El atentado terrorista del ELN contra la Escuela de Cadetes General Francisco de Paula Santander, en Bogotá, sigue generando luto y dolor en el país.
Mientras las autoridades avanzan con la investigación, que hasta la fecha ha permitido la captura de dos personas, los familiares de las víctimas tratan de retornar a sus vidas, algunos con el vacío que les dejó el ataque, y otros con la incertidumbre que les genera que sus seres queridos regresen a la Escuela.
El ecuatoriano Roberto Fidel Chicó, padre de la cadete Érika Chicó, asegura que envió su hija a Colombia a morir. Ella llevaba año y medio como cadete y fue la única mujer que perdió la vida tras la explosión del carro con 80 kilos de pentolita.
Admite que las autoridades de su país han estado atentas a los requerimientos sicológicos y sociales de su familia, pero asegura que eso no llenará el vacío que dejó Érika. Del Gobierno colombiano dijo que solo tuvo noticias cuando llamó por su cuenta y le anunciaron que había un seguro de vida por cobrar.
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Con la muerte de su hija, la vida cambió rotundamente. “Renuncié a mi trabajo para cuidar de mi esposa, quien quedó muy afectada”, expresó don Roberto, quien reprocha que una guerra ajena le haya arrebatado uno de los seres más importantes en su vida.
También cuestionó “la falta de cuidado” en la Escuela de la Policía y sostuvo que en su familia están dolidos “por la negligencia, ya que el coche bomba entró de una manera tan fácil a asesinar a los chicos”.
Frente a las investigaciones que se adelantan en territorio colombiano, don Roberto señaló que el rumbo de las mismas es incierto. “Nosotros hemos visto videos en noticias y se ve cómo el coche entra sin ninguna retención y no se observa nada de eso que dijeron en un principio, que los perros detectaron la pentolita y que hubo disparos”.
Daniela Carvajal, hermana del cadete Andrés Carvajal, quien falleció diez días después del ataque, también narró lo que ha tenido que pasar su familia, oriunda de Boyacá.
Ella deja en manos de las autoridades las investigaciones, mientras cuenta que la Policía Nacional y el Gobierno les han prometido incluirlos en un proceso de reparación. Pero en realidad, lo que le interesa es que recuerden a su hermano como un héroe que entregó su vida por la Patria: “Nos han dicho que vamos a entrar en la Ley de Víctimas, en esa justicia restaurativa que nos ayudará a saber qué fue lo que ocurrió y por qué pasó”.
Así como las familias de Érika y Andrés han tenido que luchar para salir del dolor, otras han contado con un panorama que se vislumbra más alentador.
Santiago Pulgarín, oriundo de Medellín, narró que dos días antes del ataque dejó a su hermana en la Escuela y, aunque salió ilesa, fue enviada a su casa durante diez días. “El susto fue duro, le dijimos que no volviera, que pensara en lo que había pasado, que eso era peligroso, que jugaba con la vida de ella, pero no quiso desistir”.
Santiago aseguró que en su momento los altos mandos de la institución le expresaron que tendría las garantías necesarias y le pidieron que “no desistiera, que siguiera con el estudio, que ahora era más la lucha”, por lo que ella decidió seguir luchando por el sueño y el proyecto de vida que tenía trazado.
Al igual que Santiago, Edwin Cortes, también se reservó el nombre de su familiar dentro de la Escuela. Consideró que no es quien para aseverar sobre las conductas de seguridad que se registraron allí y que para ello están las autoridades competentes y que no cree que un caso como estos se vuelva a repetir en esa edificación.
Del ataque
- En el hecho también perdió la vida José Aldemar Rojas Rodríguez, quien, según las autoridades, era cabecilla del ELN, y conducía el vehículo tipo camioneta que cargaba 80 kilos de pentolita y fue detonado dentro de la escuela.
- El vehículo fue adquirido el 17 de febrero de 2017 por Mauricio Mosquera León, alias Macancán.
Otras víctimas
Entre las 22 víctimas fatales hubo hombres que llegaron a la Escuela de Cadetes a cumplir el sueño de ser miembros de la Policía Nacional.
El último que falleció fue Andrés David Fuentes Yepes, oriundo de Valledupar, y quien llevaba más de un año preparándose en la Escuela de la Policía y siempre tuvo la convicción de seguir el camino policial.
Andrés Felipe Carvajal, oriundo de Chiquinquirá (Boyacá), fue otra de las víctimas. De 23 años de edad, falleció en un centro asistencial a los diez días del atentado, debido a la gravedad de las heridas. A la lista también se sumó Steven Ronaldo Prada, de 21 años, quien viajó desde Ibagué para hacer su carrera en la Policía.
Al departamento de Antioquia fueron llevados los cuerpos de Cristian Camilo Maquilón y Esteban Marulanda Orozco. El primero, una promesa del deporte en ese departamento, y el segundo un joven que siguió la vocación de su padre y se destacó como jinete durante los dos años que estuvo en la institución.
En el atentado también cayó el cadete Iván Rene Muñoz, oriundo de San Gil (Santander), pero criado en Barichara. Otro de los héroes que perdió la vida fue Óscar Saavedra Camacho, de 22 años y oriundo de Bucaramanga. De esta misma ciudad eran César Ojeda Gómez y Jhonathan Herney León.
Diego Fernando Martínez tenía 22 años y era oriundo de Curutí (Santander).
El Valle del Cauca también vivió el luto con la partida de Luis Alfonso Mosquera, quien era dos veces campeón departamental de lanzamiento de disco y campeón nacional en la categoría juvenil en Copa de Lanzamiento en Bogotá. A él se sumó Diego Alejandro Pérez, quien vivió en Tuluá.
Del departamento del Meta eran los cadetes Jonathan Suescún García y Juan Felipe Manjarrés, ambos de 24 años.
En el municipio de Puerres, en Nariño, el duelo corrió por cuenta de la muerte de Carlos Daniel Campaña Huertas, a quien lo despidieron con una masiva velatón luego de que su cuerpo fuera trasladado con honores policiales hacía su última morada.