¿Y la salud mental, para cuándo?

El informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS), ‘World Mental Health Report: Transforming Mental Health for All’, pone de relieve la necesidad de transformar la atención y percepción de la salud mental globalmente. Este estudio es un llamado a la acción para mejorar cómo las sociedades comprenden y manejan la salud mental.

La crisis de salud mental en Colombia es un fenómeno complejo, que viene agravado por años de conflicto interno. El reciente resurgimiento de la violencia guerrillera, luego del cese al fuego, afecta antiguas y nuevas generaciones por igual. Esto agrava la estabilidad emocional y psicológica de las comunidades, sumado a la polarización ideológica, desconexión por uso excesivo de redes sociales e individualismos.

Aunque el país ha avanzado en la implementación de políticas y legislaciones, como la Ley de Salud Mental de 2013, el financiamiento y la implementación efectiva de intervenciones no farmacológicas, como la psicoterapia y los programas comunitarios, siguen siendo insuficientes. Estos programas son cruciales para cambiar la percepción pública y deben centrarse en educar a la población sobre la naturaleza biológica de los trastornos mentales y la efectividad de los tratamientos.

En Colombia, el estigma asociado con la salud mental sigue siendo una barrera significativa para mejorar el bienestar general de la población. Este rechazo social, emanado no solo de la comunidad, sino también de familiares y amigos, a menudo categoriza los trastornos mentales como una debilidad o un defecto de carácter, impidiendo que las personas busquen la ayuda que precisan. Muchos colombianos sufren en silencio, temerosos del rechazo por el diagnóstico, evitando que busquen una ayuda adecuada. De esa manera se perpetúa el ciclo de sufrimiento y deterioro de la salud mental que afecta tanto a individuos como a sus comunidades. Según la OMS, uno de cada 7 jóvenes entre 10 y 19 años experimenta trastornos mentales y representa el 13% de las enfermedades en este grupo etario. Al mismo tiempo, el suicidio es la cuarta principal causa de mortandad de los jóvenes entre 15 y 29 años, y hay un incremento del 25% en ansiedad y depresión en este grupo, pospandemia.

El aumento en la visibilidad y el entendimiento de los trastornos mentales como condiciones médicas legítimas es vital. Campañas públicas y programas educativos que ilustren la realidad de vivir con un trastorno mental, y que muestren cómo el tratamiento puede mejorar significativamente la calidad de vida, son fundamentales para cambiar actitudes y comportamientos.

Los jóvenes son especialmente vulnerables a los trastornos mentales, y por esto, la educación sobre este tema debe comenzar desde edades tempranas en los colegios. Integrar la educación en salud mental en los currículos escolares puede preparar a las futuras generaciones para manejarlo mejor, y promover una mayor empatía y comprensión hacia aquellos que sufren esas condiciones, facilitando un ambiente más propicio para buscar y recibir ayuda.

Cada paso que damos hacia la normalización de la salud mental y su tratamiento es un paso hacia una sociedad más saludable y justa. Es fundamental que cada colombiano comprenda que la salud mental es tan importante como la física. Cuidarla no solo es posible, sino necesario, y que así como se tratan enfermedades permanentes como la gastritis o la tensión alta, es posible tratar el desbalance químico mental, lo que permite que una persona viva su vida de manera normal.

Mi llamado a la acción es entonces: normalicemos la salud mental y su atención. Eduquémonos, eliminemos prejuicios y ofrezcamos apoyo como pasos fundamentales para garantizar que nadie tenga que sufrir en silencio.