Editorial
Contra el progreso
Garantizar la seguridad a lo largo de la vía en construcción, al igual que la protección de los trabajadores como de las comunidades cercanas para que se puedan reanudar las obras en el menor tiempo posible, es una obligación de las autoridades.
Con la suspensión de las obras de la doble calzada entre Popayán y Santander de Quilichao, debido a los ataques violentos ocurridos en ese corredor vial, pierden el Cauca, el Valle y por supuesto Colombia. Significa otro atraso más en la culminación de un proyecto esperado por décadas, que debería mejorar la movilidad hacia el sur del país y del continente, así como tener un impacto positivo sobre la economía nacional, en particular sobre su comercio exterior.
La decisión del concesionario de detener los trabajos está justificada. La destrucción de la maquinaria pesada ocurrida en los últimos días significa un riesgo para la seguridad de los trabajadores, de quienes transitan por esa carretera y de las comunidades asentadas en el sector. Son los efectos nefastos que tienen las acciones de las organizaciones violentas que azotan al Cauca, que retrasan el desarrollo de la región y golpean a quienes podrían beneficiarse de manera positiva de ese progreso.
Cuando se creía que era cuestión de meses ver la culminación de la doble calzada entre Cali y Popayán, después de tantos años de espera, de superar la indiferencia e incluso el olvido del Estado central, las ilusiones se desvanecen de nuevo por cuenta de los ataques brutales y sin sentido.
Se debe recordar que la ampliación a doble calzada de la carretera Panamericana entre el Valle, Cauca y Nariño es una solicitud que se ha hecho a través del tiempo, entendida como la necesidad de tener una vía de comunicación con suficiente capacidad, rapidez y seguridad para atender el transporte de pasajeros, de vehículos particulares y en especial el de carga hacia esa parte del país y hacia el resto del continente. El beneficio lo sentirá así mismo el comercio internacional que se mueve a través del puerto de Buenaventura.
Luego de ires y venires, del trabajo conjunto entre los gremios, los gobiernos regionales y la sociedad, se logró incluir el tramo entre Santander de Quilichao y Popayán en los proyectos de Autopistas G4 hace casi una década. Si bien el acta de inicio con el consorcio al que se le adjudicó la licitación se firmó en el año 2015, solo fue a finales de 2022 cuando se le dio el banderazo de arranque a ese proyecto de 77 kilómetros, que debería reducir en 90 minutos un trayecto que hoy dura cerca dos horas, además de modernizar las vías de acceso a las poblaciones por las que pasa.
Por ello las consecuencias nefastas que tiene la paralización de los trabajos como resultado de los ataques y la destrucción de la maquinaria. Garantizar la seguridad a lo largo de la vía en construcción, al igual que la protección de los trabajadores como de las comunidades cercanas para que se puedan reanudar las obras en el menor tiempo posible, es una obligación de las autoridades.
El rechazo de los colombianos a quienes pretenden amedrentar a la población, afectar la economía y detener el desarrollo nacional, es unánime. El Cauca y el suroccidente del país, en particular, se merecen la continuidad de las obras que, como la doble calzada de la carretera Panamericana, les permitan progresar.
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