La hora de la verdad
Es de esperar que la guerrilla más antigua del planeta le cuente la verdad a los colombianos, en lugar de estar enviando señales que tratan de desviar la atención sobre su actitud como causante de la violencia que se aspira a terminar con la negociación en La Habana.
Es de esperar que la guerrilla más antigua del planeta le cuente la verdad a los colombianos, en lugar de estar enviando señales que tratan de desviar la atención sobre su actitud como causante de la violencia que se aspira a terminar con la negociación en La Habana.
A juzgar por los comunicados que salen del Gobierno Nacional y de los delegados que negocian en La Habana el fin del conflicto con las Farc, estamos en vísperas de lograr el acuerdo definitivo. Es hora pues de sacar a relucir las verdades sobre la fortuna amasada por el grupo ilegal en sus múltiples actividades criminales y la manera en que van a compensar a sus miles de víctimas. El asunto saltó a la primera plana debido a varios hechos registrados en las últimas semanas. Se trata de los datos publicados por una revista inglesa bien informada, The Economist, de la reacción de las Farc y del Gobierno, de los datos que acumula la Fiscalía General de la Nación y de la renuncia sorpresiva del funcionario que reconoció haber declarado sobre la riqueza del grupo guerrillero. Así, el país se encontró de frente con uno de los elementos más importantes de la negociación, que hasta ahora no se ha discutido: el enriquecimiento ilícito y la riqueza amasada mediante la extorsión, el chantaje, el secuestro, el atraco, la minería ilegal y el tráfico de drogas ilícitas. Es decir, del botín que han ido acumulando quienes bajo el pretexto de una rebelión han convertido a la violencia en una profesión que permite reunir una enorme fortuna. ¿Cuánto vale esa riqueza? Según las cifras de The Economist, que coinciden en mucho con análisis realizados por distintas fuentes, puede alcanzar los treinta y tres billones de pesos o diez mil millones de dólares. Y según estimativos de la Fiscalía, esa cifra no debe incluir la cantidad de tierras de las que se ha apropiado las Farc en forma indebida, las cuales continúan siendo de propiedad de la Nación, así pretendan presentarlas como patrimonio de granjeros inocentes.Esa revelación llevó a que el Gobierno Nacional vacilara para después afirmar que no tenía conocimiento de tales montos, ignorando los datos de la Fiscalía. Después de que los voceros del grupo protestaran, se supo que el director de la Unidad de Información de Análisis Financiero, Uiauf, fue quien conversó con la periodista del medio de comunicación, haciendo una aproximación. Eso le costó el puesto, aunque nadie, excepto las Farc, se ha atrevido a desmentirlo. Así, lo que estaba oculto salió a la luz pública. Es de esperar que la guerrilla más antigua del planeta le cuente la verdad a los colombianos, en lugar de estar enviando señales que tratan de desviar la atención sobre su actitud como causante de la violencia que se aspira a terminar con la negociación en La Habana. Y lo más importante ahora que sus voceros anuncian que el acuerdo final está próximo: que digan cómo y cuándo van a resarcir materialmente a las víctimas de sus múltiples formas de violencia. Que no se quede el debate en una renuncia y desmentidos gaseosos, los cuales se prestan para generar equívocos que le hacen daño a la credibilidad del proceso. Que se diga la verdad y se cumpla una de las promesas que hizo posible la negociación en desarrollo. Eso es lo que reclaman los colombianos, como cuota importante para reconocer que las Farc sí tienen una voluntad real de paz y un propósito sincero de la enmienda.