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¿Lo despertamos?
Pues decisiones difíciles se toman en la Casa Blanca, tanto en la Oficina Oval, que es la del presidente, como en la oficina del Gabinete ministerial.
Para el estudioso de la política nada más interesante que conocer las intimidades del proceso de toma de decisiones en momentos de crisis en el nivel presidencial. Y con mayor razón cuando se trata de la presidencia de los Estados Unidos, decisiones que, normalmente, afectan a todos los ciudadanos del planeta.
El periodista y buen consejero político George Stephanopoulos ha publicado un libro, fascinante, que se llama ‘Situation Room, la historia íntima de los presidentes en crisis’.
Intenté dedicar una columna a explicar alguno de los casos que él considera y describe con pleno conocimiento, pero resulta muy difícil por la complejidad de los casos, la multiplicidad de informaciones que llegan, las propuestas que se hacen y se deshacen y finalmente la decisión más compleja que es las de si cuando la crisis se presenta en la noche, se despierta al presidente o no y luego el proceso de opiniones para inducir una decisión presidencial sobre una situación crítica.
Pues decisiones difíciles se toman en la Casa Blanca, tanto en la Oficina Oval, que es la del presidente, como en la oficina del Gabinete ministerial. Pero desde hace un tiempo se creó lo que se llama el Situation Room, que tiene un director y que es el que convoca en momentos de crisis a funcionarios de muy alto nivel que inmediatamente o más tarde tienen que tomar la decisión de despertar o no al señor presidente para que él tome la decisión que sea más apropiada.
Cada capítulo ofrece circunstancias muy diferentes, perplejidades muy grandes y opciones no siempre muy claras, incluyendo la más importante que es la de, realmente, ordenar despertar al presidente para incorporarlo a la discusión o a la decisión final.
Como es de esperarse, se producen propuestas muy radicales y otras bastante blandas, unas pueden significar la muerte de personas inocentes, otras llevan a errores que es muy difícil evitar porque no siempre se cuenta con una información completa y es inescapable asumir riesgos que, en una discusión posterior, se habrían podido evitar, pero que en el salón de crisis no hay mucho tiempo para evaluar y considerar con mucha sangre fría. Por supuesto, el autor no solamente recoge sus propias experiencias, sino que consulta en ocasiones las memorias de algunos de los que fueron protagonistas de alguna de estas situaciones para corroborar así la autenticidad de su información y sus percepciones.
Estos momentos de crisis son muy reveladores de la capacidad de acierto de funcionarios muy altos y de la visión y audacia de los presidentes que finalmente tienen que jugarse indicando uno u otro camino.
No creo que entre nosotros se presenten con tanta frecuencia como en la Casa Blanca este tipo de crisis y, en todo caso, sería muy excepcional que ellas tengan lugar en la noche y por ello se podría decir que casi siempre el presidente estaría presente desde el comienzo del proceso decisorio porque este normalmente se presenta durante el día. Nos hacen mucha falta descripciones de este tipo de situaciones porque ofrecen lecciones invaluables para presidentes que tengan que afrontar situaciones similares.
En todo caso, el libro resulta muy atractivo y sin duda sugestivo e interesante para las personas que tienen alguna curiosidad por lo que pasa en los Palacios presidenciales.