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Amigos de siempre

Son los que celebran sin envidias los éxitos y acompañan desde cerca o lejos en duelos y mudanzas.

14 de diciembre de 2024 Por: Muni Jensen
Muni Jensen

Hoy prefiero no escribir sobre Trump, su controvertido gabinete y la renuncia forzada del director del FBI, ni analizar el impacto del nombramiento de un sheri@ para Embajador de Estados Unidos en Colombia. Mucho menos quiero hablar de Kamala, que desapareció del todo, ni del viaje de Biden a África. Las complejidades que representa la caída del régimen Assad en Siria y el impacto que tenga este cambio de tercio en la región tampoco serán tema esta semana. Aunque resulte tentador especular sobre los motivos del asesinato a tiros del consejero delegado de United Health en plena calle de Nueva York, y el atípico perfil del asesino con educación de lujo y familia prominente, tampoco interesa.

No es momento para discutir los prontos éxitos de Milei ni si el nuevo ministro de Petro es moderado. Es diciembre, caramba, y estamos cansados. El mundo nos aturde, las noticias nos preocupan, el descontento crece y todos estamos listos para unas copas y un nuevo año más tranquilo.

Estos días, antes de la tormenta navideña, son el momento perfecto para celebrar la amistad, juntarse con los de toda la vida, esos que se saben todas las verdades y nos han acompañado en momentos de tumbos y triunfos; los que saben quien no prueba la cebolla cruda y quien adora el chocolate, cuáles se duermen tarde y los madrugadores, el chiste favorito y las canciones de la época, los miedos y las ilusiones. Buscar a los que estuvieron en nuestro primer día de kínder, en la primera comunión, la que nos enseñó a fumar el primer cigarrillo. Los que secaron las lágrimas tras el primer despecho, y fueron juntos a la fiesta del grado y de matrimonio. La amistad que aguanta décadas y kilómetros, y perdona épocas donde nos desaparecemos. Son los que celebran sin envidias los éxitos y acompañan desde cerca o lejos en duelos y mudanzas. Los que sacan el tiempo para despachar consejos y advertencias en una sesión nocturna de terapia improvisada frente al mar. Con los amigos de siempre no hay mentiras ni disfraces, solo empatía, consejos y comprensión. Entre amigos valen las lágrimas y también llorar de risa en la mesa del almuerzo, y las burlas recordando momentos absurdos, anécdotas secretas y novios impresentables. Los amigos saben que todos tenemos miedos, preocupaciones de salud, pérdidas de los más cercanos y el peso de la vejez de nuestros padres; las preocupaciones sobre el futuro nuestro y angustia de que será de los hijos y sus redes sociales en este mundo revuelto. Podemos comentar los tropiezos laborales, familiares y existenciales, y al final, cómo incluir más paseos juntos.

Recientemente, logramos uno de esos encuentros, donde confirmé que, aunque tengamos más canas y la vida nos haya golpeado de distintas maneras, queda intacta la risa, la confianza transparente y la capacidad de hablar y desayunar sin maquillaje. Pero no hay edad para esta sensación. Amigos de siempre son también los jóvenes compañeros de colegio reunidos para ver un partido, adolescentes tirados en una terraza recordando la niñez, cuatro mujeres exitosas que almuerzan todos los miércoles en el mismo lugar, el encuentro de melómanos con sus guitarras, un combo que vivió un verano hace décadas en una ciudad diferente. Los amigos de siempre son un híbrido indispensable que existe en el perfecto espacio entre la familia y el paraíso.

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