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Guillermo Puyana Ramos | Foto: El País

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Y como si fuera poco, 600 mil más

El resultado, en cambio, es tangible y concreto: 600 mil inmigrantes más son una meta verificable y susceptible de exigencias posteriores, en cualquiera de uno de los 103 compromisos...

13 de mayo de 2024 Por: Guillermo Puyana Ramos

Me gustaría haberle preguntado al canciller Luis Gilberto Murillo, copiando a Mario Benedetti: “¿De qué se ríe?, señor ministro”. Con la misma sonrisa con que habla del enredo de los pasaportes, solo para dejar todo más confuso, regresó de la 54a Conferencia Anual sobre las Américas en Washington, diciendo que Colombia se comprometía a recibir 600 mil migrantes más de los que ya tenemos. Uno de los objetivos de su viaje había sido calmar los ánimos de Estados Unidos por nuestra ruptura de relaciones con Israel, anunciado durante el pináculo del discurso del presidente Gustavo Petro el 1 de mayo.

Fuimos a hablar de Israel y regresamos con un compromiso migratorio que añadirá peso muerto a las áreas donde los migrantes están compitiendo más con los locales: prestación de servicios de baja calificación, especialmente mensajería, construcción, ventas ambulantes y reciclaje. El ministro de relaciones exteriores fue atendido con la cordialidad correspondiente al protocolo, para que hablara de la pretensión colombiana de que la ruptura de relaciones con Israel alteraría el curso de la guerra en Gaza, o allanaría el camino a la liberación de los secuestrados por Hamás desde el 7 de octubre pasado, si no es que de la gran idea de que estamos cambiando el orden internacional mismo.

El resultado, en cambio, es tangible y concreto: 600 mil inmigrantes más son una meta verificable y susceptible de exigencias posteriores, en cualquiera de uno de los 103 compromisos que la cancillera ha dicho que tenemos con Estados Unidos y que solo el canciller Murillo sabrá de qué se tratan, pero el ministro nos ha dicho “que van bien”. Menos mal, porque si con todo lo demás bien nos regresaron con la obligación de aceptar 600 mil migrantes más, no quiero pensar cuál habría sido la contraprestación si los 103 compromisos no fueran “bien”.

Como van las cosas en el vecindario, Colombia se quedará sola con un problema cada vez más grave en relación con los migrantes. El electo presidente de Panamá, José Raúl Mulino, ha dicho que va a “repatriar” a los migrantes que encuentre pasando por el Darién. A Panamá llegaron 520 mil migrantes que transitaron por esa zona, desde el lado colombiano, la gran mayoría venezolanos. No los va a “repatriar”, que implicaría regresarlos a su país de nacionalidad. Los va a expulsar por donde llegaron, es decir, a Colombia, donde está la frontera porosa.

Paradójico además que esto pase con otros nacionales cuando el gobierno colombiano se negó a que Ecuador cumpliera su amenaza de deportar 1.500 colombianos detenidos en cárceles ecuatorianas, luego de que Colombia se ofreciera “ayudar” al gobierno de Rafael Noboa durante los gravísimos disturbios causados por narcotraficantes en enero pasado. “Eso no se puede hacer de la noche a la mañana, es un proceso que debe respetar las situaciones jurídicas de cada país para que no se provoque un problema peor del que ya existe”, dijo Petro cuando Noboa le respondió cómo podía ayudarlo en la crisis que se vivía Ecuador: “llévense a los delincuentes colombianos”.

Si no podemos manejar el problema de la expulsión hacia Colombia de 1.500 presos colombianos en Ecuador, ¿cómo podremos asumir la carga de 600 mil migrantes más?

El canciller no responde, solo sonríe. No hay plan, ni recursos, ni instrumentos, solo quiere quedar bien con los de los 103 compromisos. La reciprocidad no es una condición.

Vuelvo a Benedetti, el escritor:

Después de todo

usté es el palo mayor

de un barco que se va a pique

seré curioso,

señor ministro,

¿de qué se ríe?

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