Claro: no hay ninguna ciudad del mundo que pueda garantizar cero riesgo de inundación. Cali mucho menos. Sobre todo, mientras se terminan las obras de reforzamiento del jarillón del río Cauca, y eso será en 2019.
En ese año, en teoría, el jarillón no solo debe estar libre de asentamientos humanos sino también confinado. Confinado en este caso quiere decir sismorresistente. El jarillón del río Cauca deberá soportar temblores de hasta 7 grados, así se presenten a una profundidad superficial: 30 kilómetros.
“Yo diría que el 80% del impacto que tuvo Cali en 2010, con la ola invernal que se presentó en ese momento, va a quedar subsanado en términos de riesgos y amenazas potenciales una vez el jarillón esté completamente reforzado”, dice Rodrigo Zamorano, Secretario de Gestión de Riesgo de Emergencias y Desastres de la ciudad.
Por lo pronto, con la actual temporada de lluvias, el oriente de Cali y sobre todo quienes aún viven en la zona inundable del río Cauca, están en alto riesgo.
El viernes en la noche el caudal del Cauca, en su trayecto por Cali, llegó a 871 metros por segundo, sin que representara riesgo de inudación, pese al mantenimiento de la alerta naranja.
De hecho, y teniendo en cuenta los caudales del río, podría repetirse lo que sucedió el pasado 21 de enero, cuando el Cauca inundó el sector de Juanchito y el agua ingresó a por lo menos 2300 casas. Lo advierte Carlos Gallego, director de Aguas Residuales y Saneamiento Básico de Emcali.
“Estoy muy preocupado porque el río Cauca permanece en alerta naranja. Y eso significa que las posibilidades de desbordamiento son altas. Todos los barrios a lo largo del jarillón están en riesgo. Pero sobre todo, quienes están en alto riesgo son las familias que todavía viven en la zona de inundación del río, que fueron las que precisamente se vieron afectadas a inicios de este año”.
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Óscar Ramírez, profesional especializado de la Dirección Técnica Ambiental de la CVC, aclara sin embargo que aunque “quienes viven prácticamente dentro del río tienen altas probabilidades de inundación”, gracias al embalse de Salvajina se puede controlar el Cauca para evitar que supere la altura del jarillón.
“El río Cauca está muy bien monitoreado no solo en el Valle, sino en el Cauca. Tenemos estaciones de monitoreo en ambos departamentos. Con esa información manejamos la represa de La Salvajina, que se hizo especialmente para contener el río y disminuir las afectaciones por inundaciones”, explica Ramírez.
Es decir: con la red de monitoreo se pronostica qué caudal va a llegar a Salvajina y con esa información se plantea la regla de operación del embalse, que debe tener capacidad suficiente para retener agua en días de lluvia y así controlar el caudal. En esta época el embalse justamente está reteniendo agua. En días de verano la libera, para garantizar el suministro.
“Entonces, pese a la temporada de lluvias, hoy tenemos capacidad para maniobrar con Salvajina y evitar que el río Cauca se desborde o supere la altura del jarillón”, sigue Ramírez.
En la parte plana de Cali, digamos, la principal amenaza de inundación es entonces el río Cauca. La segunda gran amenaza es la falta de cultura ciudadana.
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Todos los días el departamento de limpieza de Emcali despacha 12 volquetas, cada una de 10 toneladas, repletas de basura que se ha retirado de los canales de aguas lluvias; 120 toneladas diarias. Se encuentra de todo: mascotas muertas, un televisor que nadie pudo arreglar, colchones y camas que nadie más quiso, pesas para gimnasio, camarotes, ropa, sofás, poltronas, armarios, escombros; sobre todo escombros.
Solo el pasado 1 de marzo, cuando cayó un aguacero de miedo, se retiraron 50 toneladas de basura de la estación de agua lluvia del Paso del Comercio. Entre otras cosas, había gigantescos racimos de plátano que alguien prefirió botar en vez de convertirlos en tostadas.
Si no se hubieran limpiado a tiempo las rejillas de la estación, era seguro que se habría presentado una inundación en la zona.
En la limpieza de los canales y sumideros de toda la ciudad, por cierto, trabajan 200 operarios de Emcali ‘armados’ con grúas y palas que se sumergen en los canales y emergen siempre a tope de basura. Como el pescador que lanza su atarraya en días de subienda.
Al año, sin contar el pago de la nómina, el departamento de limpieza de Emcali invierte en promedio $6 mil millones para hacer sus tareas. Y todo por el desconocimiento de quien decide tirar la basura al caño como si fuera un hoyo negro en donde se desintegra todo lo que estorba. Y no ocurre así, por supuesto.
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Los sumideros – las alcantarillas – recogen el agua lluvia y la llevan a los canales. Los canales a su vez sacan el agua a las estaciones de bombeo y estas se encargan de llevarla de vuelta a los ríos. Si se tapan los sumideros, y los canales, es apenas obvio, el agua lluvia se represa en ellos y en vez de llegar de nuevo a los afluentes, inunda calles y casas.
“Las zonas más críticas son los canales del oriente, Canal Cauquita sobre todo. Y hay otra situación: las personas que recogen la basura a lo largo de las avenidas, en especial la basura que está alrededor de la autopista Sur Oriental, tiran lo que no les sirve al canal. Es una situación muy preocupante, que pasa sobre todo desde la calle 34 hasta la 52. Por más que nos esforcemos limpiando, si la gente no deja de echar la basura a los canales, la ciudad va a mantener con una alta probabilidad de inundación en temporadas de lluvias como las actuales”, dice Carlos Gallego, el director de Aguas Residuales y Saneamiento Básico de Emcali.
La silenciosa amenaza en la ladera
La zona de ladera, por otro lado, es la tercera gran amenaza para Cali en estos días de lluvias intensas. En especial las comunas 1, 18, y 20. Allí hay un alto riesgo de que ocurra una emergencia. Sobre todo, movimientos de tierra.
“Esto se da fundamentalmente por el mal manejo de las aguas servidas (residuales) y aguas lluvias en estas zonas. En la ladera nos hemos encontrado casos de gente que construye una escalera para acceder al segundo piso de su casa y el agua que corría por allí, la desvían hacia una casa más abajo, cuando debería desviarse a los canales o a una quebrada. Por eso ocurren en gran parte los movimientos de masa. Si uno lograra tener una buena canalización de las aguas lluvias tendría ganado un 50% para prevenir estas emergencias”, dice Rodrigo Zamorano, el Secretario de Gestión de Riesgo de Emergencias y Desastres de la ciudad.
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Otro problema en la ladera son las conexiones fraudulentas de agua. Son hechas con mangueras, y en muchos casos el agua corre montaña abajo 24 horas, 7 días a la semana, 365 al año.
Primero porque las conexiones no están bien hechas y segundo porque, ha sucedido, hay personas que aseguran venir de una zona donde había un gran río, “y a mí me gusta escuchar el agua correr”, han dicho.
“Lo que nada nos cuesta, hagámoslo fiesta, dice un refrán. El 80% de la ladera no tiene permitido el uso del suelo y nosotros por eso no podemos intervenir, no podemos facturar esas conexiones y corregirlas”, explica Carlos Gallego, de Emcali. Por eso en la ciudad, de cada 100 litros de agua, es el cálculo, se pierden 57. Y eso en terrenos empinados como Siloé puede ser peligroso.
Hay personas en la ladera además que viven a apenas un metro de una quebrada o de un río, cuando la norma dice que deben haber 30 metros de distancia. Pasa precisamente en Siloé, donde ocurrió el deslizamiento del pasado 1 de diciembre. Seis personas murieron.
La CVC recomienda abstenerse de ir a los ríos en esta temporada de lluvias y recordó que aunque el día esté soleado, se pueden producir lluvias que generen crecientes súbitas.
“El riesgo en la ladera se mide por la pendiente. Si hay una pendiente mayor a 30 grados, en el papel, no es permitido que nadie viva en una zona así, pero sucede. En Cali, 200 mil personas viven en la ladera. En muchos casos las casas son hechas sin ningún parámetro de seguridad de sismorresistencia y canalización de aguas. Al tener una pendiente superior a 30 grados, el día que haya un aguacero fuerte la ladera se llena de agua. Y cuando se llena de agua la montaña, no tiene por dónde salir porque no se ha canalizado debidamente, así que se tapan las quebradas. Y como se tapan las quebradas el agua sigue sin poder fluir, así que arrasa con las casas y suceden las tragedias que conocemos”, dice Carlos Gallego, de Emcali.
El Dagma de hecho, explica la geóloga Marcela Villa, desde 2014 ha identificado 35 sectores en las comunas 1, 18 y 20 –zona de ladera– donde se deben hacer obras de canalización de aguas, muros de contención, taludes naturales para garantizar el amarre del suelo.
Los trabajos, que costarán alrededor de $4000 millones y se financiarán con recursos de la sobretasa ambiental, deberán ser entregados en diciembre de este año.
“Desde 2010, con la ola invernal que se presentó, el Dagma hizo una priorización de puntos críticos en Cali en el tema de inundaciones y ha venido haciendo obras en esos lugares, tanto en la zona de ladera, como en la plana. La última gran intervención fue en el río Meléndez, atendiendo justamente la problemática de 2010, cuando se inundaron barrios como El Caney y El Ingenio. Se realizaron muros de contención y otras obras junto con la CVC. Para este año haremos obras en estos 35 puntos en la zona de ladera y además se tiene proyectado hacer un mapa de la vulnerabilidad y riesgo que representan los ríos tributarios del Cauca que atraviesan Cali: Cañaveralejo, Meléndez, Lili, Aguacatal, Cali y Pance. Son estudios que hay que hacer por mandato de la ley 1523, dice Villa.
Se trata de la Ley que establece la política nacional de gestión del riesgo de desastres tras la ola invernal de 2010, cuando el fenómeno de El Niño afectó a todo el país.
Tenga en cuenta
No construir, comprar o alquilar edificaciones en zonas tradicionalmente inundables como pueden ser las zonas de creciente de ríos y quebradas.
No desviar ni taponar caños o desagües. Por el contrario, se recomienda hacerles mantenimiento.
No arrojar basuras a los canales de aguas lluvias y evitar que el lecho de los ríos se llenen de sedimentos, troncos o materiales que impidan el libre tránsito de las aguas.
Entérese del plan de emergencias establecido por el Consejo Municipal de Gestión del Riesgo de Desastres y tener previsto un lugar seguro donde alojarse en caso de inundación.
Si se observan represamientos en las corrientes advertir a los vecinos y al Consejo de Emergencias o a la Línea 123. Una disminución en el caudal del río puede significar que aguas arriba se esté formando un represamiento, lo cual puede producir una posible inundación repentina.
Conozca la señal de alarma establecida por el Consejo de Emergencias. Si este no existe acuerde con sus vecinos un sistema con pitos o campanas que todos reconozcan para avisar en su vecindario el peligro inminente de una creciente o deslizamiento.
Obras para la Comuna 22
Como lo anunció este diario en su edición de ayer, ante el crecimiento del sur de la ciudad se requiere de una nueva infraestructura de alcantarillado, para evitar lo sucedido el viernes: las inundaciones registradas en la Avenida Cañasgordas.
Según lo explicó Hugo Salazar, presidente de la Asociación Colombiana de Ingeniería Sanitaria y Ambiental, la Comuna 22, justamente el área de expansión de la ciudad, “carece de infraestructura de servicios públicos para atender la demanda actual de sus 16.000 residentes y más de 100.000 visitantes diarios”.