Editorial
Hacia la reconciliación
Para una ciudad y una región tan diversas, con tantos problemas por resolver, con múltiples riquezas y a la vez con tantas inequidades, la pacificación de los corazones...
El 28 de abril de 2021 no se va a borrar de la memoria de caleños y vallecaucanos. La que debía ser una protesta social pacífica degeneró en una seguidilla de violencia, vandalismo y bloqueos que convirtió por 60 días en rehén a la población y llevó al desabastecimiento de la región. Tres años después, sin embargo, se ha hecho un proceso de reconciliación importante que se debe seguir fortaleciendo.
Imposible pretender olvidar esos nefastos meses en los que fue evidente el interés de actores externos para imponer el caos en la capital del Valle y sus alrededores, tiempo en el que la ciudad se quedó sin autoridad, abandonada a su suerte por el gobierno local de turno y con una reacción por lo menos tibia del gobierno nacional. Eso y el temor latente fue aprovechado desde diferentes frentes para agudizar aún más la polarización entre los caleños.
Tampoco se puede desconocer que durante esas semanas se visibilizó una Cali signada por la falta de oportunidades, por los desequilibrios sociales y económicos, vulnerable y para la que la palabra progreso es un eufemismo. Entonces comenzó un movimiento desde diferentes sectores, abanderado por Propacífico y al que rápidamente se unieron empresarios, fundaciones y líderes locales, con el propósito de escuchar esas voces que reclamaban atención y emprender acciones que ayudarán a ir cerrando esas brechas.
Compromiso Valle, que lleva tres años uniendo esfuerzos, abriendo caminos para el entendimiento, brindando oportunidades, es el ejemplo más claro de que sí se puede juntar a una ciudad, a una región, para entre todos, sin ningún distingo, generar desarrollo y, en primer lugar, originar los espacios de reconciliación que tanto se necesitan.
Hoy, gracias a ese trabajo, es posible que se sienten en la misma mesa o se encuentren en una calle a dialogar, o a “palabrear”, el presidente de una multinacional, el gerente de una pequeña empresa, la líder social de Siloé, el joven de Aguablanca o el Alcalde de la ciudad. No es necesario, ni prudente, olvidar lo que ocurrió a partir del 28 de abril de 2021, pero sí hay que extender los brazos para lograr que la página se pase y la historia no se repita.
En ello deben empeñarse caleños y vallecaucanos. Hay que sanar las heridas, lo que no quiere decir que las cicatrices dejen de ser el recordatorio de lo que nunca debió ocurrir. Para una ciudad y una región tan diversas, con tantos problemas por resolver, con múltiples riquezas y a la vez con tantas inequidades, la pacificación de los corazones, la erradicación del lenguaje del odio y la reconciliación verdadera son los caminos a seguir.
No se vale perder la memoria, pero es imprescindible perdonar para avanzar en la construcción de una Cali unida, tolerante, con oportunidades para todos, donde el progreso y la visión de un futuro mejor sean propósitos colectivos. Esas, y no las palabras y los actos que incitan al odio tanto como a la confrontación, deben ser las lecciones de aquellos 60 días que empezaron el 28 de abril de 2021.
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