El grupo de WhatsApp se llama ‘Iniciativas de paz del oeste’. Lo integran, hasta ahora, 77 vecinos de la Comuna 1 de Cali, aunque a diario se unen más. Allí se encuentran empresarios, médicos, ingenieros, educadores, misioneros. Comparten una intención, un objetivo en común: iniciar un proceso de reconciliación en el oeste de la ciudad, después de los conflictos que han surgido por los bloqueos en días del Paro Nacional.
También por la indiferencia histórica de unos hacia otros. Una indiferencia que el Paro sacudió.

— La reflexión o el sentir del grupo es que como privilegiados, nos miramos después de las movilizaciones y las brechas sociales que evidenciaron. Hay vecinos del oeste que no miraban hacia su entorno y las protestas del Paro llevaron a que lo hicieran. Y como privilegiados, sentimos que tenemos que hacer algo al respecto. Tenemos un rol qué jugar. No es algo opcional. No me puedo quedar en el balcón esperando a que el gobierno brinde las soluciones. Y la conclusión de ese ‘algo’ que hay que hacer, que tenemos que hacer, es que al menos en el micro territorio nuestro podamos construir una mejor opción de vida para todos. Enlazarnos con nuestros vecinos de Terrón Colorado, de Altos de Normandía, con los que tenemos al lado y casi nunca mirábamos, para construir juntos – dice Liliana Sierra, una de las líderes y promotoras del grupo.

Liliana tiene 39 años. Es ingeniera industrial, aunque su propósito de vida es el cuidado de los animales. Estudió también veterinaria, se hizo vegetariana, se convirtió en activista. Alguna vez protestó contra las corridas en la Plaza de Toros de Cañaveralejo.


La iniciativa de unir a los vecinos del oeste en esa búsqueda de reconciliación, explica, surgió de manera espontánea; “el típico ejemplo de una oportunidad que nace en medio de las crisis”.

Liliana salió a marchar hace un par de semanas, cuando en la Comuna 1 se convocó a una movilización para rechazar los bloqueos permanentes en la ciudad como mecanismo de protesta.

Cuando terminó la marcha, decidió quedarse en los alrededores de uno de los puntos de resistencia. El ambiente era tenso, recuerda. Los muchachos que estaban allí tenían el acompañamiento de la minga indígena, y algunos de los que marcharon esa mañana les reclamaban por las afectaciones a la movilidad. El tono de voz se elevaba cada vez más, hubo uno que otro empujón, hasta que se acercaron funcionarios de la Personería, el Secretario de Paz, otras de las personas que marcharon, entre ellas Liliana. Propusieron calmarse y sentarse a conversar.

Quienes marcharon contaron el drama que vivían a diario por los bloqueos. Los muchachos explicaron por qué los hacían. De otra manera no serían escuchadas sus reclamaciones, dijeron. Entre ellas retirar reformas en el Congreso, que la gente tenga unos derechos básicos garantizados y que se ejecuten obras sociales y de infraestructura a nivel local. Tras casi dos horas de reunión, más o menos unos y otros entendieron sus puntos de vista y llegaron a un primer acuerdo.

Los jóvenes de las barricadas se comprometieron a no bloquear el oeste de manera permanente. Entre las 7:00 a.m. y las 10:00 a.m., por ejemplo, el tránsito sería libre. Entre las 10:00 a.m. y las 3:00 de la tarde el bloqueo sería intermitente. Se cerraba 20 minutos, y se abría el paso durante diez. La negociación incluyó eso, el minuto a minuto. Entre las 3:00 y las 7:00 de la noche el bloqueo sería total.

Quienes vivían en los alrededores de las barricadas debían comprometerse en cambio a no tirarles huevos. Mucho menos a dispararles con balines o copas desde los balcones, como también pasó. Y divulgar el pacto al que habían llegado.

Liliana le sacó fotocopias al acta que se levantó tras la reunión y las entregó en casas, edificios, unidades residenciales, oficinas. También envió el pacto por WhatsApp y convocó reuniones virtuales en Zoom para contarles a los vecinos lo que había pasado tras la marcha.

Hubo algunos que no estuvieron de acuerdo en negociar un bloqueo, por supuesto. Otros en cambio apoyaron la propuesta de dialogar.

Al final quedó un grupo de 77 habitantes del oeste entre empresarios, educadores, artistas, misioneros, que se trazaron el propósito de intentar reconciliar a los doce barrios de la Comuna 1.

En una unidad residencial acordaron una cuota extra de $100.000 durante cinco años para financiar proyectos sociales. Los vecinos de otro edificio se reunieron para explorar la posibilidad de construir una escuela en Altos de Normandía. Y se recogió dinero para comprar 172 mercados y distribuirlos en las familias de la ladera que debían resolver un problema que no da espera y que también detonó el Paro: el hambre.

Para organizarse, en el grupo de WhatsApp diseñaron un esquema de trabajo de tres frentes. El primero se llama ‘iniciativas de reconciliación, arte y cultura’. El objetivo es generar confianza entre todos los vecinos, y lo lidera la educadora de la primera infancia y coach ontológico, Nathalia Gaviria. El coaching ontológico, por cierto, es una disciplina que ayuda a interpretar a los seres humanos, sus interacciones, sus comportamientos y a que logren los objetivos que se proponen.

El segundo frente de trabajo lo llamaron Brigadas al Barrio, y es liderado por el misionero y miembro de la Cruzada Estudiantil y Profesional de Colombia, Víctor Mario Parra.

Víctor conoce el oeste como su propia casa gracias al trabajo social que ha realizado junto a su esposa durante los últimos años. Él se encarga de facilitar brigadas médicas, odontológicas, veterinarias, en la comuna. Este miércoles 26 de mayo de 2021 se realizó la primera, después de que los jóvenes de Terrón Colorado y barrios aledaños manifestaran la necesidad de esterilizar a las mascotas.

El tercer frente de trabajo lo llamaron ‘Oportunidades de empleo, capacitación y educación’. Liliana Sierra es la líder. Una de sus tareas es consolidar una base de datos con los empresarios del oeste para, de acuerdo a los talentos y capacidades de los jóvenes del territorio, ofrecerles oportunidades de trabajo. También de educación.

Algunos muchachos manifestaron que uno de sus objetivos es aprender inglés, y ya se está en busca de la posibilidad de hacer talleres con profesores voluntarios. El misionero Víctor Mario Parra conoció a madres cabeza de familia en la ladera que hoy no tienen empleo, y para conjurarlo se propuso capacitarlas en panadería y asesorarlas para consolidar sus emprendimientos.

Liliana, que vivió en Europa durante 12 años, dice entonces que Cali comparte una realidad de muchas metrópolis: los estratos socio económicos están mezclados, casi juntos. Al lado de un barrio estrato 6 por lo regular hay uno estrato uno o dos. Pero aquello, cree ella, bien mirado no es un obstáculo sino una oportunidad para acercarse, vincular a sectores sociales diferentes dentro de un mismo territorio y construir entre todos una sociedad más justa.

El primer paso para lograrlo es una gran jornada de reconciliación que se programará en los próximos días. Que los vecinos del oeste, no importa el barrio o el estrato en el que viven, se encuentren, se reconozcan como parte de una misma comunidad.

“Quizás allá donde me enseñaron que era territorio enemigo, me está esperando alguien para darme un abrazo”: Mario Mendoza.