Columnistas
Yo necesito mi espacio
Porque lo que está diciendo esa persona de manera poco clara es: “No te puedo querer como tú quieres”. A buen entendedor pocas palabras bastan.
Esta frase, dicha en el contexto de una relación de pareja en conflicto, nunca se debe tomar a la ligera.
Las mejores relaciones de pareja son aquellas en las que las cosas se tratan con claridad y en el seno de las cuales se hablan con vehemencia y profundidad los problemas cotidianos. Las discusiones dan lugar a aclaraciones y estas últimas alivian la tensión, mientras el afecto fundamental permanece no solo inalterado sino fortalecido.
Las parejas en crisis manifiestan el paulatino deterioro de diversas formas. Con frecuencia callan frente a las desavenencias para no producir confrontaciones y no “alborotar avisperos” que temen, erróneamente, pueden deteriorar aún más la relación. Otra manifestación de este deterioro es la necesidad de liberarse del otro, así sea por ratos, por un tiempo.
Cuando alguien siente que su pareja no lo (a) complace, “le talla”, “lo asfixia”, “le hace demandas excesivas”, “le sobra”, “quiere su libertad”, “está confundido(a)”, “quiere estar solo(a)”, es necesaria una revisión a fondo de la relación, pues allí se ha generado un desequilibrio de los afectos que es preciso analizar a profundidad. De ninguna manera se puede pasar por alto. Pues ello equivale a tapar el sol con las manos.
Si en esas circunstancias, uno de los dos empieza a sacar evasivas, a mostrarse displicente, si alguno quiere “su espacio”, no hay alternativa diferente a darle el planeta entero como espacio. Porque lo que está diciendo esa persona de manera poco clara es: “No te puedo querer como tú quieres”. A buen entendedor pocas palabras bastan.
Pretender que esa relación continúe es un error y por ello hay que armarse de valor y forzar a una confrontación. Si esto no se hace, la relación puede continuar, pero ya no estará basada ni en el afecto, ni en el respeto. Se convertirá en un mal arreglo.
Uno de los dos seguirá allí porque le teme al rompimiento definitivo y no quiere perder la tranquilidad de lo conocido. La contraparte seguirá allí porque su amor propio no le permite aceptar que ya no lo(a) quieren de la manera como desearía. Este último debe superar esa terquedad, enfrentarse a los hechos y, si es del caso, cortar con una relación que podría estarse tornando humillante.
El desencanto de una relación no llega súbitamente. Los mensajes, que con seguridad han
aparecido en el pasado, no se han querido aceptar. No es verdad que hayan sido ambiguos.
Simplemente no se han querido escuchar.
Las personas no pueden esperar a que la realidad les estalle en la cara. Por el contrario, si están atentas, podrán identificar esas manifestaciones muy tempranamente y, así evitar la prolongación de una relación autodestructiva.
Pero no se puede perder de vista que la naturaleza humana es ambivalente. Cabe la posibilidad que quien dice querer su espacio, decida que ya no lo necesita, una vez se lo den. Razón de más para optar por la prueba reina: Darle el espacio, pero de verdad.
Si al cabo del tiempo la persona ha recapacitado, ha valorado lo que tiene y decide que quiere volver, entonces podrá regresar, pero en unas condiciones diferentes: claras, honestas y dignas.
Nota: A mis amables lectores los invito a suscribirse al canal de YouTube @Emocionalmente Fuertes que saldrá todos los sábados. En ese espacio voy a presentar claves sencillas y prácticas, al alcance de todos, para mejorar la calidad de vida a través del fortalecimiento personal.
Regístrate gratis a nuestro boletín de noticias
Recibe todos los días en tu correo electrónico contenido relevante para iniciar la jornada. ¡Hazlo ahora y mantente al día con la mejor información digital!