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El vacío en Venezuela

La situación no puede ser más desoladora para la nación de Simón Bolívar. Es como si cayera en la sima profunda de la ausencia de un Estado que se rige por una Constitución acatada por todos los ciudadanos y del respaldo en la fuerza bruta y los intereses criminales de los detentadores del poder. Es la nada que se llena con el abuso de Maduro y su séquito contra Venezuela.

5 de enero de 2021 Por: Editorial .

A partir de ayer, y con la posesión de la Asamblea Nacional elegida por el 30% del censo electoral y de absoluto control del régimen que encabeza Nicolás Maduro, la democracia en Venezuela quedó abolida en forma absoluta. El país donde nació el Libertador queda así en manos de un totalitarismo que arruinó la que pudo ser la nación más rica de Suramérica y hoy expulsa a sus ciudadanos mediante la mezcla de tiranía y miseria que usan los detentadores del poder.

Aunque se hagan todos los intentos posibles por estirar el mandato, el 5 de enero se terminó el período de la Asamblea elegida en un proceso donde participó el 74,25% de los venezolanos con capacidad de votar. Lo que lleva implícito el final de la investidura para quienes en ese entonces se constituyeron en el último baluarte de la voluntad popular.

Otra cosa es que las sesenta naciones que en su momento rechazaron el proceso que reeligió a Nicolás Maduro y reconoció a Juan Guaidó como presidente de la Asamblea y en consecuencia de Venezuela, mantengan esa actitud y extiendan en el tiempo su reconocimiento. Pero es evidente el que en cuatro años no se solucionó el impasse por las vías democráticas ni por ninguna otra vía para terminar lo que a todas luces es una tiranía.

Así, Venezuela queda formalmente en la dictadura que no tiene asidero legal, así ayer se haya producido la toma vergonzosa del órgano legislativo, el único que estaba por fuera del dominio de Maduro y sus secuaces. No sobra aclarar que durante el mismo período, el régimen se inventó una asamblea constituyente que sólo fue usada para suplantar al Legislativo legítimo mientras recuperaba el control de la Asamblea Nacional mediante unas elecciones en las cuales fueron notorios el fraude, el constreñimiento y la abstención generada precisamente por la polémica orden de la sin duda fragmentada oposición de no participar en ellas.

Así, puede decirse que la democracia del país vecino ya no existe de manera formal. Y no sólo por la ausencia de una división de poderes que controla las actuaciones del Estado, representa la voluntad popular y permite la participación institucional de las distintas corrientes de pensamiento. Lo que hay a partir de ahora es un gobierno de facto sin un soporte en la democracia que destruyó durante veinte años de paciente labor y en contra de sus ciudadanos.

Ese gobierno se llama dictadura, y es la continuidad en el poder de quienes se apoderaron de él y lo usan contra la libertad y el bienestar de los venezolanos. Es la tiranía que acabó con la industria petrolera, que se enriqueció con el patrimonio público y destruyó cualquier forma de iniciativa privada, expulsando a casi seis millones de venezolanos, el 20% de su población.

La situación no puede ser más desoladora para la nación de Simón Bolívar. Es como si cayera en la sima profunda de la ausencia de un Estado que se rige por una Constitución acatada por todos los ciudadanos y del respaldo en la fuerza bruta y los intereses criminales de los detentadores del poder. Es la nada que se llena con el abuso de Maduro y su séquito contra Venezuela.

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