Editorial
Jamundí, tierra del olvido
Es por todos sabido que esas organizaciones criminales recorren a sus anchas las montañas entre los dos departamentos, por los caminos obligados que atraviesan Jamundí, y que a su paso reclutando a los campesinos, cooptando a los jóvenes, imponiendo su violencia y acabando con la tranquilidad.
La atención que requiere Jamundí por la compleja situación de orden público que vive, por sus problemas sociales y por la zozobra permanente de la población, la expuso de manera clara el alcalde, Andrés Felipe Ramírez, en la entrevista que le concedió a El País. Al municipio del sur del Valle no se le puede dejar solo ni someterlo a la indiferencia con la cual lo han mirado la Nación y, por qué no decirlo, el mismo departamento.
La seguridad y la violencia son los asuntos más difíciles para la ciudad que es vecina de Cali, ubicada a solo 15 minutos de distancia, y que limita con el norte del Cauca. Esas cercanías son parte de la razón por la cuales ahí convergen los conflictos de lado y lado, sin que existan estrategias que se focalicen en un territorio que, está demostrado, es la bisagra de la enorme puerta por la que atraviesan el narcotráfico, los cultivos ilícitos, la minería ilegal y la criminalidad en sus diversas presentaciones.
Por ello no se entiende, como bien lo reclama el Mandatario local, el olvido en que está Jamundí, municipio al que se le ha dejado huérfano y por fuera de la protección del Estado. La localidad, por ejemplo, no está incluida en las políticas nacionales que buscan la erradicación y sustitución de cultivos sembrados de coca, que han crecido de forma exponencial en los últimos años hasta sobrepasar las 1400 hectáreas.
Como si se tratara de un caso aislado, la población vallecaucana tampoco hace parte de las estrategias contra el narcotráfico o contra los grupos armados ilegales, incluidos el Eln y las disidencias de las Farc, para las que no existen las fronteras regionales. Es por todos sabido que esas organizaciones criminales recorren a sus anchas las montañas entre los dos departamentos, por los caminos obligados que atraviesan Jamundí, y que a su paso reclutando a los campesinos, cooptando a los jóvenes, imponiendo su violencia y acabando con la tranquilidad.
De poco sirven los 110 policías con que cuenta Jamundí, repartidos en los diferentes turnos, para garantizar la seguridad de una población de 220 mil habitantes o para vigilar un territorio que sobrepasa los 600 kilómetros cuadrados, buena parte de ellos sembrados de coca y a merced de las amenazas permanentes del crimen organizado.
Es claro que el Municipio no tiene la capacidad para hacerles frente a sus problemas en solitario, ni cuenta con recursos propios suficientes para financiar los programas que permitan llevar el bienestar y las oportunidades con las que se les puede hacer el quite a la violencia y a quienes la provocan.
Para afrontar la compleja situación de Jamundí se requiere del papel protagónico del Gobierno Nacional, de la presencia permanente y ampliada de las Fuerzas Militares y de la unión de esfuerzos de las autoridades locales y del departamento, que no puede estar por más tiempo ausente o apartado de las decisiones que se requieren.
Ha llegado el momento de diseñar un plan serio e integral, que garantice tanto la seguridad como la tranquilidad de la población y la saque del centro del conflicto, de la delincuencia y la violencia.
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