Freddie Mercury, una voz hecha en el cielo
Esta semana se estrenó en salas de cine la película ‘Bohemian Rhapsody’, el biopic sobre Freddie Mercury y su legendaria banda Queen. Memorias de la gran ‘Reina’ del Rock.
Al principio fueron las voces. Lejanas y agudas voces que, atravesando un sueño, llegaron para contar su historia. Quien las oiga perderá la capacidad de distinguir entre realidad y fantasía, y atrapado en su hechizo se verá obligado a oír la terrible confesión de un asesino: “Mama, just killed a man / put a gun against his head / pulled my trigger, now he's dead”.
Desde hace más de 40 años, oyentes del todo el mundo hemos quedado hechizados por las voces de ‘Bohemian Rhapsody’, la pieza maestra de Queen, incluida en su álbum ‘A Night at the Opera’, de 1975.
La dramática historia que describe esta canción tiene una belleza trágica, similar a la de una obra de Sófocles o Eurípides, es por ello que tanto Edipo como el “pobre muchacho” que se disculpa ante su madre, expresan con fatalismo: “Desearía nunca haber nacido”. Y nosotros, como esa madre, escuchamos y tratamos de comprender, pero al final sabemos que pase lo que pase “nada importa realmente, el viento sigue soplando”.
Sin embargo, la historia de esta banda inglesa tiene una confesión más devastadora y real. El destino fatal trascendió la música y alcanzó la vida de Freddie Mercury, la voz de voces del rock, quien falleció el 24 de noviembre de 1991 a causa de una bronconeumonía desencadenada por el sida (síndrome de inmunodeficiencia humana).
Un día antes había declarado públicamente que estaba contagiado de esta enfermedad: “Siguiendo la enorme conjetura de la prensa de las últimas dos semanas, es mi deseo confirmar que padezco sida”. Tenía 45 años y llevaba los últimos cuatro años resistiendo con diferentes tratamientos, experimentales para la época.
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Pero, más allá de ponerse en la sartén de la prensa británica y convertirse en símbolo de la lucha contra el sida, en sentido artístico su heroísmo radica en que, desde su diagnóstico en 1987, estuvo de principio a fin cantando, esforzándose a cada minuto por darle forma de melodía al aire que respiraba. Así logró el prodigio de inmortalizar su voz, al tiempo que el virus acababa con su cuerpo. De igual forma, dice la leyenda, murió Orfeo, cantando mientras las ninfas enamoradas de su voz lo devoraban.
Tal vez por ello, en el último periodo de su vida, Mercury abandonó la actitud soberbia de reina que había mantenido por años. Se sabe que caminaba por el Soho acompañado por un séquito de hombres sirvientes a quienes llamaba por nombres de mujer.
Una canción como ‘We are the Champions’, de la que llegó a afirmar “es lo más egoísta y arrogante que he escrito jamás”, representa la mentalidad aquellos días que precedieron al diagnóstico.
Luego, llegado el momento de asumir la responsabilidad por los errores cometidos, Mercury fue fiel a lo que ya había dicho en otra canción, ‘Its a Hard Life’, del álbum ‘Works’ (1984): “Tú ganas o tú pierdes, es una opción que debes aceptar con amor”. En este sentido, es comprensible lo expresado por ‘Phoebe’, su ayudante personal cuyo nombre real es Peter Freestone y uno de quienes estuvieron atendiendo a Mercury hasta su muerte: “Fueron unos días muy tristes, pero Freddie no se deprimía. Se había resignado ante el hecho de que iba a morir. Lo aceptaba. De todas formas, ¿alguien se imagina a un Freddie Mercury anciano?”.
El mismo Mercury nunca se imaginó viejo y mucho menos asumiendo algún tipo de lección por la vida que llevó. Su visión era que todos comentemos errores, pero la gracia de vivir era poseer un buen sentido del humor para no hacer el ridículo, aunque esto también le parecía inevitable, dado que todos hacemos el ridículo, entonces lo mejor sería no tomarse demasiado en serio.
Con ese mismo humor, alguna vez declaró: “No me arrepiento de la mayoría de las decisiones que tomé. Recuerdo con disgusto algunas de las cosas que hice y naturalmente pienso: ‘Dios mío, ¿cómo pude haber hecho eso?’. Pero tengo que decir que, por encima de todo, defenderé la mayoría de las decisiones que he tomado. He tenido contratiempos y problemas enormes, pero me lo he pasado muy bien y no lamento nada. ¡Oh, querido, parezco Édith Piaf!”.
De este modo, con el alegre cinismo que lo caracterizaba y sin temor al ridículo, el hombre que aspiraba a ser una diva como sus admiradas Liza Minnelli y Audrey Hepburn, llegó a componer canciones tan variadas en estilos a veces propios de cabaret y vodevil, pero que se prestan para exhibir toda la gracia de la reina en el escenario: ‘The Fairy Feller’s Master-Stroke’, ‘Killer Queen’, ‘Death on Two Legs’, ‘Lazing on a Sunday Afternoon’, ‘Seaside Rendezvous’, ‘The Millionaire Waltz’, ‘Goog Old-Fashioned Lover Boy’, ‘Sheer Heart Attack’, ‘Bicycle Race’, ‘Don’t Stop Me Now’ y ‘Crazy Little Thing Called Love’, que es un homenaje al estilo de Elvis Presley, el rey del rock a quien el pequeño Forrokh Bulsara -nombre original de Mercury- imitó con entusiasmo cuando aún vivía en la ciudad de Stone Town (Zanzíbar), donde nació un 5 de septiembre de 1946.
Al respecto, cabe agregar una canción más, de una lista bastante extensa, donde Mercury hace alarde de esa herencia indo-árabe de su tierra natal. En ‘Mustapha’, del álbum ‘Jazz’ (1979), la voz inicia con una invocación: “Allah Allah Allah, we'll pray for you”, que domina a la perfección las escalas árabes.
¿Que si a Freddie Mercury le importaba la religión musulmana o hindú? En realidad sus padres practicaban la religión Parsi, en la que fue bautizado a través del llamado rito del fuego, en honor al profeta Zoroastro. Este culto es aún más antiguo que el islam y el cristianismo, aunque hoy día solo una pequeña comunidad lo practica, pero si alguien se lo hubiera preguntado, seguramente Mercury respondería que preferiría hablar de gatos y adornos japoneses.
Pese a ello, en 2006 la revista Time Asia lo incluyó entre los héroes asiáticos más influyentes de los últimos sesenta años y, como cuenta Lesley-Ann Jones en su biografía sobre el cantante: “Es posible que incluso sus cenizas estén ocultas en la tumba de algún fallecido (…) en el cementerio de Brookwood, en Surrey (Inglaterra), que tiene una parcela dedicada a los parsis”. Pero, ciertamente nadie sabe el destino de sus cenizas, solo pueden confirmarlo la familia Bulsara y Mary Austin, o como él la llamaba, “mi vieja fiel”, y a quien dedicó ‘Love of my Life’.
En los últimos dos años de su vida el empeño del cantante fue dejar la mayor cantidad de canciones grabadas, entonces ya sabía que la única manera de enfrentar su muerte era acogiéndola de la única manera que saben los artistas: como un motivo creativo. Y con esa valentía trágica que como en el verso de Barba Jacob opone “contra la muerte coros de alegría”, brotaría una música llena de vida y sensatez que conformaría el último álbum publicado en vida de Mercury: ‘Innuendo’.
Sería el décimo cuarto trabajo discográfico de Queen, pero el único donde la banda definió un sonido lacónico y crudo, no demasiado cálido, acompañando esa voz agonizante que canta con fina modestia, guardando fuerzas para encender su fuego solo en los momentos de clímax, como cuando Mercury entona estas líneas de un profeta:
“Si hay un Dios o cualquier clase de justicia bajo el cielo
Si hay un punto, si hay una razón para vivir o morir
Si hay una respuesta a las preguntas o hemos nacido para preguntar.
(… ) Nos mantendremos intentando.
(…) Sí, nos mantendremos sonrientes, sí.
Y lo que sea que pase, pasará.
Simplemente nos mantendremos intentando,
simplemente nos mantendremos intentando.
Hasta el fin del tiempo, hasta el fin del tiempo”.
‘Innuendo’ fue grabado en 1989 cuando el deterioro físico de Mercury era evidente, pero el resultado obtenido fue un sublime canto de cisne que se eleva sobre todo lo hecho con anterioridad por Queen.
Lanzado al mercado en febrero de 1991, meses antes de que falleciera el cantante, de este álbum al menos dos canciones, el tema épico con ritmos flamencos que le da nombre y la estoica ‘The Show Must Go On’ que mantiene un estremecedor staccato en acordes disminuidos, merecen estar entre lo mejor del rock.
Una impresión sobre esos momentos en estudio la comparte Ann Jones en su libro: “Pese a sus escasas fuerzas, Freddie seguía adelante con más empeño que nunca, y utilizaba el vodka como combustible para las largas y arduas sesiones de estudio”.
También se conservan algunas declaraciones de los integrantes de la banda: “Innuendo se hizo en gran medida con los días contados, ya que realmente Freddie no estaba muy bien”, diría Roger Taylor (baterista).
“Creo que a lo mejor una parte de él pensaba que iba a llegar el milagro, creo que todos lo pensábamos”, dijo Brian May (guitarrista).
Como auténticos ingleses, en su pragmatismo, el milagro que esperaban no era superar la enfermedad, sino alcanzar a terminar el álbum, el cual resultó un éxito más para la carrera de Queen, que llevaba años sin alcanzar un nuevo ‘hit’. De hecho, ‘Innuendo’ llegó al número uno en las listas de ventas inglesas, así como en Suiza, Italia, Alemania y los Países Bajos, y obtuvo disco de oro cuando se publicó en Estados Unidos.
En esos momentos, Mercury ya no vivía para cantar, sino que cantaba para vivir, era lo único que lo mantenía luchando contra el deterioro progresivo de la enfermedad, por lo cual los integrantes decidieron ir de nuevo al estudio que tenían en Montreux (Suiza), para continuar grabando hasta donde las ninfas que devoraban al cantante se lo permitieran.
No obstante, en esta ocasión el cantante no obtuvo el milagro. Debilitado volvió junto a su compañero, Jim Hutton, a pasar los últimos días en su casa Garden Lodge, ubicada en el barrio londinense de Kensington. Allí fue donde le faltó el aire a la voz que hechizaba a cientos de miles en vivo.
Finalmente, en 1995 se publicaría el álbum ‘Made in Heaven’, donde quedaron guardadas las últimas canciones de Mercury que, opuesto al tono nostálgico y casi fúnebre de ‘Innuendo’, interpreta líricas de gratitud y celebración, como de alguien que despierta de un sueño y se percata de que está en un lugar placentero y tranquilo. Podríamos imaginarlo de pie, vestido con un kimono y en zapatillas de ballet, como le encantaba estar en su casa, tomando un té ante una ventana y observando un hermoso jardín donde florecen sus preferidas dalias y lilas blancas. Después de tomar un respiro podría exclamar satisfecho: “Es un hermoso día, el sol está brillando. Me siento bien, y nadie va a detenerme ahora”. Podemos asegurar que el milagro ocurrió, pues su voz no ha dejado de escucharse.
Datos de la leyenda
*Freddie Mercury tuvo diferentes amantes a lo largo de su vida, después de haber confesado su homosexualidad a Mary Austin, su pareja de juventud. Al morir convivía con Jim Hutton, compañero estable desde el año 1986. Hutton fallecería en 2010, a causa del sida. Mercury también tuvo una relación con la actriz alemana Barbara Valentín, fallecida en 2002.
*En 1996, con motivo del quinto aniversario de su muerte, se inauguró en Montreal una estatua en su honor. La obra está ubicada a orillas de lago Leman, donde se tomó la foto del álbum ‘Made In Heaven’.
*‘Bohemian Rhapsody’ se publicó como sencillo en diciembre de 1991, después de la muerte de Mercury. De nuevo, se ubicó en el número 1 de las listas, recaudando más de un millón de libras para la organización benéfica Terence Higgins Trust contra el sida.
*El 5 de septiembre del 2015, para conmemorar los 70 años que habría cumplido el cantante, la Unión Astronómica Internacional decidió llamar ‘Freddiemercury 17473’ a un asteroide que fue descubierto en 1991, el mismo año en que murió.
*El álbum de ‘Greatest Hits’ de Queen se convirtió en el más vendido de todos los tiempos en el Reino Unido, superando a Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band, de los Beatles. Se estima que las ventas totales de álbumes de Queen superan los 300 millones en todo el mundo.
*La discografía de Queen tiene 9 álbumes y 18 sencillos que lograron el puesto número 1 en las listas de ventas de Inglaterra y Estados Unidos.
*Marc Martel, cantante canadiense nacido en 1976, es reconocido por poseer una voz con un parecido impresionante a la de Freddie Mercury. Los integrantes sobrevivientes de Queen le pidieron formar el tributo oficial ‘Queen Extravaganza’, y fue encargado de doblar la voz en las canciones de la película ‘Bohemian Rhapsody’.
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