En aquella vez hace muchos años, durante el entrenamiento del América en su sede deportiva, Cascajal, el muchacho gritaba palabras como “fueraaaaa”, “salimossss”, y enseguida ordenaba la línea defensiva con sus brazos extendidos en horizontal cuando su equipo tomaba la pelota.

Como buen defensor central, parecía que lo único que le interesara en el mundo era asegurarse de que al arco que estaba protegiendo no ingresara un solo balón. Si era necesario, le daba un puntapié a la pelota para lanzarla lo más lejos posible, aunque en la mayoría de las ocasiones se la entregaba limpia a un compañero. ¡Salimossss!

Ahora, en su apartamento, mientras le da el baño de la mañana a su hija Julieta próxima a cumplir 5 años, le pregunta ¿qué te molesta hija?, le dice tranquila amor que el agua está deliciosa, ya vamos a acabar, le hace cosquillas. Como si lo único que le importara fuera protegerla para que sea feliz; para que se recupere.

Andrés Felipe González, exjugador del América, Santa Fe, Junior, Colo Colo de Chile, la Selección Colombia, se retiró del fútbol para dedicarse al cuidado de su hija, que nació con parálisis cerebral infantil.
Es como si su vida estuviera designada para eso: defender, incluso fuera de una cancha de fútbol.


***
Andrés Felipe se hizo futbolista por su padre, Diego González, quien siempre soñó con jugar a nivel profesional. Como sus cualidades futbolísticas no se lo permitieron, buscó cumplir ese anhelo a través de su hijo.

Primero inscribió a Andrés Felipe en la academia de Willington Ortiz, y unos meses después lo llevó a presentar unas pruebas en el América. Era enero de 1995. Llegaron tan tarde a las prácticas, que Andrés Felipe, en ese entonces arquero, no le quedó otra alternativa que mirar el entrenamiento desde afuera.

Le preocupó lo que vio. El preparador Reinel Ruiz era sumamente estricto con los porteros, que debían lanzarse de un palo a otro mientras los reconvenía en un tono demasiado elevado por sus desaciertos.
– Yo prefiero jugar en otra posición, papá – dijo Andrés Felipe intimidado cuando finalizó la práctica.

Su padre lo apoyó y cuando finalmente pudo hacer las pruebas, lo aceptaron en América. Tenía 10 años. En el equipo profesional, después de integrar las categorías inferiores y la Selección Valle, debutó como defensor un domingo de 2003, a los 19 años. Dos días antes, el viernes, su padre había muerto.

– Mi papá fue el mejor papá. Siempre me llevaba a todo: a karate, a natación, a fútbol. No sé cómo hacía, pero salía de la oficina para acompañarme. Fue un papá que estuvo presente y es el ejemplo que yo sigo con mis dos hijos. Julieta nació en marzo de 2014. En junio de ese año, cuando mi esposa me llamó para decirme que la niña se iba a morir, renuncié al fútbol– dice Andrés Felipe sentado en el sofá de la sala de su apartamento, mientras Julieta sale en un coche conducido por su abuela para dar un paseo en el parque.

***
Alexandra Gómez, la esposa de Andrés Felipe, dice que ella también alcanzó a morir. Todo sucedió de repente en el séptimo mes del embarazo de Julieta. Algo generó en su cuerpo trombos que taponaron la arteria pulmonar, lo que le ocasionó a Alexandra un paro cardiorespiratorio. Pese a que intentaba tomar bocanadas de aire, no lo lograba. Enseguida se desmayó.

Alexandra no recuerda muy bien ese momento. La última imagen que tiene clara es la de su mamá pidiendo a gritos una ambulancia. Después todo se puso en negro.

Cuando llegaron los médicos la acostaron para reanimarla. Alexandra no tenía signos vitales. En su vientre Julieta se movía desesperada. Ese paro cardiorespiratorio causó que la niña naciera con parálisis cerebral infantil.

Durante sus primeros dos meses de vida Julieta permaneció en una Unidad de Cuidados Intensivos, UCI. Andrés Felipe entre tanto disputaba la final de la liga colombiana jugando para el Junior de Barranquilla. Su vida consistía en entrenar, ir a la UCI con su esposa, almorzar, volver al entreno, retornar a la UCI, cuidar a Juan Diego, su primogénito.

La final la disputó ante Atlético Nacional, que finalmente ganó el título de la liga en lanzamientos desde el punto penal.

Apenas una semana después de la derrota comenzó la pretemporada para el siguiente torneo, y el director técnico del Junior decidió entrenar el equipo durante un par de semanas en Medellín. Estando allá fue cuando Andrés Felipe recibió la llamada de su esposa.

– Julieta se va a morir.

Tras dos meses de permanecer en la UCI, y un mes en casa, la bebé tuvo una recaída. Por su estado de salud se congestionó al punto de ahogarse. Alexandra salió con la niña para la clínica, pero se encontró con que la EPS Coomeva había desafiliado a Julieta de la medicina prepagada debido a su diagnóstico. En la clínica no la atendieron. Apenas le dijeron que debía trasladarse a otro centro asistencial, donde tampoco querían brindarle atención pese a que Julieta estaba a punto de morir.

–Nos trataron con prepotencia– , recuerda Alexandra.
Hasta que un pediatra vio a la niña y ordenó que la atendieran de inmediato. Julieta movía su cabeza de lado a lado, como buscando aire. Su frecuencia cardiaca estaba demasiado elevada. El corazón podía detenerse en cualquier momento.

En Medellín, Andrés Felipe le dijo al entrenador que debía regresarse de inmediato a Barranquilla. Cuando se enteró del cuadro de salud de Julieta, decidió junto a su esposa dejar el fútbol para defenderla no solo de la parálisis cerebral infantil, sino de las trabas que ponía la EPS para garantizarle su tratamiento.

– No fue difícil para mí dejar el fútbol. Estaba desilusionado.

Puntualmente lo que más me desilusionó fue haberme dado cuenta que algunas veces ganarse el puesto entre los once que salen a la cancha no depende de tu rendimiento o tu profesionalismo, sino que alguien de arriba dice: “tiene que jugar este o el otro”. Me tocó vivirlo. Así que no fue nada difícil dejar el fútbol. No quería seguir ahí por un salario. Preferí a mi familia. La plata, concluímos con mi esposa, se puede hacer en otras cosas y desde la casa, junto a Julieta. Para ese momento ya estábamos haciendo tortas – dice Andrés Felipe aún en la sala de su apartamento, donde hay una estantería con molinillos y otros utensilios para preparar pasteles.

***
En el edificio donde reside la familia González el guarda de seguridad identifica más fácilmente el número del apartamento si el visitante explica que se dirige “donde las tortas”, que si anunciara que busca al exjugador de fútbol.

El negocio de vender pasteles empezó como un hobby, y todo por una lesión de rodilla de Andrés Felipe cuando jugaba para el Junior.

Debido a la lesión su esposa decidió renunciar a su trabajo como diseñadora de interiores en una firma de arquitectos, para ayudarlo a recuperarse pronto y que volviera a jugar. Además, no es fácil bandearse solo cuando se debe andar en muletas.

Mientras acompañaba a Andrés Felipe a las terapias, a Alexandra se le ocurrió preparar tortas como una manera de tener algo qué hacer cuando estaba en casa y de paso ganar algún dinero. No es de las personas que se pueden quedar cruzadas de brazos viendo televisión.

Hizo una búsqueda de recetas en Internet para preparar cupcakes, y, una vez listos, los envió al entrenamiento del Junior. Todos en el equipo los compraron y le pidieron más. Alexandra intuyó que aquello podía ser un buen negocio, así que ingresó a una escuela para estudiar repostería. Andrés Felipe, por su parte, aprendió a decorar los pasteles.

Cuando renunció al Junior y la familia regresó a Cali para dedicarse a Julieta, continuaron con el emprendimiento. Gracias a los encargos que cada vez son más continuos, cubren algunos gastos familiares.
Aunque para brindarle todos los tratamientos que Julieta requiere - y que no cubre la EPS – deben hacer algo más que pasteles.

Hace unos días se enteraron de un tratamiento con células madre que se realiza en el Cell Regeneration Medicine de Bogotá, con el doctor Felipe Torres. Para entenderlo de manera sencilla, lo que harían esas células madre que van a introducir en el cerebro de Julieta es reparar lo que esté dañado, estimular lo que está bien, y, de alguna manera, dice Andrés Felipe, conectar lo que haga falta conectar para que la niña pueda controlar sus movimientos y ser independiente: que coma por sí misma, camine, hable, siga sonriendo. Pese a todo, Julieta siempre aparece en las fotos familiares con carcajadas que contagian felicidad.

Sin embargo el tratamiento cuesta alrededor de 22 mil dólares, más dos años de medicinas, una cifra que de momento es inalcanzable para la familia.

Andrés Felipe y Alexandra consideraron incluso vender su apartamento para costear los gastos, pero amigos del fútbol como los exjugadores Iván Vélez y Carlos Valdez propusieron hacer algo distinto: una gran subasta de camisetas de grandes estrellas del fútbol debidamente autografiadas.

Juan Guillermo Cuadrado, de la Juventus de Turín, por ejemplo, no solo se encargó de enviar la suya, sino la de Paulo Dybala y Cristiano Ronaldo, con la firma de cada uno. También enviaron su camiseta Radamel Falcao, James Rodríguez, Juan Fernando Quintero, Gustavo Cuéllar, Davinson Sánchez, Wilmar Barrios, Carlos Bacca, Shinji Kagawa, mientras que el portero David Ospina donó sus guantes. Otras camisetas aún están por llegar, como la de Adrián Ramos.

El humorista ‘Carlos Mono Sánchez’ ofreció además un show durante la subasta, al igual que ‘La bruja Dioselina’ y el grupo de la academia de salsa Swing Latino. El narrador Javier Fernández, ‘el cantante del gol’, será el encargado de presentar el evento. Todo sucederá el próximo 5 de diciembre, en la sede de El Mulato Cabaret, y las boletas se pueden adquirir en Colboletos.

Con el dinero recaudado se pretende costear el tratamiento de Julieta por supuesto, pero también, dice Andrés Felipe, ayudar a otros niños de la ciudad con diagnósticos similares. Como si su vida, y la de su esposa, una aficionada al América desde siempre, estuvieran designadas para eso: defender, incluso afuera de una cancha de fútbol.