Política
Otty Patiño, comisionado de Paz, con más preocupaciones tras la COP16, entrevista
El comisionado se refirió a los desafíos que deberán enfrentar las mesas de diálogo para lograr la justicia ambiental.
“La paz con la naturaleza puede problematizar mucho alcanzar la paz, pero también la enaltece y le da nuevas perspectivas”. Así se refirió el alto comisionado de Paz, Otty Patiño, a los desafíos que enfrenta el proceso de paz en Colombia para introducir iniciativas que garanticen la justicia ambiental.
El funcionario estuvo en Cali participando de la COP16, donde inauguró la Casa Pacífica en la Zona Verde, un espacio que muestra los avances en la reincorporación de excombatientes, mientras que en la Zona Azul habló sobre el componente ambiental para lograr la Paz Total que impulsa el Gobierno Nacional.
¿Qué tan difícil es alcanzar la paz si no hay paz con la naturaleza?
Este es un tema realmente nuevo. Sin duda el asunto de la paz con la naturaleza puede problematizar mucho más la paz, pero también la enaltece y le da nuevas perspectivas, porque es absolutamente necesario, en la medida en la que los problemas territoriales muestran que solo la sostenibilidad económica se da con la sostenibilidad ambiental.
Yo, de esta COP me voy con más preocupaciones por todos estos desafíos y por los distintos procesos que hay. De hecho, ya algunos empezaron a aparecer en las mesas, como el tema de la recuperación de la Amazonía. También está el distrito minero en Nariño; si no se le mete el enfoque ambiental, no va a ser posible. Esa una salida, ojalá que sea transitoria, pero el Gobierno no quiere que la gente esté ligada a la industria extractiva, sino que signifique la restauración del medio ambiente que ha sido socavado por la minería, de tal manera que restaurar la naturaleza es uno de los deberes que debemos tener todos, porque remediar la tragedia ambiental nos compete a todos y no solo a los que han hecho la violencia.
Ese discurso no es fácil de llevar a la mesa, dado que es desde el medio ambiente que se genera parte de las economías ilegales..
No es fácil, pero es necesario y creo que algunos actores lo entienden así, porque no he encontrado grandes resistencias. Incluso porque muchos han estado ligados con campesinos colonos, que uno sabe que han tenido una economía que ha sido depredadora.
Se sabe que en algunas ciudades el hacha ha sido el símbolo de las colonizaciones campesinas y, desde luego, hacer fincas, abrir monte, tumbar monte, ha sido el signo de la generación de civilización en muchos territorios. Ahora hay que mirar el mundo de otra manera, donde sembrar selva y árboles puede ser el mejor negocio para todos.
Pero hay normas que protegen los boques y los ríos y aun así se sigue contaminando...
Hay una instancia enorme entre el deber ser y la realidad, y esa distancia es angustiante. Yo fui constituyente del 91 y la Constitución, que es el mandato supremo en nuestro país, también señala una utopía del deber ser y esa distancia con la realidad es bueno mantenerla, pero de todas maneras se generan dificultades; sin embargo, no por ello hay que echar las normas al tarro de la basura. Creo que deben usarse como herramienta para que el mundo sea mejor.
Se desmintió la muerte de ‘Iván Márquez’, pero revivió la polémica de la mesa con la Segunda Marquetalia. ¿Por qué negociar con el grupo que se apartó del Acuerdo?
Este grupo fue fundado por gente que fue firmante de los Acuerdos, pero también en él concurrieron muchos otros que no fueron firmantes, que fueron base de las Farc y que de alguna manera se decepcionaron porque había mucho escrito, pero poco cumplimiento. Además, los fundadores de la Segunda Marquetalia dijeron que había un entrampamiento, pusieron una demanda ante Naciones Unidas, la cual fue admitida y el Gobierno, así no compartiéramos el hecho de que se volvieran a rearmar, de todas maneras admitimos la posibilidad de tener un diálogo con ellos y en eso estamos.
Se dice que el Gobierno le está apostando a muchos procesos a la vez. ¿Por qué no concentrar los esfuerzos en una sola mesa?
Sí, no podemos abarcar tanto, tenemos en estos momentos diez procesos, unos que llaman sociojurídicos y otros sociopolíticos, pero tenemos unos productos jurídicos, como con el Clan del Golfo, por ejemplo, que es una organización que tiene una gran expansión y que no se puede desechar. Tenemos procesos urbanos con algunas bandas que afectan la vida de ciudades que están en gran precariedad, como Quibdó y Buenaventura, donde tenemos la huella de la violencia que viene desde muchos años de ciudades como Medellín, donde las bandas tuvieron como mal ejemplo la vida de Pablo Escobar o ‘Don Berna’, que salieron de la nada, amasaron grandes fortunas y terminaron mal, pero que en su momento constituyeron un sueño para mucha gente que también estaba en extrema pobreza y que se convirtieron en gente poderosa.
Afortunadamente, esos sueños se convirtieron en pesadillas, pero todavía siguen ilusionando a muchos jóvenes y hay que ir superándolo, porque esa fantasía de la riqueza a través de los negocios y de la asociación de personas que están en esas condiciones, tiene una tradición fuerte que debe superarse a través de una cultura de legalidad.
Usted menciona al Clan del Golfo, ¿cómo van los acercamientos con este grupo, que tiene el peso de pertenecer al narcotráfico?
Todos los grupos están articulados en el narcotráfico, sean sociopolíticos o sociojurídicos. El problema con el Clan del Golfo es que se montó sobre la huella de las autodefensas ilegales, del paramilitarismo. Aunque no son exactamente lo mismo, de alguna manera tienen esa tradición y están montados sobre esa huella, e incluso ellos aspiran a que tengan un reconocimiento político, que es muy difícil que el Gobierno se los dé, pero sin duda ese grupo tiene una gran influencia sobre gobiernos locales.
Es decir, hacen política y eso la gente en las regiones los reconoce, de tal manera que esa división entre los grupos sociopolíticos y los sociojurídicos no es tan clara, pero desde luego no son un grupo que haya nacido del descontento o la rebeldía. Uno tiene que mirar la realidad de hoy con los ojos de hoy; si uno la mira con los ojos de ayer, se equivoca.
Antes de ser presidente, Gustavo Petro prometió que en tres meses iba a desmovilizar al ELN, pero ahora la mesa está detenida, ¿cree que ese grupo lo traicionó?
Sí, lo que sé es que el Presidente, antes de ser elegido, tuvo oportunidad de hablar con ellos y hubo la opción de que pensaran que si este Gobierno ganaba, ellos iban a hacer esa desmovilización y un grupo como Comuneros del Sur, por ejemplo, que es un frente del ELN, entró en esa racionalidad y buscó la manera de entrar en un proceso de paz. Pero en el resto de los miembros pareciera que todavía algunos están en un proceso de reflexión, algunos esperan que haya otras condiciones, no sabemos cuáles, navegan todavía en una fantasía de la revolución total y otros están muy sujetos y muy entrampados en esa resistencia infinita que uno sabe cuándo va a terminar.
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