Un humedal es un ecosistema conformado por una porción de agua y otra de tierra; un lago y a su alrededor un bosque.

Por su riqueza hídrica, los nacimientos de agua de los Farallones, sus siete ríos, Cali es una ciudad de humedales. Solo en su zona urbana hay 61; 18 de ellos están en terrenos del municipio, el resto, 43, le pertenecen a privados.

Pocos caleños lo saben, lo dimensionan, pero esa cantidad de humedales hacen de esta capital una ciudad privilegiada. Hay una frase que lo explica así: “tener humedales es tener futuro”. En tiempos de calentamiento global, cambio climático, previenen inundaciones.

“Los humedales están conectados a todo el sistema hídrico del territorio, no solo a los ríos, sino al agua subterránea. Por eso, en temporada de lluvias, absorben el agua y evitan inundaciones en la zona plana, lo que los hace imprescindibles para la gestión del riesgo en la ciudad”, explica Ana María Valencia, quien hace parte del equipo del Dagma encargado de cuidar los humedales.

El Ecoparque Lago de Las Garzas de la Comuna 22, donde nos encontramos e iniciamos este recorrido por los ‘pulmones verdes’ de Cali, es un humedal alimentado a diario por una derivación del río Pance, por ejemplo.

Caminar por su bosque, recorrer los senderos de su lago, es como ingresar a una reserva natural lejana, cuando en realidad se está en medio de la ciudad. Solo se escuchan pájaros: mirlas, pellares, el cuco ardilla, la chilacoa, la batará carcajada.

En los humedales de Cali se han registrado alrededor de 100 especies de aves que dependen de estos ecosistemas, varias de ellas migratorias que encuentran las condiciones ideales para alimentar a sus polluelos.

Los humedales son también espacio de disfrute y encuentro ciudadano. Foto Raúl Palacios. | Foto: El País

Los ciudadanos a su vez hallan aquí el ‘baño de bosque’ que necesitan para curar su cuerpo y su mente. No son pocos los que acuden a los humedales después de que su médico de cabecera les recetara el contacto con la naturaleza.

También son recorridos por estudiantes de colegios y universidades. Los humedales son campos para el aprendizaje de la biodiversidad.

“Y muy importante es que, por toda la cobertura boscosa que está alrededor de los humedales, y las algas, aportan a absorber partículas de Co2, por lo que ayudan a mitigar el cambio climático y bajar la contaminación en la atmósfera”, continúa Ana María.

Sin embargo, que los humedales estén en medio de las ciudades también los pone en alto riesgo. El desarrollo urbanístico es uno de ellos: los nuevos edificios, centros comerciales, las calles, los fragmenta. A veces, les cortan las venas por donde les llega el agua de los ríos, o sepultan con cemento sus nacimientos naturales, luego mueren lentamente.

Más de 100 especies de aves han sido registradas en los humedales de Cali. Foto Raúl Palacios. | Foto: El País

Otra amenaza para los humedales es la introducción de especies consideradas invasoras, como los patos caseros, lo que afecta su dinámica natural; y la deforestación de sus alrededores.

Por eso hoy, 2 de febrero, Día Mundial de los Humedales, en Cali se realizarán talleres y conversatorios para entender su importancia para la vida y por ende, la necesidad urgente de protegerlos.

“Los humedales son ecosistemas muy valiosos, pero también muy frágiles. En el mundo entero se han perdido millones de hectáreas de humedales por esa fragilidad. Todo empieza por el desconocimiento. No sabemos cómo se conforman los humedales, y su importancia para el planeta, luego se hacen prácticas que los afectan. El desconocimiento es la principal amenaza”, dice Ana María Valencia, del Dagma, mientras iniciamos el recorrido por los humedales más importantes de Cali.

En diciembre se celebran los 30 años de creación del humedal y Ecoparque Las Garzas. Foto Raúl Palacios. | Foto: El País

Las Garzas cumplen 30 años

El ecoparque y humedal Las Garzas, ubicado en la Comuna 22 al sur de Cali, no es solo un icono de la ciudad, sino también internacional. Vienen a recorrerlo turistas de diferentes partes del mundo, como esta mañana de miércoles, cuando lo visita Douglas Armando Molina, de El Salvador.

“Es una belleza, felicito a Cali por la responsabilidad que está mostrando con el medio ambiente cuidando estos espacios. Lo que más me sorprende es que esta isla esté dentro de la ciudad. Cada uno de los países de América Latina debería tomar letra de este ejemplo”, decía mientras avistaba las garzas que le dieron el nombre a este refugio natural.

Se posaron desde el siglo pasado en el lago y son conocidas como las Garzas del Ganado. Se alimentan de insectos como grillos y moscas. También de las garrapatas que les quitan a las vacas de los potreros cercanos.

A las 5:00 de la tarde, cuando terminan de alimentarse, regresan al humedal y todo se torna blanco, como su plumaje.

Observadores de aves y pajareros, entre los principales visitantes de los humedales de Cali. Foto Raúl Palacios. | Foto: El País

Al principio de los tiempos, el humedal de Las Garzas era en realidad un reservorio de agua artificial de la gran hacienda Cañasgordas y las fincas de los alrededores. Lo utilizaba el ganado. Para construir el reservorio, se sacó una derivación del río Pance.

Con el tiempo las fincas se fueron reduciendo, los lotes parcelados, y, para cumplir la norma, se le dejó a la Alcaldía un terreno de 4.7 hectáreas en condición de zona cedida para uso público: el lago.

Allí los caleños acostumbraban a bañarse los domingos – hay historias de ahogados – lavaban los carros o tiraban escombros. Durante décadas, el hoy conocido como Ecoparque Las Garzas no tuvo control.

Todo cambió con una tragedia que enlutó a Cali el miércoles 20 de diciembre de 1995, hace ya 30 años: el vuelo 965 de American Airlines que se estrelló en Buga, después de partir del aeropuerto de Miami con decenas de caleños que venían a pasar Navidad.

Los humedales representan pulmones verdes en medio de la ciudad. Foto Raúl Palacios. | Foto: El País

Como tributo a su memoria, sus familiares decidieron sembrar árboles y encontraron que el lugar perfecto para hacerlo es el que hoy se conoce como humedal Las Garzas, donde hay Uva de Brasil – que atraen a los guatines en días de cosecha – manglares, chiminangos, gualanday, orejero dormilón, samanes, entre muchas otras especies.

Fueron los familiares de las víctimas del accidente de American Airlines los que limpiaron el terreno, sacaron los escombros, sembraron los árboles y crearon el Ecoparque Las Garzas, administrado por el Colegio Bolívar hasta 2009, tras un convenio con la CVC y el Dagma, y desde entonces custodiado por la Alcaldía.

Sin embargo, no todo es ‘verde y puro’ en el humedal. Enfrenta una grave amenaza.

" Tiene que ver con las aguas del río Pance que surten el espejo de agua del Ecoparque Las Garzas. A la gente el fin de semana le gusta hacer charquitos en el río para bañarse, lo que represa el agua. Entonces, el lunes sobre todo, el agua que llega disminuye de manera ostensible. También hay vecinos que retienen el agua. Por eso nos toca subir a pedir que la suelten. Poco a poco la gente entiende que todo está conectado”, cuenta Ana María Valencia, del grupo de Humedales del Dagma.

En esta mañana de miércoles al humedal Las Garzas no le está entrando una sola gota de agua del río Pance. Mientras Ana María lo reporta, seguimos el recorrido.

El humedal El Retiro está ubicado en la Comuna 22 de Cali. | Foto: El País

La belleza de El Retiro

Muy cerca del ecoparque Las Garzas, a cinco minutos en carro, se encuentra el humedal El Retiro, un lago de un verde intenso y un bosque que le garantiza sombra permanente a los apartamentos que lo rodean, así como una vista de cuento que se disfruta desde los balcones.

El Retiro es un humedal alimentado por dos corrientes: una derivación del río Pance, y su propio nacimiento de agua, que quedó sepultado por las nuevas construcciones de la zona, pero encauzado al humedal. No tener el flujo de agua constante de otros años en todo caso ha transformado su dinámica natural y es una de las amenazas.

También las especies invasoras, en especial los patos domésticos que fueron introducidos por algunos vecinos.

En El Retiro son decenas los patos que no solo contaminan el agua con sus residuos, sino que además son grandes, territoriales, luego espantan a las aves nativas del humedal. La alimentación que les dan a los patos quienes caminan alrededor del humedal atraen además a las palomas, que le generan una carga orgánica adicional al lago. De ahí su tono verde intenso: son algas que se han reproducido sobre manera debido a la sobrecarga de residuos.

Para las autoridades ambientales no ha sido fácil hacer el control. La comunidad se opone a que saquen los patos, cuya arma es la ternura. Pocos se atreven a sacar a una ‘mamá pata’ con sus crías.

Disfrutar de la bellaza de las aves, un plan para hacer en los humedales. | Foto: El País

“El control que hacemos consiste en llevar los patos a su hábitat natural. Sin embargo es un tema complejo en el humedal El Retiro. Hacemos un llamado a la ciudadanía para amar nuestra fauna de manera correcta. Respetar sus espacios y dietas, es verdadero amor”, dice Lina Marcela Botía Muñoz, subdirectora de ecosistemas del Dagma. La ruta de los humedales continúa.

¿Dónde nacen las babillas?

El humedal de La Babilla en el barrio Ciudad Jardín es el más famoso de Cali. También uno de los que mejor se conservan. Tiene algunas ventajas, como mantener aún su propio nacimiento de agua. También es surtido por la quebrada Zanjón del Burro, que a su vez se conecta con los Farallones.

La comunidad de la zona ha trabajado en conjunto con las autoridades ambientales para su protección.

Hasta 2024, para citar un caso, los vecinos aportaban un recurso de las administraciones de las unidades residenciales aledañas para pagar un jardinero, y se comprometieron a no introducir especies invasoras.

La leyenda dice que los caimanes de anteojos, como también se les conoce a las babillas, llegaron al humedal hace mucho tiempo, después de que alguien bajara a los animales de camionetas de lujo. Cuando las babillas crecen en el humedal, por cierto, son trasladadas al Pacífico colombiano.

Lo que aún no está muy claro es el motivo por el cuál, si las babillas grandes son trasladadas, aún hay crías. Una de las babillas ‘bebé’ acostumbra a tomar el sol junto a la escultura que construyó la CVC en el espejo de agua. A lo mejor, dice Ana María Valencia, del Dagma, la confunde con su mamá.

Todas las mañanas, una babilla 'bebé' sale a tomar el sol junto a la escultura que reaalizó la CVC en el humedal La Babilla de Ciudad Jardín. | Foto: El País

“Lo que creemos es que las traen desde criaderos de babillas que hay en Jamundí”, comenta la funcionaria del Dagma.

En el humedal también hay tortugas, unos cuantos patos y aves, sobre todo. Por estos días el color del agua es café tierra. El problema son las talas de bosque en los alrededores, para construcciones, lo que hace que los suelos pierdan firmeza y, cuando llueve, el lodo y los residuos se arrastran hasta el humedal.

Los milagros del humedal Isaías Duarte

El humedal Isaías Duarte Cancino está ubicado frente al hospital del mismo nombre, en el oriente de la ciudad, Comuna 15. En tiempos remotos, aquel era el cauce del río Meléndez, que desembocaba al río Cauca. Sin embargo, cada tanto inundaba a las familias de los alrededores, por lo que fue desviado al canal sur.

En 2014, el humedal era en realidad una escombrera. Los residuos ocupaban sus 8.000 metros cuadrados de extensión. Hasta que la comunidad se cansó de aquel paisaje y promovió su recuperación: primero el rediseño hidráulico del humedal, después los tres espejos de agua que lo componen, con recursos de sobre tasa ambiental.

En el humedal Isaías Duarte Cancino se trabaja para mantenerlo limpio, libre de escombros y basuras, con apoyo de la comunidad. Aún no se logra del todo, pero se ha recuperado comparado con años anteriores. | Foto: El País

Cuando llegaron los funcionarios del Dagma para seguir trabajando en la zona, los amenazaron. Los jóvenes del sector no creían en el Estado, tras las promesas incumplidas. Pero de apoco comenzaron a bajar la guardia. Algunos habían estado en la cárcel. Otros pertenecían a pandillas. Con ellos se trazó el propósito de mantener el humedal limpio, sembrar árboles, podar el pasto. De a poco las distancias con los funcionarios del Dagma se fueron acortando. Ahora son amigos, tienen incluso un grupo de WhatsApp. Los muchachos encontraron tras ese trabajo su propósito de vida.

Edwin Restrepo, por ejemplo, montó un emprendimiento: en triciclos, recoge los residuos sólidos para reciclarlos. Ana María Valencia, del Dagma, cuenta la historia y se conmueve. Además del cuidado de la biodiversidad, los humedales en el oriente salvan vidas, dice.

La laguna azul de los Panamericanos

El recorrido por los humedales más importantes de Cali finaliza en Charco Azul. Los caleños imaginan que se trata de aguas mal olientes, espesas, altamente contaminadas, pero la realidad es otra.

En este miércoles en la laguna nadan aves acuáticas, entre ellas un zambullidor que este mediodía acaba de atrapar su almuerzo, un pez. También hay cormoranes y aves migratorias como las jacanas. En 2022, la CVC instaló un biofiltro que disminuye la contaminación.

La historia dice que este charco en realidad era una gran laguna azul en el oriente de Cali. De allí el nombre del humedal. En los Juegos Panamericanos de 1971, en sus aguas se disputaron las competencias de canotaje.

57 especies de aves se han identificado en el humedal Charco Azul. | Foto: El País

Por cierto, bajo todo el Distrito de Aguablanca hay agua que fue rellenada con tierra para construir las casas.

Charco Azul perdió toda la conectividad con el río Cauca. De la gran laguna, quedó reducido a eso, un charco, cuya función es clave para Cali: evitar inundaciones en el oriente, regular las aguas de escorrentía. Tras los análisis periódicos de las autoridades ambientales, y los trabajos de recuperación previos a la COP16, se ha determinado que los niveles de contaminación del agua permiten la existencia de la biodiversidad, al punto que se construyó un puesto de observación de aves dentro del humedal, un muelle realizado por la asociación medioambiental Asomevid, conformada por vecinos del distrito de Aguablanca.

También, los jóvenes de la zona levantaron un museo que cuenta, a través de fotos, la historia del barrio. La comunidad se ha unido entonces para recuperar y proteger lo que en los 90 era un basurero y hoy empieza a ser un proyecto de vida para los jóvenes, capacitados por la CVC y el Dagma como guías turísticos.