Columnistas
Un caso perdido
Liderar propósitos nacionales no sería difícil, si estos se perciben como el resultado de un esfuerzo colectivo. Lamentablemente con Petro las cosas no son así.
En estos últimos quince días transcurrieron dos fechas que habían generado bastante expectativa, el 21 de abril y el 1 de mayo. Preguntas sobre qué tanta gente iba a salir, sobre cuál iba a ser el ánimo de los manifestantes y sobre si se iban a presentar situaciones de vandalismo, etc., etc. Se podrá discutir mucho sobre qué tanta gente salió un día o el otro, pero si queremos mirar las cosas no con el negacionismo de Petro ni con la emocionalidad de muchos voceros de lado y lado, lo que se puede decir es que en ambos días salió a marchar mucha gente.
Qué tanta gente salió por motivación y convicción y qué tanta por seguir las órdenes de su sindicato, o por temor con sus jefes al ser empleados del gobierno, dan para muchas especulaciones y generan muchas dudas. Si queremos mirar el bosque y no quedarnos contemplando los árboles, lo que queda claro es que Petro mantiene una hinchada que actúa como tal, apoyándolo no importa que diga o lo que haga y que, de acuerdo con las encuestas, puede representar entre un 30% y un 35% de la opinión. Desconocer esa realidad es un gran error. Al igual que es un inmenso error de su parte desconocer que el 70% de la opinión no forma parte de esa hinchada.
Una mirada serena a lo que viene ocurriendo llevaría a un verdadero estadista a reconocer esta realidad y a procurar aprovechar el consenso que se ha venido formando alrededor de la conveniencia de realizar reformas que mejoren lo existente. Liderar propósitos nacionales no sería difícil, si estos se perciben como el resultado de un esfuerzo colectivo. Lamentablemente con Petro las cosas no son así.
Con una mirada anacrónica producto, seguramente, de esa ensalada de lecturas que hizo en los años setenta, lo que viene promoviendo es un discurso de lucha de clases que parece sacado de los panfletos de esas épocas.
En lugar de aprovechar las condiciones actuales, se queda generando conflictos, que es el escenario en el que se siente cómodo. Recientemente, como seguramente vio alguna noticia sobre lo que viene ocurriendo en las universidades norteamericanas, pensó que puede esparcir su pensamiento en el cosmos de manera más efectiva rompiendo relaciones con Israel sin tener en cuenta las consecuencias que, para el país, esto puede traer en muchos campos.
Con Petro construir, definitivamente, no es posible. Lo que hay que tratar es que no sea mucho más lo que destruya. ¿Cuál es el camino? Defender con todo el vigor nuestras instituciones, el poder judicial viene mostrando su independencia y responsabilidad, muchos congresistas han resistido a los intentos de soborno, e instituciones como la Junta del Banco de la República, el Comité de la Regla Fiscal, etc, necesitan todo el respaldo y apoyo de quienes están comprometidos con Colombia que, afortunadamente, somos muchos. Lo único que se puede esperar de Petro es que su incompetencia ayude para que no sean muy graves los daños que seguirá haciendo a la institucionalidad colombiana.
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