Editorial
Cuidar los Farallones
La tarea fundamental es ejercer un monitoreo permanente, para hacer seguimiento al ingreso de personas al Parque, así como la activación de un ambicioso programa de guardaparques y guardabosques.
Uno de los mayores retos que tiene Colombia con la realización de la COP 16, a realizarse en Cali en octubre próximo, es la plena recuperación de los Farallones de Cali.
Y no solo porque ese enorme y hermoso Parque Nacional Natural es, en sí mismo, la mayor expresión de la biodiversidad colombiana que podrán apreciar los 12.000 visitantes que participarán en dicho evento. También porque representa un eslabón fundamental para la conservación del equilibrio ambiental en nuestra ciudad.
Los Farallones son un tesoro natural de riqueza incalculable. Habitan dentro de sus montañas 626 especies de aves, 111 tipos de anfibios, 75 especies registradas de reptiles y 98 de mamíferos. Además, existen allí más de 1100 especies de plantas, que lo convierten en un enorme laboratorio de investigación a cielo abierto para la ciencia.
Pero ese paradisiaco lugar ha estado bajo una seria amenaza en los últimos años, por cuenta del auge de la minería ilegal. Como lo ha denunciado El País en múltiples ocasiones, mafias delincuenciales han venido penetrando al Parque con maquinaria, explosivos e insumos químicos para romper la montaña en busca de oro. Y ello ha causado una afectación ambiental de alto impacto en los delicados ecosistemas que allí existen, poniendo en riesgo la flora, la fauna y los recursos hídricos.
Hasta el 2018, año del último inventario realizado por las autoridades, se contabilizaban 19 minas con más de 320 socavones. Muchas de ellas fueron cerradas por las autoridades, pero el esfuerzo por mantener el parque a salvo no ha sido constante. El ciclo de la pandemia, sumado al desgobierno que vivió la ciudad en los últimos cuatro años, pusieron el asunto en un segundo plano.
Por ello es posible que, en ese tiempo, el problema de la minería ilegal se haya fortalecido con la vinculación de otros financiadores, como los grupos criminales que manejan el negocio del narcotráfico entre el Cauca y el Valle del Cauca.
Los cálculos más recientes indican que hoy existen al menos ocho minas activas en la zona que no han sido intervenidas. Por eso resulta fundamental el anuncio que hizo el Ministerio de Ambiente, en el marco de los preparativos de la COP 16, de poner en marcha un plan de rescate y protección de Los Farallones de Cali.
Ese plan integra también al Ministerio de Defensa, la Gobernación del Valle, la Alcaldía de Cali, la Policía, el Ejército y la Unidad de Parques Naturales Nacionales, una articulación institucional que no se había dado nunca antes. La tarea fundamental es ejercer un monitoreo permanente, para hacer seguimiento al ingreso de personas al Parque, así como la activación de un ambicioso programa de guardaparques y guardabosques.
La iniciativa tiene hoy, como es apenas lógico frente al desafío de la COP 16, toda la prioridad del Gobierno Nacional. Pero el Valle del Cauca debe garantizar que vaya más allá del evento. La defensa de Los Farallones de Cali debe ser un compromiso nacional de largo plazo.