PIRRY
El relato de Pirry sobre lo que disparó su depresión y cómo logró manejarla
Guillermo Prieto La Rotta se internó en un hospital hace unos días por cuenta de un episodio de depresión y ansiedad. "Me gusta sentirme vivo", dice.
No es la primera vez que Guillermo Arturo Prieto La Rotta, Pirry, sufre un episodio de depresión y ansiedad —los padece hace años—, pero esta vez confiesa que lo sorprendieron los mensajes de apoyo y de cariño de mucha gente que se siente identificada con este padecimiento, que va en aumento en el mundo y que lo llevó hace unos días a internarse en un hospital de Boyacá.
¿Cómo se siente en este momento tanto física como emocionalmente?
Estoy muy bien, ya superada la crisis, estoy descansando en Boyacá con mi mamá y retomo labores el lunes.
¿Cómo ha sido el apoyo de su mamá, en esta, una de muchas crisis que usted ha sufrido durante años?
Mi mamá es una mamá extraordinaria, muy entregada a sus hijos, siempre ha estado presente aunque no vivimos en la misma ciudad, pero siempre que ella ha podido, ha llegado donde yo esté. Esta vez estábamos celebrando el Año Nuevo con la familia, así que me acompañó desde el principio hasta hoy. Y el amor de la mamá es una cosa que supera cualquier circunstancia.
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¿Qué siente de ver todo el apoyo que ha recibido de la gente en las redes sociales frente a su crisis?
Es curioso, yo estoy diagnosticado y medicado desde hace 12 años, he tenido crisis más duras, esto no fue gran cosa, incluso en mi obra de teatro hablo de esto y me burlo; sin embargo, por la manera en que se filtró la información es como si nadie hubiera sabido que yo tenía estos problemas de depresión.
Los primeros días mi mamá no dejó que yo supiera nada, me dejaron unos comentarios muy hartos, como otros muy bonitos. Pero al segundo día por la noche, mi hermana me dijo “hay mucha gente enviando mensajes de apoyo, deberías leerlos y contestar algo”, y cuando los leí, no tendría palabras para describirlo, lloré, lloré mucho de emoción, pero también sentí como si se hubiera abierto un dique por el cual mucha gente necesitaba desahogarse, me decían: “no puedo creer que estás contando eso, yo he padecido lo mismo durante mucho tiempo”, algunos me aconsejaban: “a mí me funcionó esto”, otros me preguntaban: “¿Qué me aconsejas?”. Sentí como si se hubiera fortalecido un vínculo que tengo con mucha gente.
Es una preocupación genuina en muchos de sus seguidores, en especial en los jóvenes, para quienes es un referente, ¿Gran responsabilidad, no?
Sí, mira, uno hace su trabajo y espera llevarle un mensaje a la gente que cree que es correcto o hace denuncias que considera que la gente necesita saber, y se siente bien, pero no alcanza a calcular esos mensajes qué tanto pueden afectar positivamente a muchas personas. Yo no me siento el Putas de Aguadas. Me dicen que soy un referente, no me siento así. Pero cuando me escriben o me los encuentro y me dicen que se motivaron a hacer algo en su vida por un programa que hice o a hacer ese viaje que querían por algo que escribí o que los inspiré, se me hincha el alma. No existe un sueldo en el mundo que pague la sensación que genera que la gente le diga a uno esas cosas y sentir que uno aporta algo positivo en la vida de alguien.
Si esta no ha sido su crisis más dura, ¿Cuál fue entonces la más difícil?
Mi primer ataque de pánico, cuando yo ni siquiera sabía qué era esto me dio llegando de Pereira una tarde a mi casa, el día que terminamos el trabajo de campo de los dos años de investigación que hicimos de los casos de Garavito. Venía acumulando una cantidad de horrores y de dolor, por las imágenes que tuve que ver, las historias de las necropsias, los testimonios de los pocos que sobrevivieron, de sus familias. Llevaba dos años alimentando esa parte oscura, pero uno no se da cuenta, ese es un problema que tiene la depresión, que uno no sabe que la tiene, se empieza a sentir mal, pero no le dice a nadie porque le parece que es una pendejada. Esa tarde sentí que me estaba dando un ataque cardíaco, era un terror, una ansiedad y no entendía por qué. Se me aceleró el ritmo cardíaco y salí corriendo al hospital, me tomaron los signos vitales, me dijeron: “tienes un ataque de ansiedad, un ataque de pánico” y me remitieron al psiquiatra.
Otro momento fuerte fue cuando empezaron las amenazas en mi contra, me han tocado muchas, pero las más fuertes fueron hace ocho años que tuve que irme del país y al regresar a Colombia empezar a vivir con un esquema de seguridad, con dos carros de escoltas y al principio entré en negación hasta que un día no pude salir de la cama. Volví al psiquiatra, me internaron por tres semanas y empecé un proceso que traigo hasta hoy con medicación y con terapias. Uno descuida las terapias porque se siente bien, deja de ir y da espacio para que se disparen los factores que lo empujan a la depresión.
¿Cuál es el origen de su depresión?
Esta enfermedad tiene una base hereditaria, tengo varios antecedentes en mi familia y eso se potencializa por factores externos como el estrés, la ansiedad y la sobrecarga de trabajo. El psiquiatra quiere atacar los síntomas inmediatos con medicación y con la terapia se busca que uno pueda racionalizarla para manejarla.
¿Qué papel han jugado los deportes en su caso para salir de estas crisis?
Cuando empecé a tener demasiado estrés en el trabajo, estaba amenazado y había muchas presiones sobre mí por los informes que hacía, me costaba concentrarme. Me sentaba a hilar una idea para un tema y era imposible, mi mente se preocupaba más por preocuparse que por ocuparse. En las terapias aprendí a hacer ejercicios y trabajos con la respiración. Cuando uno logra ocuparse, se calma. Para mí que he sido tan activo, hacer bicicleta ha sido una válvula de escape, la cadencia del pedaleo, el aire puro y la respiración le despejan a uno la cabeza y lo tranquilizan. El deporte hace que uno genere gran cantidad de endorfinas, de dopamina, de serotonina, los químicos del cerebro que al faltar hacen que algunos se depriman, porque son los que moderan el estado de ánimo.
Lo señalan de muchas cosas en las redes sociales, hasta de ser drogadicto o alcohólico. ¿Cómo lo maneja?
Cuando empezaron a tomar fuerza las redes, los comentarios me generaban ira, impotencia, rabia y ganas de contestarle a la gente. Después me di cuenta que la mayoría de los que escriben ese tipo de cosas son huevitos con un numerito y 10 seguidores, no se sabe si es un troll. Opté por no sentarme a ver los comentarios de Twitter. Si uno como periodista, que pisa callos, y más con un problema como el mío, se pone a echarle mente a eso, ¡se jode!. Llevo cuatro meses en que le he bajado al Twitter, porque es tóxico, por la forma como la gente se expresa en esta polarización del país. De mí han dicho que soy guerrillero, terrorista, paramilitar, gay, lo que tú quieras. He tratado de no pararle bolas a comentarios ofensivos, groseros y vulgares. Lo manejo terapéuticamente, no parándoles bolas.
¿Noticias como los incendios en Australia afectan su estado mental?
Cuando uno tiene un problema de depresión, pero además tiene su sistema normal de sentimientos, se le combinan esas cosas y lo afectan. Así como he tenido el privilegio en la vida de conocer la Gran Barrera de Coral en Australia, de haberme sumergido en la selva del Amazonas, de haber ido al Polo Norte, de estar en el agua con ballenas jorobadas, de bucear con especies de tiburones y de ver barreras de coral prístinas, perfectas, hace 18 años, y volver en estos tiempos, y ver el ritmo devastador en que se han acabado, y ver la impotencia y el “importaculismo” de la sociedad ante esta debacle; contemplar la crueldad del hombre con las criaturas que debería proteger, me afecta. Con mi novia y con mi terapeuta hemos hablado de que debo limitar las horas del celular. A mí me llega una noticia como la de Australia o los incendios en el Amazonas y no duermo, y eso que estoy medicado para dormir.
¿Cómo ha sido el apoyo de su novia?
El ser humano es sociable y el mayor grado de sociabilidad es el amor. Cuando uno tiene un problema de estos, una palmadita en la espalda ya es buena; un abrazo, un beso, unas palabras amorosas de alguien que lo quiere a uno y se preocupa por uno, le borran cualquier gesto de amargura y le dibujan una sonrisa. Hay gente que puede durar dos años encerrada en su cuarto, hay otros a los que la crisis les puede durar toda la vida. Yo no es que ande todos los días arrastrándome por el suelo, soy muy agradecido porque tengo una vida muy feliz. Tengo una sensibilidad muy alta, no sé si será bueno o malo, y este problema que a veces hace que tenga crisis, pero la gran mayoría de tiempo estoy es muy bien.
¿Alguna vez ha sentido que quiere morir y ha atentado contra su vida?
Uno de los síntomas de la depresión es que uno no le encuentra sentido a la vida y mucha gente en estado de depresión tiene pensamientos suicidas. Yo no, afortunadamente, hasta el momento.
Y el otro lado de mi vida es que me gusta sentirme vivo. Por eso hago deportes de riesgo, salto en paracaídas, escalo, buceo, por esa necesidad de sentirme vivo. Ni es algo que haya contemplado ni tengo ese tipo de pensamientos. Pero cuando estoy muy deprimido no le hallo sentido a nada, digo “y todo esto para qué, sino pasa nada”. Ese pensamiento a veces me alcanza.
¿Qué sigue para Pirry? su público lo espera...
Sé que mucha gente me está esperando, lo que no hay es plataforma. Hago mucho en mis redes sociales, y este año voy a sacar una cantidad de material que esperaba publicar en un canal, pero como nadie se ha interesado, lo voy a poner en mis redes. Tengo dos proyectos para una plataforma de streaming, me voy a Filipinas dos meses y voy a hacer un documental de vida marina a finales de este mes en Baja California, México. Llevaré mi obra a Estados Unidos este año y seguiré con las charlas que me piden para las empresas y universidades.
Trabajo tengo bastante y tres años de material guardado, que como no ha habido quién se interese porque no hay espacio o etcétera, voy a buscar financiación para la posproducción, que es todo lo de los volcanes, los dos meses y medio que estuve en África el año pasado, mucho de vida salvaje, de medio ambiente y de protección del planeta.
Jóvenes frustrados
“Las generaciones de ahora tienen menos oportunidades laborales que antes, trabajan más por menos dinero. Viven en un mercado competitivo súper difícil. Y los medios de comunicación les venden unos modelos de vida que son imposibles de alcanzar.
Ese aumento grande de depresión y ansiedad en Estados Unidos, Europa y Oriente se da porque hay una frustración constante de la gente porque no tienen seguidores en las redes sociales, porque no pueden ser como el influencer que siguen. No tienen el dinero o la capacidad para hacerse los arreglos que se hizo la chica de moda que tiene tres millones de seguidores y también por el bullying que se da en las redes sociales. En esta era digital, tanto la velocidad en la que se vive como la sobreinformación y la venta de unos modelos de vida imposibles de seguir crea frustración. La depresión tiene que ver con la química cerebral. Estos factores disparan la depresión en quienes la padecen”, dice Pirry.
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