Santiago y Lina Aramburo iniciaron un proyecto de máquinas recolectoras y compactadoras de botellas plásticas. Se llaman 'los Ecobots' y su misión es apoyar a estos caleños a crear cultura ambiental.

A los hermanos Lina y Santiago Aramburo González los une más que la sangre y el apellido, su preocupación por la conservación del medio ambiente. Motivación que los unió más para emprender la difícil empresa de transformar la conciencia ambiental de empresarios y comunidad  y  vivir en  un entorno más limpio, menos contaminado. 

Ellos crearon Ecobots, un sistema de reciclaje de botellas plásticas que premia con bonos de descuento a quienes reciclen estos envases en  una máquina compactadora.   

La idea surgió cuando Santiago, estudiante de ingeniería industrial de la Universidad Javeriana,  fue a Alemania y vio  el alto nivel de conciencia ambiental de ese país. Allá hay  máquinas de  reciclar empaques de plástico, cartón, vidrio, latas, pilas, etc. y  la gente recicla porque les genera ingresos.

Lina, ingeniera industrial y administradora de empresas graduada en la Universidad Icesi, viajó a  España para  conocer cómo funciona, le caló la idea  y acogió la propuesta de  diseñar un modelo para enseñar a los caleños a reciclar las botellas de plástico, las que más abundan y ensucian el ambiente.

Lo más fácil era importar las máquinas, pero los Aramburo se dieron a la tarea de producirlas en Cali  con proveedores locales y que    la inversión quedara en Colombia. “Importarlas no aporta nada a la balanza nacional. Fabricarlas aquí es  una forma de construir país”, comenta Lina.

Los  emprendedores lograron alianzas de empresas ambientalmente responsables, para dar descuentos en la compra de sus productos o servicios como cine, gimnasios y restaurantes.

Ellos ya instalaron su primera máquina en la Universidad Icesi, el lunes pasado dieron al servicio la de la Universidad Javeriana y hoy miércoles la del Centro Comercial Centenario. La idea  es abrir las de Palmetto y  Calima. Cada sitio  debe garantizar que el material vaya  a la planta reprocesadora.

El aparato tiene tres  orificios: uno para desechar los envases y otro para  las tapas y un tercero emite los bonos de descuento. E incluye una pantalla publicitaria donde anuncian  empresas amigables con el medio ambiente y/o comprometidas con su cuidado.

Lo más innovador son sus  sensores de proximidad,  que a un metro  detectan  presencia humana y comienza a interactuar, dando las instrucciones de uso, como en una forma de invitarla a reciclar. Solo le  falta hablar.

El proyecto implica buscar ecopartners o socios anunciantes.  Lina y Santiago se esfuerzan en  persuadir a  empresarios sobre  la importancia de ayudar a reciclar. Ya tienen  el apoyo de marcas reconocidas: Almacenes Exito, Calzado Evacol y restaurante Tortelli. 

“Somos el medio para que los empresarios muestren su compromiso ambiental, dentro de la tendencia ‘ecofriendly’, que está en auge en Colombia;  a diferencia de una valla publicitaria, esto es un sistema novedoso, innovador”, explica Santiago.

Los anuncios duran 10 segundos, con  repeticiones. Igual,  los laterales y el frontal de  la máquina aplican  para avisos fijos. “Buscamos poner el foco en la cultura del reciclaje: de un lado darle a la gente el medio fácil y accesible para reciclar, con el estímulo de los cupones, y a las empresas, un canal para desarrollar esa cultura ambiental que el país necesita”, comenta Lina.

 La propuesta con sentido ecológico cobró vida porque para Lina  la realidad ya está dada. “Hay cinco islas de  plásticos  en los océanos y seguimos en el    consumo de esos  productos”. Entonces, la meta es cómo pueden  ayudar a que esas botellas no sigan contaminando el medio ambiente, opina.

“Nos motivó el  deseo de hacer empresa por cuenta propia sin destruir el medio ambiente, sino por el contrario, protegiéndolo”, agrega Lina.

Santiago muestra su admiración por su hermana, a quien describe como muy, muy inteligente y muy disciplinada. “Soy el socio disperso, ella es la que mete la ficha fuerte; yo sigo de estudiante, pero ella renunció a una buena posición en una excelente compañía y a un estilo de vida,  para dedicarse a hacer empresa”, confiesa.

  Ensamblar la primera máquina ha sido  uno de los aspectos más difíciles y les ha tomado seis meses, aunque llevan año  y medio dedicados al proyecto,  con el apoyo de sus padres, Carlos Aramburo y Piedad González.  “Hemos tenido que armarla y desarmarla muchas veces”, dice Santiago, aludiendo a la búsqueda de la perfección y  ponerla a punto para que funcione bien, no se trabe, que compacte bien las botellas, emita los bonos y la pantalla visualice  los anuncios de los ecopatners.

Labor esta no tan fácil en la que se enfrentan a respuestas como “cuando lleve dos años funcionando me llama de nuevo”, dice  Santiago. “Es como cuando le piden a uno dos años de experiencia para empezar a trabajar”, interpela Lina.

Santiago cree que  las  empresas no alcanzan a dimensionar todavía que Ecobots es  una nueva categoría dentro de la publicidad, que fue presentado en Sinergia, la muestra  de innovación de la Universidad Icesi el mes pasado.  

Lo ideal para los Aramburo es que algún día funcionara como en Alemania, donde la gente saca bolsas llenas de envases y latas para llevar a la máquina, donde es bien remunerado. Pero aquí por un kilo de plástico (30 botellas) solo pagan $500 o $1000.

Ese es el reto de los emprendedores: una Cali ambientalmente más limpia, formar una cultura ecológica en la gente para que recicle los envases y en la empresa privada para que se vincule. “Esto no es lo mismo que vender papas o huevos. No es cambiar de marca, sino transformar un hábito y una cultura”, sentencia Santiago.

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