Política
Los discretos resultados que dejó la cumbre sobre Venezuela organizada por el Gobierno
Según el experto Ronal Rodríguez, lo sucedido, durante y después de la conferencia internacional, debe ser una oportunidad para replantearse la relación con el vecino país.
Por: Ronal Rodríguez
El retorno a la democracia de Venezuela está estrechamente vinculado al proceso de la llamada Paz Total en Colombia. No es posible una reinserción del Ejército de Liberación Nacional, ELN, sin que ocurra lo propio con el componente venezolano de dicha guerrilla.
En los últimos años el ELN creció exponencialmente en Venezuela, logrando un incremento importante de su contingente compuesto por venezolanos, dominando áreas estratégicas del territorio del vecino país, haciéndose al control de importantes rentas ilegales y, lo más preocupante, ganándose un espacio de legitimidad dentro de la población que prefiere interactuar con la ‘justicia’ y el ‘orden’ guerrilleros que con las autoridades y cuerpos de seguridad chavistas.
En otras palabras, el destino de ambos países está estrechamente vinculado, y por ello no debe sorprender que el Estado colombiano asuma un enfoque holístico para abordar ambos escenarios, la construcción de una Paz Total en Colombia y la participación en el proceso de retorno a la democracia en Venezuela.
No obstante, al igual que ocurre con la Paz Total, el abordaje de la crisis venezolana carece de un claro conductor, adolece de una falta de metodología y los afanes de protagonismo del canciller colombiano, Álvaro Leyva, hicieron que la Cumbre Internacional fuera una oportunidad perdida.
Que el Gobierno colombiano decida concentrar su estrategia en una solución negociada de la crisis venezolana es muy importante, pero más significativo es que se descarten definitivamente alternativas que en el pasado se quisieron poner sobre la mesa.
No todas pueden estar sobre la mesa, no se puede apoyar una invasión a nuestro vecino más importante, ni entrar en guerra con los hermanos venezolanos y mucho menos escalar la situación en dirección a una guerra civil, no.
El ‘cerco diplomático’ y las sanciones internacionales sectoriales a Venezuela fracasaron; el régimen de Nicolás Maduro responsabilizó de la crisis a dichas medidas y construyó una narrativa que le permite evadir la responsabilidad de su pésima gestión y transferir el costo político a la oposición, al responsabilizarla de ser la causante de dichas medidas, incluso de orquestarlas con los Estados Unidos, mientras el pueblo padece las consecuencias.
Maduro y la camarilla chavista ganó el pulso y por ello es necesario diseñar e implementar una nueva estrategia.
Que Colombia se sume a los países que buscan una solución negociada de la crisis venezolana es muy importante, dado que es el país que padece la principal consecuencia de dicha crisis; más del 40 % de la diáspora venezolana, que llega a los 7.239.953 migrantes, se encuentra aquí.
Colombia no puede estar ausente en una negociación que tendrá efectos sobre el futuro de ambas naciones.
Es muy positivo que el Gobierno del presidente Gustavo Petro quiera ayudar a destrabar la negociación de México. Finalmente, es en la frontera colombiana donde la izquierda democrática limita con la izquierda autoritaria que encarna Maduro.
En política exterior las formas son cuestión de fondo. La conferencia internacional sobre el proceso político en Venezuela deja resultados muy discretos y la impresión es que la participación colombiana en la solución negociada en Venezuela atendió más al afán de protagonismo del Canciller colombiano que a un resultado concreto.
La declaración final de Álvaro Leyva sobre la conferencia internacional no es un documento suscrito por los países asistentes y su contenido no tiene nada nuevo o relevante para destrabar la negociación en México.
Por el contrario, se ha convertido en el espacio para hacerle eco al Gobierno de Maduro, que ha aumentado sus exigencias para retomar el diálogo y no pierde oportunidad de poner en duda hasta la fecha de las elecciones presidenciales en Venezuela.
No fue la gran cumbre de cancilleres como en algún momento se quiso presentar, el nivel de representatividad de los países asistentes era de segundo o incluso de tercer nivel en la mayoría de los casos, lo cual fue una consecuencia de la falta de organización y mala comunicación del canciller Leyva.
Incluso, se afirma que ni siquiera se compartió la agenda de la cumbre con la invitación y algunas delegaciones estaban molestas porque no fueron puestas al tanto de cómo se abordaría el tema y si había alguna metodología.
Por ello no sorprende que no haya una declaración conjunta. Asimismo, Josep Borrell, alto representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, la figura de mayor relevancia que asistió, y quien ya ha tenido que lidiar con el chavismo y su construcción de narrativas, dejó en sutil evidencia la distancia que hay con la postura del Canciller colombiano, quien suele repetir las narrativas del régimen venezolano.
Se suele presentar la retoma de relaciones con Venezuela como un éxito temprano del Gobierno Petro, los cuatro encuentros presidenciales y la apertura de los puentes son exhibidos como grandes resultados de la diplomacia en la era Leyva.
No obstante, el éxito realmente es para Maduro, que logró reactivar las relaciones con Colombia a un costo muy bajo, consiguiendo imponer las prioridades de la agenda bilateral a sus intereses, mientras que el embajador colombiano, Armando Benedetti, se ha convertido en el defensor de oficio del régimen venezolano en Colombia.
Los resultados discretos de la cumbre son quizás una oportunidad para replantearse la relación que se quiere construir con Venezuela y el papel que Colombia quiere jugar en la reconstrucción democrática del vecino país, así como el papel que queremos que Venezuela juegue en la Paz Total.
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