En Cali hay más de seis mil personas que no tienen dónde guardar cuarentena. Es el cálculo. Pero pueden ser más. Los habitantes de calle siempre son más. Fundador de Samaritanos de la Calle, el programa de asistencia social que desde hace 22 años camina en favor de los olvidados, el padre José González cree sin embargo que por ahora todos permanecen a salvo por las mismas razones de toda la vida: “Nadie va a ir a abrazarlos, a ellos no los abraza nadie”.
Hasta hoy, en efecto, no se registran contagios de Covid-19 entre la población flotante que se concentra entre las ruinas de El Calvario y alrededor de las ollas y los andenes de Sucre. Parece un milagro. Lo otro milagroso es la multiplicación de los panes que está ocurriendo afuera de los albergues transitorios que Samaritanos conserva cerca de allí: en dos extremos del barrio San Bosco, cada mañana disponen un servicio de comida que diariamente ha entregado un promedio de mil doscientas raciones desde que empezó el confinamiento.
El alimento sale de las remesas que reúne la Alcaldía y la Gobernación. También de donaciones de buena voluntad, como panaderías que les entregan productos y huevos. Todos los días alcanza para los que llegan hasta ahí. Aunque nunca llegan todos. Nunca llegan los seis mil que dan vueltas por la ciudad.
Ahora párroco de Santa Filomena, el padre José habla por teléfono al tiempo que va de un lado a otro. Esta entrevista transcurrió mientras terminaba una entrega de mercados, de hecho, y mientras atendía urgencias de creyentes que por estos días parecen ir en ascenso. “Ojalá aquí no vaya a ser más dura el hambre que el coronavirus”, dijo al retomar la conversación alguna vez. Una de las remesas que dejó en el camino fue para un periodista…
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Hay fotos de cuadras enteras en aquel centro marginal que conocemos como ‘la olla’, donde todo se ve suceder como si la pandemia no existiera. Quiénes habitan ese pedazo de Cali, ¿cómo están viviendo este momento?
Te digo una cosa general: ellos a la muerte no le tienen miedo, a veces como que se les olvida. Allá no hay coronavirus, a ellos no llega un italiano a abrazarlos, así que ellos están menos expuestos. Nadie va a ir a abrazarlos, a ellos no los abraza nadie, ellos son los que lo abrazan a uno. Yo creo que están pasando un momento duro pero no tienen la conciencia de todo el problema.
¿La hora de la comida les sirve para darles pedagogía?
Sí, es lo que hacemos. Mientras van en la fila yo les repito con megáfono: ni abrazar, ni besar, ni tocar. Y ellos son juiciosos: a uno es al que quieren tocar en agradecimiento. Llevamos quince días haciendo pedagogía sobre el virus y la protección, la necesidad de que se laven las manos. Los que van a dormir en los albergues deben bañarse para poder quedarse.
Padre, usted dice que los habitantes de calle no están en riesgo porque la gente no los abraza, pero no es tan simple…
Claro, hay posibilidades, pero yo creo que tienen menos riesgo que nosotros.
Y ante la necesidad de contingencia, ¿qué plan aplicable, posible y urgente podría ejecutarse para atenderlos en el centro?
Lo que habría que hacer es habilitar un lugar en Sucre. Yo ya he estado haciendo la consideración y hago un llamado respetuoso pero urgente al alcalde Ospina: ahí está la Platería Ramírez. La Alcaldía y ellos hicieron una negociación, pero ahora se podría hacer un arreglo para ponerlo a funcionar como albergue transitorio. No molestaría a nada ni a nadie porque está en el área de los mismos habitantes de calle; si esa solución se contempla en otro lugar fuera de ahí, va a ser un problema.
“Cali es absolutamente solidaria: sus gobernantes, su iglesia, su gente. Ha sido hermoso ver cómo ha surgido la caridad, cómo se han organizado las entidades públicas y privadas. Hay personas sin embargo que no toman conciencia y siguen saliendo. Ya es hora de caer en cuenta”: José González
El Viejo Testamento habla de las siete plagas en un relato que termina en la Tierra Prometida. ¿Teológicamente qué explicación tiene el coronavirus?
Hay un pasaje de la Biblia que a mí me gusta mucho: los discípulos van en una barca con Jesús y ellos van felices porque van de paseo, en su recocha, con Jesús dormido. Pero de repente viene una gran tempestad y los discípulos empiezan a llamarlo: ¡¡Señor!! ¡¡Señor!! ¿No te importa que nos ahoguemos? Entonces Jesús despierta, se levanta y le ordena al mar que se calle. Seguidamente viene una gran bonanza y una gran paz. En ese momento los confronta: ¿Tan poca fe tenían? A veces en el mundo pasa esto: Dios hace mover la barca para que volvamos a él.
¿Tempestades merecidas?
Con esto no digo que la gente sea mala, digo que nos olvidamos de Dios y que volvemos a él cuando nos duele aquí o allá. A veces el espíritu santo sopla para que miremos a Jesús. El mundo no se va hundir, pero tenemos que tomar conciencia: hoy la vida está en nuestras manos.
¿Hoy existe la Tierra Prometida? ¿Queda en algún lugar?
Recuerde que a la Tierra Prometida entraron muy pocos y que tardaron 40 años para llegar. Eso quiere decir que nos toca caminar, luchar. La Tierra Prometida puede ser un mundo mejor, puede ser también este mismo mundo, quedándonos aquí mismo pero haciéndolo mas fraterno, más humano, más solidario.
Padre, si en este momento alguien le pregunta dónde está Dios, ¿usted qué le responde?
Que Dios no está escondido, Dios está más presente que nunca. Dios no se esconde, Dios nos va a proteger. Está ahí. Lo que pasa es que a veces la mamá se esconde detrás de la puerta para ver el niño qué es lo que hace. Cuando más cerca está Dios del ser humano, es cuando está sufriendo, cuando está pasado las verdes y las maduras.
¿Cómo se imagina la resurrección en esta ciudad?
Para resucitar primero hay que morir. Sin embargo Jesús vendrá y nos levantará. Dios siempre quiere lo mejor para nosotros y esta es una ciudad de gente buena. Nos vamos a levantar, eso sí, con la ayuda de todos. Es posible que en Cali y en las grades ciudades haya más contagios, pero de esta vamos a salir.