Cinco meses después de hacerles el 1-1 a los alemanes en el Mundial de Italia, Freddy Rincón le marcó un gol de taco al Deportivo Cali en el Pascual Guerrero.

7 de noviembre de 1990: el estelar socio del ‘Pibe’ Valderrama en la Selección Colombia era futbolista del América y jugaba en la línea de volantes del equipo de Gabriel Ochoa Uribe.

Esa noche, el médico, abordado por el Noticiero de las 7 al finalizar el clásico, definió la jugada como brillante. “Tiene calidades excepcionales para marcar, atacar y crear”, comentó con exagerada mesura sobre su dirigido y el temblor que provocó de espaldas al arco sur, cuando Freddy conectó de tacón un pase para mandar la pelota al palo imposible de Trucco. Gol. Golazo. 3-0 a favor del América y delirio en la tribuna.

Para ese partido Freddy ya era el ‘coloso’. Venía de anotar aquel empate épico que clasificó a Colombia por primera vez a la segunda ronda de un Mundial, y medio país futbolero se había emocionado viéndolo dejar desparramado al arquero Bodo Ilgner para luego correr con la felicidad apretada en los puños mientras sus compañeros y la melena del ‘Pibe’ le caían encima en una pila de abrazos.

La otra mitad del país había llorado con el replay infinito, televisado con cumbia como banda sonora de fondo. ‘Coloso’, ¡el Coloooosoooooo!, le decía en la radio caleña el locutor deportivo Mario Alfonso Escobar Izquierdo.

En este clásico contra el Cali, formó a su lado Álex Escobar. Arriba Da Silva y Anthony. Que se quedaron esperando cuando Álex, entrando a las dieciocho por occidental, en vez de buscar el cabezazo, la deslizó de zurda hasta el punto penalti, donde apareció el certero repentismo de Freddy.

“Ni me acuerdo de la cara del arquero porque yo salí corriendo a celebrar a la tribuna… En esa época todavía se veían los hinchas revueltos; me subí a la malla y había hinchas del Cali que me tiraban ese cojín donde la gente se sentaba antes…”, dice evocando el festejo en una soleada mañana de mayo.

Bluyín y camiseta. Desde la ventana de su casa, el tercer piso de un edificio del oeste, se ve un pedazo de la ciudad. Freddy Rincón sigue viviendo en Cali a pesar de que su historia con el América no haya sido exactamente idílica.

La primera vez que se vistió de rojo era un juvenil recién llegado del Santa Fe, que no encontró lugar ni con ‘los ‘Pitufos’. Por eso el volante de Buenaventura se regresó a la capital, donde irrumpió en el profesionalismo como un número ocho técnico, agresivo e incansable.

En 1987, después de marcarle dos tantos al América, el médico Ochoa empezó a seguirlo y a los dos años lo fichó. Sin embargo, su traspaso no fue alegre el principio, reconoce ahora al recordar que las directivas le rebajaron el sueldo a la mitad de lo que se ganaba con los ‘cardenales’.

Pensó en dejar el fútbol entonces. Dejar a un lado la ilusión de vestir algún día el número catorce de su ídolo Bernardo Redín. Pero también con su familia en el pensamiento (ocho hermanos en Buenaventura), la idea del retiro prematuro se le disipó haciéndose figura.

Vestido de rojo le llegaría la convocatoria al Mundial de Italia 90. El último campeonato de Ochoa en el 91. El de Maturana en el 92. La Copa Libertadores. Y de ahí a Palmeiras, Nápoli, Real Madrid, Corinthians. Los goles históricos. Ser el ‘Coloso’. Hacerse inolvidable.

¿Cómo nace el taco a Trucco?
Fue un recurso, porque cuando me la tiraron yo me iba a voltear. Pero alguien la tocó y me quedó atrás: ahí fue que le di con el taco.

Maturana lo tildaba de introvertido…
Fui muy tímido. Pinto (Jorge Luis, su primer técnico en Santa Fe), fue la persona que me ayudó. Mi primer partido con Santa Fe fue contra Junior, que tenía un equipazo: Alexis Mendoza, Mario Coll, Carlos Ischia…
Pinto me decía que yo podía jugarles de igual a igual y ese día hice dos goles. En esa época daban trofeo por partido y me dieron un reloj Cassio. Me compré todos los periódicos del día siguiente y de allí ya no paré.

¿Y en el 85 por qué no le va bien con el ‘Tucho’?

Yo había estado en Santa Fe. Después de unas vacaciones nos mandaron a entrenar al América, pero en las reservas había mucha gente, ‘el Niche’ Guerrero, el ‘Palomo’ Usuriaga, el ‘Teacher’ Berrío. La época de los ‘Pitufos’. Para que a uno lo vieran y lo pusieran a jugar ahí era muy difícil y por eso me quise ir a Santa Fe.

¿Qué recuerda de ese tiempo en Cali?
Cuando llegué no sabía coger bus. Viví donde una prima en la Nueva Floresta y fui aprendiendo que tenía que coger el Verde Plateado Ruta dos. Entrenábamos en la cancha de El Naranjal. Una vez me quedé dormido en un bus y me llevó para el control, me tocó rogarle a ese chofer para que me hiciera el favor de llevarme de vuelta…

En el 85 estaban Cabañas, Willington, Gareca…

Yo los veía inalcanzables. Cuando iba a los entrenos esos manes eran muy serios. El más formal de los extranjeros era Battaglia, un señor. Hasta los colombianos se veían de otro nivel, pasaban cerca a uno y ni buenos días decían.

En el 89 le toca otro América y coincide con el ‘Polilla’…
Con ‘Polilla’ había muy buena relación, de los extranjeros con los que yo jugué en Colombia, de los más bacanos. Venía de ser ‘Pichichi’ con el Atlético de Madrid, venía de River Plate y había estado en la Selección Uruguay. Con ese man era una risa. A la hora de jugar era muy buen equipo.

Aunque no había llegado feliz…
Yo al América llegué muy mal. Si yo ganaba cinco pesos en Santa Fe, en América pasé a ganar dos y medio. En América no les pagaban bien a los jugadores colombianos. Ese señor que era el dueño del equipo no nos daba tanto, a los extranjeros sí.
Cuando me dijeron que no me iban a pagar tan bien, me iba a retirar del fútbol, jugaba con rabia. Pero yo decía: si yo soy el soporte de la familia, no puedo tomar esa decisión. Me aguanté y decidí luchar con la mentalidad de irme para Europa, por eso trabajaba duro. Del América me fui a los 27 años.

En el 92 estuvo con Redín en el América. ¿Le dijo que era su ídolo?
También jugué con él en la Selección pero no le dije nada porque yo en esas cosas era muy callado. Nos llamábamos con mucho respeto: don Freddy, don Berna.

¿Qué técnico le dio la cinta de capitán?
Fui capitán en el 92, cuando estaba Maturana. Yo del América me fui siendo capitán.

Y pensar que al principio no se acostumbraba a los guayos…

Como yo jugaba descalzo en las canchas de Buenaventura, que eran de piedra, me costaba. Las canilleras no me gustaban, usaba las medias abajo. Yo cuando me fui para el Brasil (en Palmeiras), Luxemburgo nos había entrenar con canilleras, ahí fue que yo me empecé a adaptar.

El Puerto al comienzo de todo…
Crecí jugando en la cancha de Montechino, al lado de mi casa. Yo me asomaba y había alguien allá con un balón. Me iba de la casa por ir a jugar fútbol. Y mi mamá me daba látigo porque a ella nunca le gustó, ni cuando estuve en la profesional veía los partidos.