El abrazo de los niños a los que enseña inglés y el dulce sabor del cholado derritiéndose en el paladar son las dos cosas que han hecho que Salomé Niefnammer se enamore de Cali.
La joven de 20 años, quien llegó a Cali a mediados de julio, es una austriaca que hace parte de los 42 extranjeros que han arribado a la ciudad en lo que va de este año como parte de Aiesec, ONG global que promueve el cambio social por medio de intercambios internacionales.
En el caso de Salomé, ella enseña inglés a niños de primaria en el Colegio La Fontaine, en el barrio Belisario Caicedo, suroeste de Cali. “Dado los estudios que he hecho en psicología, me interesó hacer mi voluntariado en este lugar, en donde tenía la posibilidad de enseñarle a algunos niños que tenían dificultades de aprendizaje, entre otros problemas cognitivos, además de darles la posibilidad de que con el bilingüismo puedan viajar y conocer otras culturas”, destaca.
“Resulta que en Cali he visto mucha pobreza -agrega-, muchas personas sin techo por las calles, lo que resulta triste. Yo creo que todos estos problemas se pueden solucionar más que todo con la educación”, comenta.
La primera vez que entró al salón de clases, sus estudiantes la recibieron con cariño. Para ese entonces Salomé ya había advertido que los caleños eran muy abiertos con ella; si no sabía cómo llegar a una dirección, se la enseñaban con amabilidad, pese a que no lograban entenderse del todo por la brecha de idiomas.
Al contrario del ambiente calmo que encuentra en Austria, su país de residencia, la joven siente que en cada esquina de los barrios de Cali suena una canción de salsa. Salomé no baila, pero se siente llena de gozo con los versos del Grupo Niche o Guayacán.
“Como vivo cerca a la estación Unidad Deportiva, aproveché para montarme en el MÍO Cable, desde donde pude ver toda la ciudad. También he conocido las casas tradicionales de San Antonio, la iglesia de la loma, así como nadar en el río Pance”, afirma la extranjera, quien tiene muy presente dos bellas experiencias en la Sucursal del Cielo: visitar las Tres Cruces e ir al Festival Petronio Álvarez.
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Más de 126 son los jóvenes entre los 18 y 30 años que pueden impactar socialmente por medio de Aiesec. Y es Cali, precisamente, uno de los cinco destinos favoritos de Colombia para realizar labores de liderazgo, cambio social y hasta de profesionalización.
“Cali es, entre otras cosas, muy llamativa para los extranjeros por la amabilidad de su gente, así como por el clima, la comida o el hecho de que esté tan cerca de otros puntos muy buenos para conocer, como Bahía Málaga”, explica María del Mar Erazo, vicepresidente de Mercadeo de la seccional de Aiesec en la ciudad.
La organización cuenta con tres líneas de acción. La primera son los voluntariados globales, que con la llegada de jóvenes extranjeros se quiere impactar en temas como medio ambiento, educación, etc. Esto, dependiendo de la afinidad o gusto del joven.
“Los caleños también pueden hacer intercambios a otros países. Principalmente escogen países como Brasil, Perú, Bolivia o Panamá, porque son aquellos en donde hay más proyectos que realizar”, anotó. “Nuestra segunda línea de acción consiste en que los universitarios hagan su práctica profesional en el exterior y que hasta los ya graduados busquen oportunidades de empleo”.
Y la tercera, como complemento de las dos anteriores, se llama familias globales, quienes reciben en sus hogares a las personas que se han sumado a los proyectos asociados a Aiesec.
“El valor agregado de participar en algo como esto es que se conocen perspectivas diferentes de ver el mundo mientras se ayuda a solucionar las problemáticas de otros países. Y siempre con una mente abierta ante el choque cultural que puedes experimentar”, aseveró.
Tan solo hace unas semanas, el pasado 14 de julio, Cali fue reconocida como mejor destino cultural de Suramérica en los World Travel Awards, también referidos como los ‘Óscar’ del turismo.
Pero no fue precisamente la cultura lo que hizo que Lucas Gadila Olivera, brasileño de 19 años, eligiera a la ciudad como destino para hacer voluntariado. “Estoy aquí porque es considerada la capital americana del deporte y también porque mi hermana, que ya había estado aquí por la organización, me la recomendó bastante”, señala.
‘Sport Viewers’ es el proyecto con el que colabora Lucas y que consiste en dar clases de atletismo a jóvenes de barrios vulnerables, algunos de ellos -cuenta el brasileño- con problemas de violencia intrafamiliar en sus hogares.
Y aparte de que utiliza el deporte como excusa para que estos jóvenes ocupen su tiempo libre en actividades productivas, ellos suelen acompañarlo a puntos imprescindibles, como la Loma de La Cruz, el Bulevar del Río o el estadio Pascual Guerrero. Fue en estas locaciones en donde las selfies fueron innumerables.
Tampoco sobran, por supuesto, las de las Canchas Panamericanas, en donde transcurren las clases de atletismo. El clima le resulta muy similar al de Brasil.
“Aunque no me gustaron las empanadas y la lulada, disfruté bastante conocer los patacones y el jugo de borojó. Estar en Cali también me ha dado la facilidad de conocer lugares cercanos como Popayán o Salento, en donde la pasé muy bien entre la belleza del Valle del Cocora”, narra.
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