Las alertas de cambiar modelos de producción económicos, de acciones concretas para conservar el medio ambiente y de disminuir los abismos de la desigualdad, se vienen lanzando desde hace mucho tiempo.

Esas categorías de cambio social y economía solidaria que parecían quedarse en títulos de grandes foros internacionales, no habían logrado permear como se quisiera en el día a día, hasta que un virus invisible vino a desnudar los inmensos problemas que tenemos como sociedad.

Y justo ahora, cuando la incertidumbre nubla el futuro próximo y tiene tambaleando a los sistemas económicos y sociales del mundo, la innovación social puede ser un faro para encontrar respuestas a la crisis que deja a su paso el Covid-19.

Lo escribió María Isabel Irurita en Twitter: “Empatía, economía solidaria, consumo colaborativo, pensamiento sistémico, innovación social... siento que me estoy poniendo de moda, por fin”, haciendo alusión a los años que viene aterrizando esos conceptos a la cotidianidad para estimular ideas que respondan a los problemas sociales y ambientales de países como el nuestro.

Con ánimo de encender luces en medio de tantas dudas oscuras, Irurita, doctora en Procesos de Innovación Social, habló con El País sobre los cambios de paradigma que todos los sectores están viviendo por la pandemia y el horizonte al que deberían apuntar las respuestas a la contingencia.

Se dice que las crisis y situaciones problemáticas son escenarios ideales en los que nacen grandes soluciones, pero como esta pandemia ha sido tan abrumadora, ¿hacia dónde deberían apuntar esas respuestas de innovación social?

Una crisis no se puede desaprovechar, una crisis inspira y motiva todo tipo de respuestas innovadoras. Las respuestas que vienen de los científicos, investigadores que buscan vacunas, curas posibles, esas deben apuntar a beneficiar a la mayor cantidad de personas en el tiempo más rápido posible.

Desde las ciencias sociales y humanidades experimentamos unas oportunidades sin precedentes para poner en evidencia tantas teorías que hemos venido desarrollando sobre construcción de comunidad, comunidades resilientes, creación de capital social y sobre las nuevas formas de relacionamiento a las que nos vemos obligados por la crisis.
En la academia vemos un paso aceleradísimo y prácticamente obligado a lo virtual, y las universidades empiezan a cuestionarse seriamente cómo educar a las personas que van a transformar y mejorar esta sociedad. Es todo un cambio de paradigma impresionante.

En el sector privado, las soluciones tienen que apuntar no solo a generar valor financiero, sino a crear valor social y ambiental. Esos negocios que se han tomado en serio sus objetivos sociales y financieros son los que van a tener un verdadero ‘momentum’, son los que la gente va a preferir. Hoy en día, temas tan minimizados en el pasado, como la economía del cuidado, van a tener gran importancia. La salud y la educación, son los principales sectores hacia los cuales apunta el crecimiento futuro. Desde allá y hacia allá deben apuntar las respuestas innovadoras.

En menos de una semana de confinamiento, diferentes personas empezaron a divulgar sus inventos para responder a la ausencia de respiradores, insumos médicos, entre otros. ¿Por qué cuesta tanto generar respuestas rápidas con el talento local a problemas de días habituales?

Esto me remite a por qué hay tantas barreras a la innovación social. La primera barrera suele ser la misma mente: qué voy a poder hacer yo para esta crisis. Yo, desde mi posición insignificante, cómo voy a poder contribuir a este panorama tan complejo. Independientemente de dónde estemos, de cuál sea nuestra trayectoria personal, profesional, podemos cuidar al otro, podemos compartir de una forma más honesta, y podemos ayudar a salir de esta crisis desde nuestras esquinas.

En segundo lugar importan muchos los intereses velados: ¿Qué intereses hay detrás de esta crisis?, ¿a quién le conviene esta crisis’, hay una danza de intereses y necesidades, y la verdad es que todos estamos perdidos. Los verdaderos intereses que impiden la innovación social, también importan.

Sabemos, en tercer lugar, que no existen culturas de liderazgo, ni culturas de innovación, no hay características organizacionales que permitan que la gente lleve todo su talento, imaginación y creatividad a desarrollar soluciones a los problemas que estamos viviendo. Y por último, tenemos el imperativo de la eficiencia, si esto funciona, dejémoslo así, no lo movamos, no lo toquemos. Creímos que teníamos sistemas de salud apropiados a nuestras necesidades, y resulta que no, que eran susceptibles de ser mejorados y que no iban a ser suficientes para las necesidades de la crisis actual.

Diferentes sectores de la economía ya padecen los estragos de la cuarentena en su operación y sus finanzas, pero hay muchas otras formas de crear valor. ¿Hacia dónde deberían apuntar esas nuevas opciones de valor hoy y después de la crisis?

Estoy convencida que solamente los negocios comprometidos con crear valor social y ambiental en paralelo a su valor financiero y económico, son los que van a estar preparados para el futuro, donde tenemos un consumidor mucho más consciente, exigente, indignado. Preguntándose entre otras cosas, cómo puedo yo desde mi consumo contribuir a mejorar. Son esas instituciones que están dedicadas a ampliar el acceso a oportunidades de todo tipo, las que ofrezcan mejores términos de trabajo, los negocios que luchen por la igualdad, por la justicia desde cada uno de los puntos de su cadena productiva, los que van a salir adelante y son los que van a poder sobrevivir y sobresalir.

Durante esta crisis se ha despertado el espíritu colectivo, el bienestar comunitario, ¿por qué es clave profundizar en la empatía?

Sabemos que el déficit de empatía es la principal barrera al progreso social que encontramos como humanidad. Lo que vamos a ver en las semanas siguientes es muchísima zozobra, sufrimiento, dolor, ansiedad, tanto personal como colectiva, y en estos momentos oscuros, sí que es necesario que todos seamos capaces de ponernos en los zapatos del otro, para tratar de ayudarnos entre todos. Viene un periodo muy difícil, pero también viene un periodo en el que cada uno de nosotros va a poder sacar a flote lo mejor que existe adentro de nosotros mismos. Esta empatía, esa capacidad de sentir lo que el otro está sintiendo, es una herramienta que lleva a la construcción de confianza, y la confianza lo es todo, es la base de las economías sanas, de las regiones exitosas, y del éxito de los países. La empatía la necesitamos como un elemento fundamental en la construcción de sociedades con niveles de confianza más altos y con menos necesidades y menos sufrimiento.

Y ni hablar del sentido ambiental. ¿Qué hacer para que esa sensibilidad y responsabilidad no sean solo por esta coyuntura?

Esta es una crisis donde principalmente el medio ambiente nos está hablando, estamos hablando esencialmente de una crisis ecológica, de salud, social y económica. Pensemos un poco. Esta crisis empieza en China, allí donde se producen la mayoría de los bienes de consumo de los que el mundo entero depende, arranca en un mercado donde se revuelven diferentes especies, que de lo contrario, en la vida salvaje, no se encontrarían. Esta crisis es un grito de la naturaleza, obligándonos a pensar, qué clase de vida es la que estamos llevando, qué decisiones hemos tomado. Este planeta que hemos usado y abusado de tantas maneras, es un ser vivo, que tienen sus propias dinámicas y que nos está pidiendo a gritos un descanso. Nos está mostrando cuáles son las limitaciones de nuestros sistemas de salud y la conciencia social y ambiental que está surgiendo en estos momentos es un fenómeno que solamente va a seguir creciendo. Esa conciencia se va a nutrir, fortalecer y convertir en acciones concretas. Ya tenemos niveles de aire mucho más puros, especies retornando a espacios que les habían sido negados. Niveles mucho más conscientes de consumo, desaceleración del consumo. Esos fenómenos solo van a fortalecerse y nutrirse.

Así como las grandes empresas deben aprovechar para repensarse otras formas de crear valor, ¿qué decirle a aquellos emprendedores pequeños o a quienes están tentados a emprender?

Si hasta el momento los emprendedores nos han mostrado cómo aprovechar oportunidades de mercado, hacia el futuro se enfocarán cada vez más en qué necesidades tienen que ser resueltas. La combinación de oportunidades comerciales y necesidades sin resolver son las que dan origen al emprendimiento. A los emprendedores que en este momento tan incierto, quieren lanzar una iniciativa, un negocio, un proyecto, hay que recordarles que mientras esa propuesta esté en armonía con las necesidades del contexto, con las necesidades que tenemos como ser humanos, las sociales, y de nuestro medio ambiente, el éxito va a estar garantizado. Aún en momentos de crisis surgen ideas de negocio muy exitosas.

El consumo colaborativo se ha hecho evidente en esta cuarentena, pero todavía no es palpable, sigue premiando el consumo individual. ¿Cómo incentivarlo en nuestra cultura ciudadana?

Estos tiempos de crisis donde se imponen restricciones al movimiento y a esa globalización que creímos era imparable, nos invita a reincontrarnos con los productos e iniciativas locales. Nos invita a pensar en el otro, a compartir, a tratar de avanzar juntos y no por separado, como veníamos hasta ahora. Va a poner de manifiesto, la importancia de usar algo, un espacio o un objeto, por encima de poder tener o ser dueño de algo, porque nos estamos dando cuenta que hay que desacelerar esos niveles de consumo. Que hay que reemplazar el hiperconsumo de las últimas décadas, por el consumo colaborativo, consciente, que entiende que si yo me beneficio, los demás también se pueden beneficiar. Aquí a lo que estamos sometidos es a una especie de rehabilitación, nosotros como sociedad. Rehabilitación a escala global. Y está quedando muy claro ese mensaje, si estoy bien yo, nos beneficiamos nosotros. Es pasar de pensar en mí a pensar en nosotros.

¿Por qué este es un momento clave para estimular los liderazgos comunitarios?

Ya sabemos que para la magnitud de esta crisis, el accionar del sector público no va a ser suficiente. Es muy difícil, por no decir que imposible, que los gobiernos, puedan atender ellos solos todas las necesidades que surgen y salen a flote en este momento. Vamos a tener que confiar demasiado en el poder de cada comunidad, para cuidarse a sí mismo, para que ellos participen y sean artífices no solamente del aislamiento al que estamos obligados, del autocuidado que surge como resultado de ese aislamiento, sino también de la recuperación que como sociedad vamos a experimentar. Pero, tenemos que entender que es solamente de las comunidades de abajo hacia arriba que va a surgir la sostenibilidad de esos procesos.

Habrá mucho por replantear en la ciudad cuando termine la pandemia, ¿en qué debería enfocarse Cali teniendo en cuenta sus bondades?

Cali es una ciudad conocida por ser particularmente alegre, espontánea, de seres humanos cálidos. Eso tenemos que utilizarlo para poder reconocer las múltiples manifestaciones culturales que surgen en esta ciudad, entre otras, como resultado de esa mezcla tan interesante que tenemos de personas y de culturas. Cali puede hacer esa transición, de ciudad cívica, carismática, de capital de la salsa y del baile, hacia la ciudad sostenible por excelencia, hacia la ciudad donde todos se preocupan por el otro. Hacia una tierra de solidaridad y bondad. Los esfuerzos del sector público deberán estar dirigidos a construir esa resiliencia, en las comunidades, a reducir la desigualdad que ha quedado tan evidente con esta crisis, y tanto el sector público, privado y académicos, deben orientarse a fortalecer esa consciencia ambiental que nos va a permitir hablar de futuro y de movernos hacia adelante como especie.