CORONAVIRUS
La vida después de la vacuna anticovid-19: ¿qué ha cambiado para quienes ya la tienen?
Vacunarse contra el covid es retomar el control, ponerle fin a la incertidumbre y, para los mayores de 80, volver al médico y examinar esas enfermedades desatendidas. Nadie, eso sí, se confía. Medidas de bioseguridad son “hábitos de vida”.
Mientras estiraba su brazo izquierdo para que le aplicaran la vacuna de Pfizer contra al covid-19, el infectólogo José Millán Oñate cerró los ojos y recordó – “como en una película” - el sufrimiento del ser humano durante el año 2020, cuando se esparció por todo el mundo la pandemia del nuevo coronavirus.
— Vi el padecimiento de la humanidad, cómo este virus nos cambió la vida, causó una alteración en la dinámica personal y familiar. Sentí esa impotencia de nosotros los médicos y de las familias de quienes han fallecido, que no pudieron despedirse de su ser querido, que no pudieron verlo, esa tristeza que todavía veo a diario. Y pensé en el dolor que se hubiera evitado si ese líquido que me estaban aplicando lo hubiéramos tenido antes.
Cuando el enfermero retiró la aguja, el doctor Millán percibió un leve dolor en el brazo izquierdo. Mientras estuvo en observación para cerciorarse de que la vacuna no le generara ningún otro síntoma, se le vino a su mente su familia: el cantante de vallenatos Jorge Oñate, quien nació en el mismo pueblo donde nació el doctor, La Paz, en el departamento del Cesar, y murió por complicaciones derivadas del covid-19. También recordó a su tía, quien murió en Valledupar a causa del virus. Y a sus colegas que fallecieron o terminaron en una Unidad de Cuidados Intensivos.
— Fui testigo de cómo los médicos íbamos cayendo, unos hospitalizados, otros murieron. Cuando tus colegas, tus familiares, tus amigos, mueren por covid, te deja una sensación de impotencia, pero me dio también un impulso para seguir luchando contra esta enfermedad que causa el SARS-CoV-2, de la que no hay que confiarse.
Una vez se retiró del área de observación en el Centro Médico Imbanaco, donde trabaja, y ya inmunizado con la segunda dosis de la vacuna de Pfizer, el doctor Millán se prometió seguir su vida con los mismos cuidados que ha tenido durante la pandemia: distanciamiento físico, lavado de manos y uso de tapabocas. No celebrar cumpleaños, no asistir a fiestas o aglomeraciones, no abrazar, no besar. La vacuna es algo así como ponerse un chaleco antibalas en una zona de guerra: una protección adicional, garantizar que si nos enfermamos los síntomas serán leves, pero hay que mantenerse atentos.
— La vacuna no debemos verla como un pasaporte para hacer lo que antes hacíamos. Todavía, para llegar a la normalidad, va a ser fundamental que nos vacunemos todos en el menor tiempo posible y generar esa inmunidad colectiva. Mientras tanto, los vacunados tenemos la responsabilidad de seguir cuidándonos para que las personas que no lo están, tengan el chance de hacerlo y no corramos el riesgo de contagiarlas.
A veces, cuando el doctor Millán revisa sus redes sociales, se sonríe. Observa las publicaciones de sus amigos de la Asociación Colombiana de infectología que preside, y las de las familias de personas de más de 80 años que postean el certificado de vacunación, y se dice que aquella es una vida más que se le arrebata al coronavirus.
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Por WhatsApp, el terapeuta respiratorio Danny William Malfitano Palacios, de 38 años, comparte las fotos que le tomaron cuando le aplicaron la vacuna de Pfizer. Pese a llevar un tapabocas N95, en la fotografía sus ojos delatan una sonrisa gigante tras la mascarilla.
Danny trabaja en la UCI covid del hospital Luis Ablanque de la Plata donde, entre otros procedimientos, asiste a los médicos en la intubación de los pacientes. También se encarga de hacer las pruebas de quienes sospechan tener la enfermedad. Estar en la primera línea contra el coronavirus es estresante, dice, y por eso, en broma, les comentaba a sus jefes que sería el primero en vacunarse, lo que terminó cumpliéndose. Danny fue el primer vacunado contra el covid-19 en el Distrito de Buenaventura.
Era tal el estrés que sentía en su trabajo, antes de la vacuna, que se enfermó “psicológicamente”. Llegaba a su casa con los síntomas del covid: pérdida del olfato, decaimiento, dolor de cabeza. Cuando se tomaba la prueba, salía negativa. En una ocasión se hizo una tomografía de tórax que mostraba signos clínicos de covid en el pulmón. Se volvió a hacer la prueba, y resultó de nuevo negativa. Un médico concluyó que lo que se veía en la tomografía era consecuencia de una bronquitis que Danny padeció en el pasado. Pero su temor de enfermarse continuaba.
Dejó de visitar a sus padres, que viven a un par de calles de la suya, se aisló en su casa para no contagiar a su esposa y a su hija, y cuando se ponía los trajes de seguridad al llegar a los turnos en la UCI, le era inevitable sentir angustia ante un posible contagio.
Ahora llega al turno tranquilo– la vacuna es una manera de retomar la sensación de control de la vida, ponerle fin a la incertidumbre - pero tampoco se confía.
— El virus que causa el covid puede ser impredecible.
En una ocasión atendió el caso de una mujer positiva de covid con 31 semanas de embarazo. Mientras la intubaban – no mejoró con el oxígeno – entró en trabajo de parto. Eran las 2:00 de la mañana. Cuando el médico cortó el cordón umbilical, y la paciente quedó intubada, Danny corrió con el recién nacido entre sus manos a la sala de partos, donde lo reanimaron. Después lo remitieron a una clínica de Cali. Tanto el bebé, como su mamá, sobrevivieron. Fue uno de sus días más felices en medio de tragedia de la pandemia, después de ver personas que morían ahogadas cuando aún en Buenaventura no llegaban los ventiladores mecánicos. Tal vez por eso, y pese a la confianza que le genera la vacuna, Danny aún no se anima a abrazar a sus padres.
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El “pinchazo” más feliz que ha recibido la doctora Susana Santamaría fue esa segunda dosis de la vacuna. No era para menos. Cuando comenzó la pandemia en Wuhan, China, los otorrinolaringólogos figuraban entre los profesionales sanitarios más afectados por el covid, debido a su especialidad: examinan nariz, garganta y oídos.
Una investigación publicada en la revista Laryngoscope decía que “el riesgo de los otorrinolaringólogos frente al SARS-CoV-2 es elevado durante la exploración de la vía aerodigestiva superior y en las intervenciones endoscópicas, debido a que durante estos procedimientos están expuestos directamente a la salida de aerosoles por la vía aérea superior y a que la carga viral del SARS-CoV-2 es mayor en la parte posterior de las fosas nasales, con independencia de si el paciente es sintomático o asintomático”.
Cuando el virus se confirmó en Colombia en marzo de 2020, la doctora Susana, vinculada a la Clínica Valle del Lili hace 20 años, suspendió las consultas. También las cirugías, a no ser que fueran urgentes. En la medida en que se diseñaron guías para protegerse del virus comenzó, semanas más tarde, a realizar algunos procedimientos. A los pacientes que ha operado en el último año les solicitó una prueba PCR 24 o 48 horas antes de la cirugía, por ejemplo. Nadie se negó.
Al parecer los protocolos de bioseguridad de los otorrinos funcionaron. En la Asociación Colombiana de Otorrinos a la que pertenece la doctora Susana tienen reportes de solo dos colegas fallecidos por covid durante un año de pandemia.
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En su caso jamás fue a trabajar con miedo. Sí con precauciones, pero no con miedo. Ella considera que el miedo no es un sentimiento muy adecuado. El miedo es el peor enemigo de los médicos y el mejor amigo del virus que causa el covid, dice.
— Te pone ansioso, te puede hacer equivocar en las medidas de protección, afecta el sistema inmune, así que se queda fácilmente expuesto al contagio.
Mientras la doctora Susana se dirigía a su consultorio, los que más sentían temor eran su esposo y sus dos hijos, en especial durante los picos de la pandemia. Pero todo resultó bien. En su familia nadie se ha infectado, y la vacuna fue un alivio. La doctora Susana no sintió nada cuando se la aplicaron. Media hora después del antídoto, se fue a operar a un paciente.
Al terapeuta respiratorio Ricardo Mejía no le fue tan bien, por lo que apenas le han puesto una sola dosis de la vacuna de Pfizer. Horas más tarde de recibirla presentó una reacción en la vista. También dolor de cabeza, mareo, un incremento de la presión.
Al siguiente día tenía la visión borrosa, nublada. Por más que parpadeaba, no mejoraba. Llamó a su EPS, que hasta el momento, siente Ricardo, se ha dedicado a descartar que esos síntomas hayan sido producto de la vacuna, y no determinar lo importante: por qué le ocurrieron.
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Los médicos que han trabajado junto a él lo presentan como “el héroe de la pandemia”. Además de trabajar en la UCI para pacientes covid de la Clínica Rey David, Ricardo se dedicó a intentar salvar a quienes tomaban la decisión de enfrentar al coronavirus en su casa. Gente que no quería aislarse en una clínica, y si fuera el caso, preferían morir junto a su familia.
Así que, una vez terminaba sus turnos en la clínica, los visitaba. No estaba dispuesto a ver morir más gente por el virus, por lo que les ofreció técnicas como la ventilación mecánica no invasiva, que al principio de la pandemia estaba contraindicada no porque fuera perjudicial para el paciente, sino por el peligro de esparcir el virus en el recinto donde se practicara. Ricardo hizo lo que su corazón le indicó y se expuso.
La ventilación mecánica no invasiva es un método en el que al paciente se le pone una especie de máscara sellada, y un equipo envía un flujo de aire que genera presión en el pulmón, como si lo inflara dos veces más de lo habitual. Cuando el paciente bota el aire, una parte queda en el equipo y otra en el ambiente, lo que puede disipar el virus. Ricardo, una vez explicado el procedimiento a los familiares, y tomando las medidas de protección – al principio se ponía dos tapabocas N95, después compró una máscara especial - lo empezó a implementar con muy buenos resultados. Uno de los pacientes, Alberto Anzola, de 94 años, pese a tener una neumonía previa, sobrevivió al covid.
Ahora, tras la vacuna, el anhelo de Ricardo es resolver la incertidumbre que le dejó esa primera dosis, encontrar los motivos de los síntomas que afectaron sus ojos. Y unir a su familia. Su esposa y su hijo están otra vez en casa, después de que decidiera llevarlos a otra ciudad para no exponerlos al contagio por su trabajo.
En el Cottolengo hubo dos picos de contagio. El grupo Voluntarios Covid-19 de Univalle suministró el tratamiento temprano contra la infección
del virus a base de Ivermectina. Hubo un fallecido.
Los mayores de 80 que han recibido la vacuna Sinovac dicen no haber sentido malestar alguno. El primero en recibir la dosis en Cali fue don Leonel Orozco, un ingeniero civil nacido hace 84 años en Zarzal, y quien desde hace dos años reside en la Fundación Luz y Vida, al norte de la ciudad.
Don Leonel, que alguna vez salió en la prensa cuando lo entrevistaban durante la inauguración de una gran obra o puente en el que él haya participado, dice sonriendo que nunca lo habían abordado tantos periodistas y fotógrafos como en la mañana en la que recibió la primera dosis de la vacuna china.
Su plan, una vez reciba la segunda dosis, es visitar, por fin, un especialista que le revise su columna vertebral, pues se le han agravado las dolencias que le dejó un accidente de hace algunos años y no puede caminar a no ser que se sostenga con un bastón. La pandemia hizo que encontrar una cita para un hombre de su edad fuera imposible, por los riesgos de contagio en los hospitales.
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Uno de sus amigos en el Hogar, el agricultor y ganadero Álvaro Martínez Caicedo, 80 años, quien llegó a las residencias Luz y Vida después de esos golpes del destino fortísimos (uno de sus hijos se convirtió en habitante de calle debido a la adicción a la droga y falleció de un paro cardiorrespiratorio) dice que una vez reciba la segunda dosis de la vacuna de Sinovac visitará al médico para que le operen las cataratas de su ojo izquierdo, algo que debido a la pandemia no pudo hacer. La vacuna en los mayores de 80 representa la posibilidad de enfrentar las dolencias desatendidas.
También de ganar, de nuevo, algo de dinero. Es lo que piensa hacer Daniel Sarria Herrera, de 83 años, quien vive en la Fundación el Cottolengo, en el municipio de Jamundí.
Daniel se dedica al oficio que ejerce desde sus 14 años: la zapatería. Hace llaveros en forma de zapatos que el Cottolengo vende para ayudar al sostenimiento de todos. Antes de la pandemia, Daniel vendía algunos por su cuenta. Se iba para el centro de Cali y se los ofrecía a los turistas. La plata le alcanzaba para comprarse algún antojo, generalmente ropa. Le gusta estar bien vestido. Ahora, con la vacuna, espera salir de nuevo a hacer sus ventas, aunque habrá que esperar. En el Cottolengo, hasta que los 240 adultos mayores que viven allí estén vacunados, no flexibilizarán las medidas de bioseguridad, como salir de la institución. De momento 97 fueron inmunizados.
Entre ellos don Álvaro Ramírez, 89 años, quien permanece en la huerta. Desde que lo vacunaron, dice estar más tranquilo frente al virus, aunque confiesa que nunca sintió miedo estando en medio da las plantas y los árboles del Cottolengo. Cuando recibió la primera dosis del antídoto chino que ha demostrado tener pocos efectos secundarios en las personas de la tercera edad, recordó un pasaje de la Biblia: “los últimos serán los primeros”. Don Álvaro estaba seguro que los ancianatos serían los últimos en recibir la vacuna.
El joyero Leonardo García Sarmiento dice ser el papá de todos en el Cottolengo. Tiene 93 años, aunque conserva la vitalidad intacta. Apenas le molesta la presión. La voz de sus épocas de cantante de música popular igualmente se mantiene como si el tiempo no hubiera pasado. Tras la vacuna, comenta con ese tono grave, su vida no ha cambiado, más allá de esa sensación de tranquilidad. No piensa salir del Cottolengo. Para qué, si allí es feliz enseñándole al médico de la Fundación a tocar guitarra, o arreglando la música del himno de la institución. Así que por ahora, así reciba la segunda dosis, no tiene ningún plan distinto a seguirse cuidando y disfrutar de las cosas simples de la vida, algo que se aprende con la vejez.
Vacunarse contra el covid no es ‘blindarse’
Pese a la buena noticia que ha significado para el mundo la llegada de las vacunas contra el covid-19, científicos y especialistas aseguran que aún los vacunados deben mantener las medidas de bioseguridad que hasta el momento han resultado efectivas contra el virus que causa la enfermedad: uso de tababocas, lavado de manos y distanciamiento físico.
“Es preciso investigar más para entender la inmunidad que una vacuna contra el covid-19 brinda y cuánto dura esa protección”, explica un informe de la organización Mayo Clinic.
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Según el documento, después de recibir ambas dosis de una vacuna de ARN mensajero contra el covid-19 (que fueron las primeras vacunas autorizadas para administración en Estados Unidos), “el cuerpo necesita aproximadamente dos semanas para desarrollar completa inmunidad. Con la vacuna de Janssen y Johnson & Johnson contra el covid hay que esperar hasta cuatro semanas para desarrollar completa inmunidad. No obstante, incluso después de vacunarse, aún se puede contraer la infección porque no hay que olvidar que la vacuna de Pfizer-BioNTech tiene una eficacia del 95 por ciento para prevenir una enfermedad del coronavirus con síntomas. La vacuna de Moderna tiene una eficacia del 94,1 por ciento para prevenir una enfermedad del coronavirus con síntomas, mientras que la vacuna de Janssen y Johnson & Johnson tiene una eficacia del 66 por ciento para prevenir una enfermedad del coronavirus con síntomas. Por ello, aunque el riesgo de contraer el virus sea bajo después de vacunarse, todavía puede ocurrir”.
El presidente Iván Duque anunció que este fin de semana el país recibió la primera entrega de vacunas de AstraZeneca, del mecanismo Covax.
Igualmente, aún está en estudio si las vacunas reducen la propagación del coronavirus. Es decir: no se sabe si una persona vacunada puede ser portadora del virus y contagiar a los demás.
“Es necesario investigar más para determinar si una persona puede seguir contagiando después de recibir la vacuna. Debido a estos factores, las personas ya vacunadas todavía pueden poner en riesgo la salud de otros familiares y amigos no vacunados si los visitan en persona. Por ello hay que seguir con las precauciones de seguridad y considerar abstenerse de visitar en persona a amigos y familiares hasta que se sepa más acerca de la inmunidad que brindan las vacunas. En caso de querer hacer una visita en persona, hay que recordar mantenerse a distancia de los demás, usar mascarilla, hacer que dentro de lo posible la visita sea al aire libre o abrir ventanas y puertas para que el espacio esté bien ventilado, además de lavarse las manos con frecuencia”, dice el informe de Mayo Clinic.
“Vacuna de AstraZeneca es segura”: OMS
Los beneficios de la vacuna anticovid de AstraZeneca superan sus riesgos, concluyeron los expertos de la Organización Mundial de la Salud, OMS, que aseguraron que los análisis descartan que vacunarse contra el coronavirus provoque un aumento de probabilidad de coágulos sanguíneos.
“La vacuna AstraZeneca continúa teniendo un perfil beneficios-riesgo positivo, con un enorme potencial para prevenir las infecciones y reducir los decesos en el mundo”, aseguró el comité consultivo mundial de la seguridad de las vacunas, Gacvs, de la OMS en un comunicado.
“Los datos disponibles no sugieren ningún incremento global de la coagulación, como trombosis venosas o embolias pulmonares, después de vacunarse contra el covid-19”, añadió el comité.
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El comité Gacvs reconoce que se han detectado casos “excepcionales” de trombos cerebrales en Europa después de que los pacientes hubieran sido inyectados con la vacuna AstraZeneca, pero “no es seguro de que hayan sido causados por la vacunación”.
La Agencia Europea de Medicamentos, EMA, había dictaminado esta semana que la vacuna era “segura y eficaz”.
Las autoridades sanitarias europeas han detectado 18 casos de trombosis cerebrales, de un total de más de 20 millones de vacunados con AstraZeneca, y “una relación de causalidad con esos sucesos excepcionales no ha sido establecida por el momento”, precisaron los expertos.
Este fin de semana Colombia recibió 244.800 vacunas de AstraZeneca adquiridas por el mecanismo Covax y 774.320 dosis más de la farmacéutica China, Sinovac, para continuar con el proceso de vacunación del personal de salud y las personas de la tercera edad.