Cali es una ciudad de árboles caídos que a veces terminan en las salas de los apartamentos, destruyéndolo todo. Sucedió el lunes pasado, 27 de marzo de 2023, cuando en la ciudad se desató una lluvia ciclónica, con vientos de más de 60 km por hora.

En la Carrera 1A- 2A, No 70c Bis 42, apartamento 201 del barrio Los Alcázares, un enorme árbol terminó tumbado sobre el bloque 180. El viernes, cuatro días después, el gigantesco tronco seguía recostado sobre el edificio, como si la gente que vive allí no importara.

— Ese árbol se había reportado ante el Dagma. Dañó el quinto piso. A nosotros nos arrancó una ventana y el árbol quedó adentro del apartamento. Allí vive la hermana de mi esposo y su hijo. Ella había salido a recoger el niño al jardín, de lo contrario pudo suceder una tragedia peor. El apartamento estuvo asegurado mientras tuvo deuda. Ya no. No sabemos quién va a responder por los daños – cuenta Milena Zapata.

Cuando el niño de 4 años entró al apartamento a su regreso del jardín, y vio la ventana de la sala en el suelo, el tronco incrustado en la pared, no paraba de repetir: ¡esto es un desastre, es un desastre!

— Vinieron los de la Alcaldía y dijeron que no podían hacer nada, porque el árbol es grande y un trozo está recostado sobre las cuerdas de la luz. Al siguiente día llegó el Dagma. Tomaron fotos. Al otro día aparecieron con un mercado. Pero lo que necesitamos es que saquen el árbol del apartamento. Me dijeron que pusiera la queja. El número que me dieron no funciona. Mi esposo mandó un correo a gestion.flora@cali.gov.co, con las evidencias. Solo responden que está reportado – continúa Milena.

La directora de Dagma, Francy Restrepo, confirmó que el caso lo conocían, pero que aquel era un árbol que no era fácil de intervenir. El sábado (5 días después de que se cayera) agregó, sería retirado.

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Cali también es una ciudad de gente que a veces se muere por culpa de los árboles. El 13 de septiembre de 2022, hace seis meses, falleció un adulto mayor después de que le cayera una pesada rama. Sucedió en el barrio Belén, de la Comuna 20 (Siloé). El árbol estaba enfermo. Los vecinos se lo habían advertido al Dagma.

En los medios, la directora Francy Restrepo dijo que se iban a adelantar las investigaciones. Seis meses después, comenta, continúan.

— Ocho días antes habíamos visitado el árbol. Tenía un concepto técnico para tala. Superaba los 18 metros de altura y hacía contacto con las redes eléctricas. Estaba dentro de los árboles que se le envió a Emcali para que los interviniera. La responsabilidad pasó a Emcali, que al siguiente día taló el árbol.

Cali también  es una ciudad de gente que se pasa años esperando para que el Dagma tale los árboles que ya diagnosticó como enfermos o en alto riesgo. En el barrio El Diamante había una Acacia que amenazaba con caerse sobre las casas vecinas. El 26 de noviembre de 2020, el Dagma, en una carta, dijo: “Presenta regulares condiciones fitosanitarias, por lo cual requiere labor de tala”.

Después de más de dos años, el árbol seguía ahí, enfermo. Apenas esta semana una cuadrilla de taladores de la CVC lo intervino. Se evitó una tragedia.

— El nivel de respuesta del Dagma es casi nulo. Hay sentencias judiciales desde 2014 que los obligan a intervenir en El guadual de Guadalupe y no las cumplen, ya estamos en 2023. Las cartas que uno radica no tienen respuesta. En mi barrio, El Refugio, hay una problemática con un samán cuyas raíces están afectando una casa, y la dueña y vecinos llevan desde el 2009 pidiéndole al Dagma que intervenga – comenta José Venancio Palacios, más conocido como J. Palacios, integrante de la Red de Bosques Urbanos de Cali.

Mientras tanto, los árboles se caen por diferentes razones, entre ellas su estado. Cada mes, Bomberos atiende 50 emergencias por caída de árboles y ramas.

— Existe un profundo problema con los protocolos de mantenimiento periódico de las zonas verdes y bosques urbanos de Cali por parte de las instituciones de la alcaldía, que se lanzan el balón unas a otras: Dagma, UAESPM, Planeación, Emsirva en Liquidación, operadores de aseo – continúa J Palacios.

La directora del Dagma, Francy Restrepo, reconoce que cuando asumió el cargo eran cientos las solicitudes de la ciudadanía represadas. Es decir que no es una problemática actual, sino estructural, histórica. Sin embargo, asegura que su administración es la que más árboles enfermos ha talado en los últimos 12 años.

— En el último censo arbóreo teníamos 18 mil árboles para intervenir. De esos, vamos en 9000. Lo que hemos hecho es priorizar los árboles a talar. Hay que entender que la ciudad no se planificó en materia de árboles, salvo algunas avenidas – dice la directora del Dagma.

Una fuente que pidió no ser citada advierte sin embargo sobre un asunto:

— Hay actores que tienen responsabilidad en el mantenimiento de los árboles y no están articulados. Cuando las ramas de un árbol invaden las redes del alumbrado público, el prestador de ese servicio debe contratar un operador para que despeje esas redes. Los operadores de aseo no lo pueden hacer porque se requiere de condiciones técnicas. Y a veces los del alumbrado público despejan las redes, pero no le comunican al operador de aseo, para que a su vez haga una poda de equilibrio, que consiste en podar el resto del árbol para que no quede debilitado. No existe comunicación entre los operadores de aseo que deben hacerle trabajos de poda a los árboles, y los encargados de despejar las redes eléctricas. El Dagma no está liderando esa articulación.

En la intervención de árboles enfermos y el mantenimiento de las zonas verdes participan varias entidades. La CVC recibe los recursos de la sobretasa ambiental. La ley exige que el 50% de esos dineros se inviertan en Cali, de acuerdo a las necesidades que plantee el Dagma y la Alcaldía.
El director de la CVC, Marco Antonio Suárez, explica que en 2020 fueron $22 mil millones los que recibió la ciudad por concepto de sobretasa ambiental; en 2021, $56 mil millones; en 2022, $57 mil millones y se proyecta invertir en 2023, $31 mil millones.

Ahora bien, los únicos que pueden talar un árbol son las cuadrillas del Dagma, o de la CVC, con autorización, a su vez, del Dagma. Las cuadrillas que tenía esta entidad, explicó su directora, fueron retiradas por presuntos actos de corrupción. Hacían talas sin autorización. Las nuevas cuadrillas, tres, acaban de finalizar su entrenamiento.

Por otro lado, en el mantenimiento de las zonas verdes intervienen los operadores de aseo, es decir las empresas encargadas de recoger la basura y barrer las calles. Solo hacen podas periódicas. Ronald García, Director Operativo de Promoambiental, lo explica así: “los operadores de aseo somos la ‘peluquería’ de los árboles; el Dagma, la EPS”.

La poda de los árboles se hace a partir de la información que suministra el Dagma, un censo arbóreo cuya última actualización se hizo en 2015. La CVC anunció que actualizará ese censo a partir de este año.

El corte del pasto de las zonas verdes deben hacerlo los operadores de aseo, con un inventario que entrega la Uaespm, pero que define Planeación. Es la Uaespm la que vigila la labor de los operadores de aseo en las zonas verdes. Según la entidad, se han detectado fallas como incumplimientos en la programación del corte de césped. En cuanto a la poda de árboles, la principal falla de los operadores de aseo es omitir el uso de cicatrizante que debe aplicarse en las ramas.

Cali, por otro lado, es una ciudad en la que algunos de sus parques tienen la categoría de Bosques Urbanos: La Hacienda, El Refugio, San Antonio, el Guadual de Guadalupe, 15 en total. Estos espacios reciben recursos de la sobretasa ambiental. En 2022, la CVC realizó un convenio de intervención en los 15 bosques urbanos que ha presentado múltiples dificultades para su cumplimiento. La Red de Bosques Urbanos, conformada por vecinos de los mismos, contrató un abogado para hacer las reclamaciones. El director de la CVC, Marco Antonio Suárez, reconoció que hay un incumplimiento pero aseguró que está al mando del proceso para exigir que se terminen las obras.

— Los bosques urbanos de Cali son una idea muy linda, pero no se les presta atención – dice María Eugenia Pineda, vecina de Guadalupe e integrante de la Red de Bosques Urbanos. J. Palacios, también integrante de la Red, añade:

— Hay deficiencias en el mantenimiento de estos bosques y existe una sentencia de un juez sin cumplir por el Dagma en el Bosque Urbano San Antonio. La comunidad de ese barrio y de San Cayetano se pusieron en pie de lucha para evitar que se construyera un edificio con dos torres, una de 6 y otra de 8 pisos, además de un semisótano para 120 parqueaderos, en un hospital ‘verde’ que existe en la zona del Bosque Urbano, declarado como bien de interés patrimonial, y argumentando que no necesitaban licencia ambiental a pesar de que iban a cortar gran cantidad de árboles.

En el Dagma hay otro problema: solo 20 funcionarios, de los 530 que trabajan allí, son de carrera. Es decir que el resto del personal se contrata por prestación de servicios y el 31 de diciembre terminan funciones. No solo la rotación de personal es enorme, lo que impide la continuidad de los procesos, sino que la entidad logra arrancar en pleno con todo su equipo a mediados de marzo, cuando ha finalizado la contratación de 500 personas.