Editorial
Chocó, tierra del olvido
Las declaratorias de desastre nacional y de calamidad pública para el Chocó deberían permitir que se desplieguen los operativos necesarios para enfrentar la emergencia por las lluvias y para que se agilice la entrega de ayudas.
El Chocó vive hoy una doble tragedia. A la emergencia ocasionada por las lluvias intensas que han caído en días recientes en el departamento y que dejan al menos cien mil damnificados, se suma el paro armado ordenado por la guerrilla del Eln desde el sábado pasado, que tiene aisladas a 45 mil personas, en su mayoría afectadas también por las inundaciones. Son apenas dos de los frentes con los que lidia frecuentemente la región más vulnerable de Colombia.
Lo de los aguaceros y sus consecuencias es el pan de cada temporada invernal en el Chocó. Carreteras que quedan sepultadas por las avalanchas; ríos que se desbordan y arrasan a las comunidades aledañas a sus cauces; poblaciones incomunicadas durante largas temporadas; desabastecimiento y desolación. Ahora son 25 de los 31 municipios los que están en emergencia, hay 25 mil familias afectadas y cien mil habitantes damnificados.
Es, en palabras de la gobernadora Nubia Carolina Córdoba, el desastre de mayores proporciones al que el departamento se ha tenido que enfrentar. Esta vez puede ser más grave que en ocasiones anteriores, pero lo cierto es que el Chocó revive cada cierto tiempo la tragedia que le dejan las lluvias intensas, en primer lugar por el rezago que afecta a su población en general y porque las obras que necesita para al menos mitigar los efectos de los fenómenos naturales no se han acometido como corresponde.
Son, una y otra vez, el olvido general, la indiferencia estatal y el desgobierno, sumados a la escasez de recursos públicos, la corrupción y la falta de gestión. Se le debe reconocer a la actual Gobernadora su empeño por hacer visible al Chocó y sus necesidades, mientras reclama mayor atención del Gobierno Nacional para lidiar con los problemas que afectan a la región, comenzando por la pobreza, la presencia de organizaciones criminales, la falta de oportunidades y el atraso evidente, pese a ser uno de los territorios del país y del mundo con mayor riqueza natural.
En medio de la catástrofe, se conoció el anuncio del paro armado del Eln, que no fue levantado pese a los llamados desde diferentes sectores. No debería sorprender; es el modus operandi de esa guerrilla y de los grupos armados ilegales en Colombia, crueles e inhumanos frente al sufrimiento de los ciudadanos. Otro motivo para que se replanteen unos diálogos hasta ahora infructuosos, que como van no conducirán a ningún norte y mucho menos al de la paz total que reclama aún el gobierno de Gustavo Petro.
Las declaratorias de desastre nacional y de calamidad pública para el Chocó deberían permitir que se desplieguen los operativos necesarios para enfrentar la emergencia por las lluvias y para que se agilice la entrega de ayudas. Para ello es esencial la solidaridad de los colombianos con los cien mil compatriotas que lo han perdido todo o que se han visto afectados de alguna manera por la emergencia.
Hay que insistir, además, en que se necesitan las soluciones definitivas que reclaman los chocoanos, que les permitan superar los rezagos y construir el progreso que hasta hoy les ha sido esquivo. No más ausencia ni indiferencia.