Por Santiago Cruz Hoyos - Editor de Crónicas y Reportajes
A veces al mar le hacen ‘ecografías’. Pasan sobre sus aguas equipos de geofísica para identificar lo que los forenses denominan ‘anomalías’: cosas que detecta un escáner del fondo del océano que no deberían estar allí. Lo llaman ‘Prospección subacuática no intrusiva’.
Es lo que acaba de hacer el Equipo Colombiano Interdisciplinario de Trabajo Forense y Asistencia Social, Equitas, en el estero de San Antonio en Buenaventura, una zona de mangle y mar frente a la ciudad - puerto.
El equipo forense, junto al Instituto Javeriano del Agua, expertos en geofísica, arqueólogos subacuáticos, especialistas en hidrodinámica, identificaron en el fondo de ese trozo del Océano Pacífico más de 100 ‘anomalías’, que pueden ser desde pedazos de botes que trajo la marea, desechos de los pescadores, hasta contenedores con posibles restos de personas que los grupos armados ilegales asesinaron, desmembraron y lanzaron al mar en canecas con cemento para que al hacer contacto con el agua se solidificara y por lo tanto no flotaran.
Según las organizaciones sociales, las madres buscadoras, desde 1990 más de 1000 personas desaparecieron en Buenaventura durante el conflicto armado, un flagelo que ni la firma de la Paz entre el gobierno de Juan Manuel Santos y la guerrilla de las Farc, o la desmovilización de los paramilitares en 2005, acabó. Ni los paramilitares ni la guerrilla se fueron; cambiaron de nombres, de dinámicas delincuenciales.
En lo que va de 2024, advierte la Procuraduría, ya son 26 los bonaverenses que salieron de sus casas y nunca regresaron. El sub registro es inmenso. No todas las familias denuncian a sus desaparecidos porque los perpetradores continúan libres e impunes, cobrando vacunas a quien vende arepas o tiene una tienda, profundizando la pobreza de todos.
Uno de los puntos donde se sospecha que pueden estar los restos de quienes desaparecen es el estero de San Antonio, donde ya encontraron un cráneo que, tras el proceso de identificación genética, se determinó que pertenecía a Josué Casierra, un mecánico de motos de Buenaventura desaparecido el 2 de mayo de 2021.
Por eso la Justicia Especial para la Paz, JEP, mantiene la medida cautelar sobre el estero de San Antonio, lo que hace que no se pueda realizar allí ninguna obra, entre ellas el esperado dragado del puerto para que ingresen a Colombia barcos más grandes, hasta que no finalice la búsqueda de los desaparecidos y se determine qué hacer con el estero, quizá convertirlo en un memorial, un lugar para no olvidar lo sucedido en sus aguas.
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Angie Lizeth Fernández Gómez es la directora de Equitas, el único equipo forense independiente que existe en Colombia, es decir que no pertenece a ninguna entidad del Estado. Fundado hace 30 años, y conformado en un 95% por mujeres, su objetivo es usar la ciencia y la tecnología para esclarecer violaciones de derechos humanos.
Equitas ha diseñado metodologías para buscar personas desaparecidas en escenarios complejos como el agua, por lo que apoya las labores que lidera la Unidad de Búsqueda de Personas del gobierno en el estero de San Antonio.
Ya lo hizo en la zona de influencia del proyecto de la Hidroeléctrica Hidroituango, en Antioquia, una región donde, según las investigaciones de la Justicia Especial para la Paz, JEP, habrían 2094 víctimas de desaparición forzada, o en la búsqueda de personas en el río La Miel, en Caldas, donde, entre el año 2000 y 2005, los paramilitares asesinaron personas que después arrojaron al río.
En el caso del estero de San Antonio, Equitas realizó la primera fase, que consistió en pasar el escáner por el mar para determinar qué hay en el fondo y encontrar esas ‘anomalías’ que podrían ser contenedores con cuerpos.
También analizó cómo esas ‘anomalías’ se mueven a causa de las mareas, las corrientes, y elaboró un ‘mapa’ para referenciar los puntos donde se debe adelantar la segunda fase, es decir buscar como tal los posibles restos, algo que deberá arrancar a finales de 2024, según lo explicó María Victoria Rodríguez Vásquez, Coordinadora Territorial de la Unidad de Búsqueda de Personas dadas por Desaparecidas.
– En esa primera fase se definieron 27 anomalías de interés, en siete puntos del estero de San Antonio. Vamos a entrar a tres en la segunda fase, donde priorizamos diez anomalías. Cada uno de los puntos tiene un abordaje distinto. Algunos están más llenos de agua, y otros más secos por el cambio de las mareas. Donde permanece lleno de agua entrarán buzos forenses, y en las zonas con menos agua usamos otro tipo de metodología. Como abres el fango y el agua llena automáticamente, vamos a usar el conocimiento de las comunidades que han construido casas palafíticas. Ellos hacen cerramientos cuando hacen las casas que permiten que el agua se demore en entrar. Vamos a combinar esto que saben las comunidades, con lo científicos. Inicialmente esta búsqueda está presupuestada para hacerla durante un mes. Pero estamos en un cuerpo vivo, el mar, así que se puede extender. Depende del clima y también de la seguridad. En el estero de San Antonio sigue la presencia de grupos armados – detalla María Victoria.
Se trata, además, de una búsqueda única en el mundo.
– Se han buscado personas desaparecidas en el mar, por supuesto. En el Mediterráneo se está discutiendo cómo buscar los cuerpos de migrantes. También se han hecho búsquedas de siniestros aéreos. Pero esos rescates se dan en cuestión de horas después de ocurrido el hecho. En el caso del estero de San Antonio es una búsqueda sistemática de desaparecidos de hace tanto tiempo, 20 años. En lo que corresponde a Colombia es la primera vez que se hace una búsqueda de personas desaparecidas en un espacio como este, de manglar, de mar, asociado a condiciones ambientales muy específicas – comenta Angie, la directora de Equitas.
Las técnicas de búsqueda utilizadas en el estero son una novedad. Es como crear un método de búsqueda de personas en el mar. Se han implementado tecnologías para la exploración de petróleo en el océano. O las técnicas empleadas en la búsqueda de los tesoros del Galeón San José, el barco de la corona Española hundido frente a Cartagena en 1708. El arqueólogo subacuático que ha explorado el Galeón, Carlos del Cairo, es el mismo que participó en la primera fase de la búsqueda de los desaparecidos del estero de San Antonio.
– Contamos con expertos para analizar cuáles son las mejores técnicas para conservar estructuras óseas bajo el mar. Nuestra apuesta es que, si se encuentran, se puedan identificar a los desaparecidos – comenta Angie.
Hay varias posturas frente a una pregunta que todos se hacen y cuya respuesta debe ser cuidadosa para no generar falsas expectativas entre los familiares de las víctimas: ¿es posible encontrar cuerpos en el fondo del mar después de más de 20 años de ocurrido el hecho, y en un espacio que cambia todos los días a causa de las corrientes y las mareas?
Para responder, la JEP convocó a una audiencia pública, con presencia de los familiares de los desaparecidos, a expertos que narraron sus experiencias con búsquedas en agua.
La Fiscal Luz Dary Páez Rubiano explicó que la Fiscalía adelantó un estudio en el estero de San Antonio que consistió en sumergir extremidades de cuerpos de cerdos, cuyo material genético es similar al de los humanos, para, después de unos días, desenterrarlos y analizar en cuánto tiempo se deteriora dicho material.
– Se analizó la intensidad de las lluvias, se evaluaron los animales que hay en la zona, como los caracoles, que buscan calcio, se analizó la acidez del fango que influye en la descomposición de los cuerpos y se estableció que no era posible obtener la información genética de los cerdos para un posible análisis futuro – dijo la Fiscal.
El doctor en antropología de la Universidad de Buenos Aires, Luis Fonderbrider, narró su experiencia trabajando con el Equipo Argentino de Antropología Forense en el caso de los llamados Vuelos de la Muerte: personas que la dictadura en ese país arrojó vivas desde aviones al río de La Plata. Entre sus conclusiones, comentó:
– Cuando han pasado en el agua varios años, los huesos ya no aparecen y son casi nulas las posibilidades de hallarlos. La fauna marina es muy agresiva con los cuerpos.
Fonderbrider sin embargo contó que en 2012, 36 años después de haber sido lanzado, encontraron un barril soldado y lleno de cemento en un canal cercano al río de La Plata. En la morgue, cuando abrieron el contenedor, encontraron cinco cuerpos. El cemento, se cree, tiene componentes que permiten la conservación de los restos que están bajo el agua.
Paco Echavarría, forense español, dijo por su parte que ha encontrado cuerpos tras 90 años de haber sido arrojados en pozos durante la dictadura de Franco. Pese a ello, en la audiencia aclaró que una cosa es un pozo, donde todo es estático, a un contexto dinámico por las mareas como el estero de San Antonio.
– No hay que crear falsas expectativas, y en cambio hay que advertir las limitaciones a las familias. Creo que es imposible encontrar restos en el estero – dijo.
Las familias de los desaparecidos piensan distinto. No se puede decir que no se van a encontrar cuerpos hasta no intentarlo, no hacer una búsqueda “real”, que, además, es de alguna manera terapéutico. Buscar, sobre todo en colectivo, es aliviar el dolor crónico de la desaparición. Al no tener noticias del familiar, no saber si se está vivo o muerto, la herida permanece abierta, el deterioro psicológico es atroz. Hay madres que se sueñan con su hijo, tienen alucinaciones, creen verlo, lo escuchan. Es como un cáncer que, poco a poco, destruye a la sociedad de Buenaventura.
Carmen, la madre de Josué Casierra, cuyo cráneo fue encontrado de manera fortuita en el estero de San Antonio, murió 13 días antes de que se determinara que los restos correspondían a los de su hijo, a quien le decían ‘El Sistema’ por su habilidad para reparar, además de motos, celulares.
Invertir $1.500.000 millones, que es lo que puede costar la búsqueda en agua, no parece demasiado dinero para un Estado y en cambio sería un alivio para las decenas de familias que esperan noticias de esposos, primos, tíos, hermanos, hijos, nietos que un día se despidieron y jamás volvieron.
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Hay un lugar en Buenaventura donde los desaparecidos aparecen. Se llama Casa Social, Cultural y Memoria, del padre Adriel Ruiz Galván, quien acompaña a las víctimas de la desaparición forzada. En el segundo piso de la casa está la Capilla de la Memoria. Es un salón de paredes blancas y en ellas las fotos de algunos de los desaparecidos. Son tantos, que las paredes no alcanzan, luego hay otras fotos en el suelo rodeadas de flores, un velón, un rosario. Antes de entrar a la capilla hay un afiche que dice: “la búsqueda repara”.
– El 99 % de los casos de desaparecidos que acompañamos sigue en la impunidad. No hay uno solo resuelto, que las autoridades digan quién fue el perpetrador, nada. A las autoridades locales no les interesan los desaparecidos. Uno no escucha hablar del tema en lo público, lo hacemos nosotros – dice el padre.
De ahí la importancia de la Capilla de la Memoria. A través de las fotos, es una manera de que el desaparecido aparezca, así sea de manera simbólica. También con sus objetos. Hay una gorra o la olla de un joven que trabajaba en el muelle y jamás volvió a su casa. Era la olla en la que su mamá le guardaba la comida.
– Este es un espacio muy importante para las familias de los desaparecidos. Gente de la zona rural, cuando llega a Buenaventura, me llama y me dice: ¿puedo visitar a mis hijos? Vienen a ver las fotos. Es el caso de la familia Viveros. Una madre que tiene desaparecidos a sus cuatro hijos y a su esposo y ella viene aquí a verlos – continúa el padre.
Es una mañana de jueves y en la capilla están Elsy Adriana Delgado y Victoria Mina Angulo, madres buscadoras de hijos, “a los que pareciera que la tierra se los hubiera tragado”.
El hijo de Elsy se llama Juan Esteban Casierra Delgado. Desapareció de Buenaventura en 1999. Tenía apenas 14 años. Elsy pensó que era un acto de rebeldía, o que había seguido el camino de los jóvenes que se van a cumplir el sueño americano como polizones. Nunca volvió a saber nada pese a que lo ha buscado.
Elsy lleva una camiseta con un estampado en su espalda de margaritas y un mensaje: “Te recuerdo todos los días”. A Esteban le gustaba una salsa de Willy García que habla de las margaritas. La cantaba junto a una ventana de su casa.
Vicky llegó a la Capilla de la Memoria para ver la foto de su hijo, David Piedrahita Mina, quien desapareció en 2004. David tenía un hijo. Y otro más en camino. Su esposa falleció de cáncer. Buenaventura es una ciudad de madres, esposas, hermanos, que mueren esperando noticias de los seres queridos que no volvieron a ver. También es una ciudad de huérfanos.
Elsy a su vez es la tía de Josué Casierra, cuyo cráneo fue encontrado en el estero. De alguna manera es un alivio, dice, poder darle sepultura. Pero la búsqueda debe continuar.
– Esperamos que la búsqueda de los desaparecidos del estero de San Antonio sea real. El caso de Josué comprueba que no es mentira, lo convirtieron en cementerio clandestino. Qué bueno que hubiesen unos huesitos, otros resticos, de la mano, del pie, una costilla, para darle alivio a tantas familias. Si no se pueden encontrar después de esa búsqueda real, esperamos que el espacio sea convertido en memorial. Porque si la memoria no se registra, se pierde, y la historia se repite – dice Nelsy.