Gerardo Ramírez y Daniel Medina no comen carne. Acaban, incluso, de crear la Asociación Vegana de Cali.
¿Qué tan raro es un vegano? De sopetón, si alguien me dice que no come carne, ni huevos, ni leche de vaca, ni nada que se haga con ello como una torta o una chocolatina, y que además jamás usaría nada que derive del uso de un animal como unos zapatos o una billetera de cuero, no solo me despierta mucha curiosidad, sino que pensaría que es efectivamente alguien raro.Lo imaginaría tal vez con una barba de años, apartado del mundo, alimentándose de plantas silvestres. La alimentación de cierta manera nos clasifica, nos etiqueta, aunque cada vez comemos relativamente lo mismo. Pero el caso es que un japonés y un colombiano se distinguen, en parte, por lo que se llevan a la boca, y qué decir de un vegano.Además, ¿cómo imaginarse un mundo sin carne a la mesa? ¿Qué comeríamos entonces? Ya lo decían los abuelos cuando tenían un problema cuya solución no aparecía: esto es más largo que una semana sin carne. Entonces, que alguien me cuente que no la consume ni de fundas me intriga. ¡Qué tipo tan raro! Gerardo Ramírez (22) y Daniel Medina (19) son veganos. Incluso pretenden fundar la Asociación Vegana de Cali. La Asociación ya funciona, de hecho, pero ellos quieren legalizarla. Están en los trámites. Es casi el mediodía de un lunes y ambos se encuentran en la cocina, preparando un almuerzo vegano. El menú es de lo más común: arroz, fríjoles, ensalada de zanahoria, chuletas. Los veganos comen chuletas. De gluten, por supuesto, pero a la vista y en el paladar no se nota mucho la diferencia. Su textura es similar a la chuleta de pescado. - Ser vegano no significa vivir en otro mundo. No somos tan raros como la gente se imagina, dice Gerardo mientras corta un plátano maduro. IIEl mercado de un vegano también es de lo más común. Mercan en cualquier parte. A esta hora, las 9:00 a.m. del lunes, nos encontramos en La 14 del Centro Comercial Centenario. Gerardo ha echado en la canasta dos bolsas de harina de trigo, miga para apanar, un kilo de arroz, otro más de fríjoles, salsa de soya, maracuyá, los plátanos. Tal vez la única diferencia en eso de mercar radica en que un vegano se toma su tiempo para escoger los productos. Gerardo lee con atención los ingredientes que los componen, no vaya a ser que le suceda lo de hace algunos días: se comió un maní en cuya bolsita, leyó después, decía entre los ingredientes leche. No es que se le haya dañado el día por eso, pero se molestó consigo mismo por no haber sido precavido. Esta vez descarta una marca de salsa de soya porque sospecha que uno de sus ingredientes es de origen animal. Ser vegano es pensar qué te vas a llevar a la boca y por qué. Eso tampoco debería ser raro, aunque lo es. ¿Quién se detiene a analizar cada uno de los ingredientes que componen los alimentos que compra en el supermercado?Gerardo llega ahora a la registradora y le dice a la cajera que no requiere bolsas. Pensé que eso también tenía que ver con ser vegano, pero no. A Gerardo, simplemente, se le hace más cómodo guardar todo en un morral que andar por ahí con tres o cuatro bolsas de plástico. En la registradora también advierto que el mercado vegano es económico. Un almuerzo para cuatro se prepara con $17.000. Y sobra. Al fondo del supermercado está la sección de carnes. Gerardo no mostró interés en asomarse por ahí, como era de esperarse. Hace unos días, cuando nos conocimos en una cafetería, dijo que quien compra carne nunca razona que en el fondo está pagando para que alguien mate a un ser vivo.IIIEn la cafetería todos pedimos café. Gerardo y Daniel conversan sobre cómo se hicieron veganos. Gerardo dice que creció viendo a su abuela matando los pollos y los pavos que criaba. Él le ayudaba a sostenerles el pescuezo mientras ella empuñaba el cuchillo con una frase: no te preocupes que los animales no sienten. Gerardo le creyó. ¿Quién no le cree a la abuela?Gerardo empezó a hacerse vegano un día en que no tenía mayor cosa por hacer. Estaba con su novia de entonces (2009), y ella tenía un libro de una organización de los Adventistas del Séptimo Día. Se llama Vida Universal. El libro trata sobre por qué no consumir a los otros animales. Gerardo advierte en este punto que ser vegano no tiene nada que ver con religión. Él, incluso, no cree en Dios. El libro le dejó cierta inquietud y empezó a investigar sobre la alimentación humana. Al principio se hizo vegetariano porque tras sus pesquisas concluyó que comer carne no era bueno para su salud. Con el tiempo, sin embargo, confirmó lo que en el fondo ya sabía pero que por facilismo, no complicarse la existencia, prefería obviar: los animales sienten. ¿Qué necesidad hay de acuchillar una vaca, causarle tal sufrimiento, si los nutrientes de su carne los podemos encontrar en otros alimentos?, dice. Fue cuando se hizo vegano. Es decir: el vegetariano es quien no come carne. El vegano, además, no utiliza absolutamente nada de origen animal. Daniel interviene para contar que se hizo vegano porque no le resultaba lógico que en la mañana apoyara las protestas contra los animales en los circos, y al mediodía se comiera el ala de un pollo, la costilla de un cerdo, la lengua de una vaca. Gerardo y Daniel se conocieron justamente en una protesta contra los animales en los circos. IV¿Ser vegano no tiene como consecuencia estar débil, enfermo? ¿La carne no es vital para nuestra salud?, pregunto ahora. Los nutricionistas, por ejemplo, aseguran que un vegano podría tener deficiencias de B12, una vitamina que se obtiene de la carne y que regula el sistema nervioso, circulatorio y el metabolismo. Gerardo responde que hay veganos mal alimentados, pero también advierte que hay gente que come carne y su alimentación no es saludable. Solo basta revisar las estadísticas de infartos en el mundo. - Para mantenerse bien de salud, un vegano debe ser responsable, tener una alimentación variada y suficiente, comenta Daniel.Gerardo agrega que, por ejemplo, antes de llegar a la cafetería desayunó chocolate, almendras, papaya y banano. Ser vegano no es aguantar hambre. Días después, en el supermercado, me señalaría la bolsa de arroz que compramos. Decía, en letras azules, B12. Gerardo se sonrío mientras me comprobaba que hay vitaminas de la carne que se pueden hallar en otros alimentos. Pero ahora, en la cafetería, utiliza otro argumento para defender la vida vegana: pese a que completa cinco años sin comer carne, no se ha enfermado y además practica un deporte exigente y con buenos resultados: ciclismo. Él, que estudia ingeniería mecánica me apasiona el movimiento, dice - generalmente se transporta en la ciudad en bicicleta y uno de sus planes preferidos es pedalear hasta el kilómetro 18 de la vía al mar. - Y hay fisiculturistas veganos: Jim Morris. ¿Has visto esas competencias en las que se define quién es el hombre más fuerte del mundo, esos musculosos que empujan camionetas? Uno de los campeones también es vegano. Se trata de Patrik Baboumian, a quien los medios han llamado el hombre más fuerte de Alemania. Él mismo lo dice: Los animales más fuertes del planeta son herbívoros. Los gorilas, los búfalos, los elefantes... y yo". La debilidad vegana resultó no ser tan cierta, pero ahora les pregunto a Gerardo y a Daniel si comernos a los animales no será un reflejo también de lo que sucede en la naturaleza. Al fin y al cabo el fuerte se come al débil, el león se traga al venado, nosotros despescuezamos al pollo. Es cierto, dicen, en la naturaleza el fuerte se come al débil, pero hay diferencias. El león se come al venado porque no tiene otra opción, es carnívoro. Los humanos en cambio somos omnívoros, así que obtenemos los nutrientes de prácticamente cualquier cosa que podamos digerir. Además, lo que nos diferencia del león es la capacidad de razonar. Y por último, no es que propiamente salgamos al bosque a cazar la presa, como lo hace el león. En realidad pagamos para que otro, una industria, sacrifique a millones de vacas y nos entregue el lomo viche listo para asar. - La filosofía vegana se fundamenta en que los humanos podemos elegir qué comer sin afectar a otro ser vivo, sin necesidad de matarlo o utilizarlo como un objeto sin su consentimiento, como lo que sucede con la leche o los huevos. Para un vegano, cualquier ser vivo que tiene la capacidad de sentir es un semejante. La única diferencia es la especie. Entonces no es que amemos a los animales, sino que los respetamos tanto como a un humano. A ti apenas te conozco por ejemplo, luego no te amo, pero te respeto, dice Gerardo. Por cierto: si él se encontrara una cucaracha en su cuarto la echaría en una bolsa para sacarla a la calle, jamás podría su zapato sobre ella. Sin embargo, si en el caso dado, un perro o cualquier animal lo atacara, se defendería sin dudarlo. Ser vegano no significa ser estúpido.VLos humanos, está hablando Gerardo, somos una especie de costumbre. Actuamos de determinada manera porque estamos acostumbrados. Sucede con la comida. Desde niños comemos carne porque nos la sirvieron nuestros padres y también porque vimos que todos la comían, no es que propiamente hayamos elegido. Y como seres de costumbre, nos da miedo el cambio. Por eso cuando un vegano le dice a una persona que decidió cambiar, no comer carne, lo primero que le preguntan es: ¿qué demonios comes? Como si todo el resto de los alimentos se desvanecieran.En parte por eso, Gerardo y Daniel decidieron crear la Asociación Vegana de Cali. El objetivo es informar qué es el veganismo y que las personas reflexionen si lo toman como un estilo de vida o no. No les interesa las marchas de protesta en defensa de los animales ni nada por el estilo. No les interesa molestar a nadie.- Lo que queremos es que la gente estructure una postura y entienda por qué está mal comer carne o por qué está mal apoyar los circos con animales o financiar los zoológicos. La Asociación no tiene ánimo de lucro. Incluso Gerardo da talleres de cocina vegana y no gana dinero por ello. Su idea es demostrar que siendo vegano se puede seguir comiendo pizza, chuletas, hamburguesas, buñuelos, pandebonos, lo que sea, pero preparado de otra manera. Ya lo había dicho: ser vegano no es vivir en otro mundo. VIEs mediodía del lunes y el almuerzo vegano ya está listo: arroz, fríjoles, ensalada, chuletas de gluten, nada traído de los cabellos. Yo esperaba ver mucho verde, un almuerzo de lechuga. Gerardo y Daniel se ríen. Ahora Gerardo se toma un descanso y mientras tanto dice que se sorprende aunque no se le hace extraño - que a él que come verduras y vegetales y frutas lo llamen raro por no comer carne, y en cambio los que tienen en su plato un trozo de hígado, o una lengua o corazoncitos de pollo, a veces con sangre a la vista, se consideren normales. ¿Tú lo entiendes? Gerardo se encoge de hombros y toma su almuerzo.