
El año pasado llevé a mi familia a ver las ballenas en el Pacífico. Dormimos una noche en el Hotel Estación de Buenaventura. Deteriorado, sí, pero aún con ese aire irremediable de un pasado de opulencia en el que un timbal y una marimba sonaban de fondo.
Llegamos un día de lluvia y a la mañana siguiente tomamos la embarcación rumbo a Juanchaco. De ahí a La Barra. Y de La Barra a la casa de Mario y Vivi, Majagua, un hotel sencillo, de baño compartido, habitaciones de madera, zancudos como en todo el Pacífico y una esplendorosa vista entre el mar y la selva.
Llegar a Majagua es una aventura que implica charcos, humedad, insectos, cansancio, calor y expectativa. Mi marido se quejaba, mis hijas corrían fascinadas, mi mamá se reía.
Al día siguiente nos montamos en una lancha que nos llevó entre manglares y ríos magníficos. Ríos de esos en los que uno se ve los pies adentro del agua. Yo, enamorada del Pacífico como soy, no podía estar más a gusto. Mis hijas descubrieron un mundo inverosímil, lejano del escándalo de las capitales y muy cerca a lo que llevamos en la sangre. Comimos mariscos y tomamos arrechón.
Y cuando tanta belleza parecía inmejorable fuimos a ver las ballenas. Imponentes, increíbles, supremas. Observar a esos animales tan esplendorosos en su hábitat es, de verdad, un lujo increíble.
Pocas, muy pocas oportunidades tenemos los humanos de deleitarnos con la magia extrema del mundo animal. El espectáculo de las ballenas es sólo comparable con el rugir de un león o el show de un elefante moviendo su trompa. Por eso, esta es mi invitación a visitar el Pacífico por estos días.
Buenaventura dista mucho de ser un bonito lugar turístico pero está esforzándose por ser una ciudad atractiva, más viable. Hay tours que permiten ir y regresar el mismo día tras el avistamiento de ballenas.
Mi opción preferida incluye dormida en Casa Majagua, caminata, manglares, ríos, un par de días en ese Pacífico oscuro e imponente, tan cerca de Cali pero tan lejos del corazón de tantos. Pacífico que quiere mejorar, pero que si no visitamos e incorporamos a nuestra vida, difícilmente lo logrará.