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CULTURA

La escritora Pilar Quintana habla sobre Cali: su mayor "obsesión literaria"

La caleña ganadora del Premio Biblioteca de Narrativa cuenta su relación con la ciudad y la influencia que Andrés Caicedo ha tenido en su obra.

20 de marzo de 2020 Por: Yefferson Ospina - redactor de El País
En 2011, Pilar Quintana representó a Colombia en el International Writing Program de la Universidad de Iowa. Ha publicado varios cuentos en revistas como Soho y Etiqueta Negra. | Foto: Fotos: Jorge Idárraga / Especiales para El País

La noche del pasado martes en el Auditorio Fundadores de la Universidad Eafit, en Medellín, Pilar Quintana terminó por consagrarse como una de las escritoras más importantes de la actualidad en Colombia: esa noche le fue entregado el Premio Biblioteca de Narrativa Colombiana por su última novela, ‘La perra’.

“Se valora de esta novela la gran economía y calidad literaria de la prosa; su capacidad de mostrar una extraordinaria opresión en medio de una gran apertura e inmensidad geográfica. El libro se lee sin pausa y su historia confluye hacia la descripción sin estridencias retóricas de un pequeño drama que se relata de manera serena, firme y luminosa”, dice el acta de los jurados del galardón.

‘La perra’ es, en palabras de la propia escritora, una novela que transcurre en el Pacífico colombiano en donde una mujer que está llegando a los 40 años y no ha podido tener hijos decide adoptar una perrita, y a través de su relación con ella comienza a vivir un poco su maternidad frustrada.

Autora de las novelas ‘Cosquillas en la lengua’, ‘Coleccionista de polvos raros’ y ‘Conspiración iguana’, hizo parte también del primer grupo de escritores ‘Bogotá 39’, que reune anualmente a los mejores literatos menores de 40 años en el festival literario más importante del país, Hay Festival.

Hablamos con Pilar de este galardón, de su vocación literaria y de Cali como una de sus obsesiones artísticas.

¿Qué significa para usted ganar este premio?

Mira, la verdad es que para mí es una maravilla estar aquí. Creo que la mayor importancia de este tipo de premios radica en el hecho de que alcanzas mayor reconocimiento como escritor y que, a la vez, estos galardones nos dan la oportunidad de vivir de nuestra obra.

La mayor parte de los escritores en Colombia no vivimos de nuestra obra, sino que trabajamos como profesores, dictando talleres, en otras cosas...

Usted, sin embargo, está dedicada completamente a la escritura. ¿Cuándo tomó la decisión de dejar su empleo fijo para escribir?

Yo trabajé primero como guionista para televisión. Hacía ficción y vivía de escribir, pero era un trabajo que no me satisfacía plenamente, porque yo siempre he tenido vocación por hacer literatura.

Desde siempre he sabido que esto es lo que quiero hacer. Después de ese trabajo, entré a una agencia de publicidad en donde escribía cuñas comerciales, avisos, y esto era mucho menos satisfactorio para mí. Así que un día dije que si seguía haciendo eso iba a terminar suicidándome, y si ese era el caso, me dije que antes de suicidarme al menos iba a probar a dedicarme enteramente a lo que quería hacer.

Así que escribí mi primera novela, ‘Cosquillas en la lengua’, y la envié a varias editoriales. Yo para entonces había regresado de Bogotá a vivir a Cali y no conocía a nadie del mundo editorial. Así que lo que hice fue imprimir varias copias de esa novela, buscar las direcciones de algunas editoriales en las páginas amarillas del directorio, y enviarla.

Luego me fui a viajar por el mundo y mientras estaba en un safari en la India, mi mamá me avisó que la editorial Planeta estaba interesada en la novela.

¿Páginas amarillas?

Sí, era el 2000. Obviamente ya existía el internet, pero no era tan masivo y uno no lo usaba para todo como ahora. Todavía eran las páginas amarillas.

¿Qué tan importante es Cali para su literatura?

Es sumamente importante. De hecho, todas mis novelas ocurren en Cali, salvo ‘La perra’, que ocurre a tres horas de Cali, en el Pacífico. Cali es la ciudad en donde nací, donde crecí, y con la cual yo tengo una relación un poco contradictoria, siento que no encajo muy bien del todo en ella.

¿Y por qué ese sentimiento?

Yo estudié en el Liceo Benalcázar, y desde que estaba en el colegio sentía que yo no hacía parte de ese contexto, que no encajaba del todo en él. Bueno, creo que de mis compañeras del colegio, la única que se ha dedicado a alguna actividad artística soy yo, las otras trabajan para multinacionales, en grandes empresas, etc.

Mi hermana también hace lo mismo. Cuando yo llegué a Bogotá a estudiar comunicación social a la Javeriana, entonces me encontré con gente como yo y me di cuenta de que pensar como yo pensaba o tener los intereses que yo tenía no me hacía una extraña.

Y esa Cali mítica del 71 con Andrés Caicedo, el Caliwood, toda la movida artística de esa década, ¿tuvo alguna influencia en usted?

Claro, Andrés Caicedo es mi papá literario. En mi colegio sí nos ponían a leer mucho, y yo desde adolescente conocí a Jane Austen, a García Márquez, leí a los rusos, a Flaubert, a los grandes novelistas del siglo XIX.

Pero tenía una obsesión con ‘Crónica de una muerte anunciada’, ese era un libro que leía y releía. Un día un amigo del colegio Berchmans me dijo: “vos tenés ese libro, y yo tengo este otro”, y me mostró ‘Que viva la música’. No me lo quiso prestar y entonces me fui a buscarlo a la biblioteca de mi colegio.

Como se sabe, ‘Que viva la música’ cuenta la historia de una niña del Liceo Benalcázar, donde yo estudiaba, que se convierte en prostituta.

Cuando llegué a la biblioteca y pregunté por ese libro, la bibliotecaria empezó a darme evasivas y a preguntarme por qué no seguía leyendo “cosas más edificantes”, a Jane Austen o a García Márquez.

Yo le respondí que ese era el que quería leer. Entonces me entró a un cuarto en el que tenían, supongo, las cosas que no querían que leyéramos, y me entregó la novela de Caicedo. ‘Que viva la música’ fue para mí todo un descubrimiento.

Me di cuenta de que la literatura no solo podía ocurrir en la campiña inglesa o en los pueblos del Caribe, como en García Márquez, sino que también podía tener lugar en mi ciudad, en mi barrio...

¿Qué le diría a un escritor joven que tiene la aspiración de ser reconocido y consagrarse literariamente?

Yo le diría muy honestamente que si puede ser feliz haciendo otra cosa, que lo haga. Ser escritor es una opción que, en mi opinión, no tomaría alguien que esté dentro de todos sus cabales.

Ser escritor es una forma de heroísmo, de utopía. En mi caso, yo lo soy porque siento que no puedo ser otra cosa, pero a un escritor joven le diría que se lo piense mejor. Si concluye que finalmente quiere serlo, bueno, es muy duro.

¿Nos puede adelantar algo de su nuevo proyecto?

Mira, yo siempre estoy escribiendo, esa es mi vida. Actualmente estoy tratando de terminar un libro de cuentos. Espero terminarlo pronto.

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