Turismo
El Festijazz que se escucha al borde del río Magdalena
La ciudad tuvo un 100% de ocupación hotelera en uno de los festivales musicales más importantes del país.
Mompox la ciudad Patrimonio Histórico de la Humanidad, en estos días se viste de saxofones, baterías y guitarras, para traer a Colombia los sonidos metálicos que caracterizan la música de los Estados Unidos, el Jazz. La ciudad del departamento de Bolívar, donde “no sopla una brisita”, como lo dijo Alexander Von Humbold, sincopa la vida de los visitantes que llegan de todas partes de Colombia y el mundo.
No es la primera vez que el Jazz llega a las calles de Mompox, ya en el siglo XIX la ciudad albergaba las grabaciones clandestinas que venían desde Estados Unidos, pasaban por el Golfo de México y transitaban al interior del país por el río; un lugar que desde hace 10 años cobija el festival gracias a la gestión de todos los gobernadores de Bolívar y de su creador el entonces gobernador Juan Carlos Gossain.
La primera noche de conciertos fue todo un éxito; no solo hubo presentaciones del Jazz contemporáneo, lleno de semidisminuídos, bemoles y sostenidos; también hubo representación de la salsa caleña; los arrullos de Buenaventura; el Joropo del Casanare; el Carnaval de Barranquilla, y el vallenato de los Caciques.
La tarima, ubicada como no puede ser de otro modo al lado del río Magdalena, recibió primero a Acrosalsa, el espectáculo a 45 revoluciones por minuto calentó los ánimos; luego los tresillos de Micna Quintet se transportaron por las aguas del Magdalena, llenando de colores estridentes el entorno.
Desde el Río Yurumanguí, en el sur del Valle del Cauca, y tras 14 horas de viaje, los 10 integrantes de la agrupación MatáChindé hipnotizaron al Caribe, desde el Pacífico trajeron sus sonrisas, sus palos de agua, sus tambores, y su marimba de chonta para cantarle a la virgen con los sonidos de su río, de otro río, de otra tierra.
Fue otro río, el Orinoco, el que se apropió a renglón seguido de la tarima. Cimarrón llegó con su arpa, sus gavilanes, sus historias de coleo, y su mujer brava, porque la voz líder de la agrupación no es otra que Ana Veydó, quien encantó, y cautivó, acompañada de un grupo de músicos y bailarines que enriquecen aún más la música llanera que hermana desde hace mucho tiempo los llanos de Colombia y Venezuela.
Tras ese recorrido por el occidente y sur de Colombia, la música se trasladó a la casa, al Caribe, en donde Checo Acosta, ganador de varios Congos de Oro en el Carnaval de Barranquilla y quien ya cumple 36 años de vida artística, con su rama de tamarindo puso a bailar a los asistentes.
Diego Daza, vallenatero de profesión, cerró en su casa, con un bello homenaje a Omar Geles, quien falleció hace tan solo algunos meses en Valledupar.