Editorial
SOS por la educación
Por encima de todo debe primar el bienestar de los niños. Y eso incluye, por supuesto, su alimentación, pero también una educación de calidad que les brinde las mejores oportunidades para su futuro...
Son muy graves las denuncias de la nueva Secretaria de Educación de Cali sobre la desfinanciación de varios programas de esa dependencia destinados a garantizar no solo el aprendizaje de los estudiantes de las escuelas y colegios públicos de la capital del Valle del Cauca, sino también su desarrollo físico y hasta emocional.
Según la funcionaria, el presupuesto para el Programa de Alimentación Escolar (PAE) presenta un déficit de $30.000 millones, lo que impediría su operación durante los 180 días que dura el calendario escolar. Eso significa que, de no hallarse una solución, los alumnos de las Instituciones Educativas de la ciudad no recibirán los nutrientes que necesitan para su crecimiento físico e intelectual, cuando precisamente es en la atención de los menores por donde se debe empezar a combatir el hambre en Cali.
Pero si esa situación es muy preocupante, el panorama para la jornada única es aún más complejo. Este programa cobija a cerca de 40.000 niños y jóvenes de los sectores más deprimidos de la ciudad, que, además de formación académica, durante todo el día reciben entrenamiento en cultura y deporte, con el propósito de mantenerlos lo más alejados posible de la calle y sus peligros.
De ahí que es fundamental que estos chicos puedan recibir sus almuerzos y refrigerios. Pero resulta que, según la Secretaría de Educación Municipal, aunque está previsto que esta iniciativa empiece a operar desde el próximo 29 de enero, la anterior Administración únicamente dejó asegurados almuerzos para catorce días, con el agravante de que solo estarán disponibles a partir del 15 de marzo.
A todo esto se suma que el programa de transporte escolar tiene un faltante cercano a los $16.000 millones, lo que implica que muchos de los niños residentes en los sectores lejanos de la ruralidad caleña tendrán que caminar durante horas para poder asistir a clases y regresar a sus casas, así haya un intenso verano o un inclemente invierno.
Si bien la ciudad urge de importantes obras en infraestructura, así como de soluciones en seguridad y movilidad, por encima de todo debe primar el bienestar de los niños. Y eso incluye, por supuesto, su alimentación, pero también una educación de calidad que les brinde las mejores oportunidades para su futuro y evite que se conviertan en presa fácil de la delincuencia, las drogas y otros males.
Por todo ello, no se compadece que la pasada Administración local y el Concejo no hayan asegurado los recursos suficientes para cumplir con esa importante misión, máxime cuando el presupuesto de la Secretaría de Educación es uno de los más robustos del Gobierno caleño.
Pero mientras los organismos de control están llamados a investigar todas las denuncias hechas por la Secretaria de Educación, es deber de la nueva Administración Municipal emplearse a fondo para amortiguar las amenazas financieras y logísticas que se ciernen sobre los programas educativos de la ciudad, puesto que de ellos depende el futuro de 150.000 menores de los sectores más necesitados de la capital del Valle.
Es cierto es que son muchos los problemas heredados de la alcaldía de Jorge Iván Ospina, pero la alimentación y la educación de los niños deben ser la prioridad.
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