En algunas fechas del año, todos pensamos en las vacaciones que ya estamos disfrutando o las que estamos por disfrutar: playa, montaña o cambio de residencia, lo que trae consigo una serie de riesgos específicos que pueden afectar a la salud de nuestros ojos y arruinar esos días de descanso si no seguimos unas precauciones elementales.

En épocas de sol todo el mundo protege su piel con cremas, protectores solares, etc. Pero mucha gente deja de lado la atención a la vista, quien se ve afectada por los rayos del sol. Más que un complemento de moda, las gafas de sol son, sobre todo, una protección para nuestros ojos. Además, con ellas estamos también cuidando la piel que los rodea, la más fina y delicada de todo el cuerpo.

Las gafas de sol son una protección para nuestros ojos. | Foto: Getty Images

Las gafas de sol no solamente nos tienen que gustar por su estética, sino que deben tener tres características fundamentales:

  • Que estén homologadas y hayan pasado todos sus componentes por los controles de calidad adecuados. Es lo que indica el marcado CE.
  • Que filtren convenientemente la luz que “no vemos”: la ultravioleta (UV), la parte más dañina de la radiación solar. Está señalado con unas siglas seguidas de un número (por ejemplo, UV400), indicando que filtra toda la radiación susceptible de causar problemas como fotoqueratitis o fotoconjuntivitis.
El agua del mar, los ríos o las piscinas presentan un riesgo importante de irritación o infección en el caso de que entre en los ojos. | Foto: Getty Images

Los tres factores deben estar siempre convenientemente marcados en las gafas de sol, pero solo si son de calidad. Por eso, es importante comprarlas en establecimientos que ofrezcan esa garantía y cuenten con personal especializado capaz de indicarnos el filtro adecuado a nuestras necesidades: los establecimientos sanitarios de óptica.

El aire y la sequedad ocular

Para sobrellevar las altas temperaturas del verano buscamos lugares en casa, en el coche o incluso en un restaurante, sitios que tengan aire acondicionado o ventiladores. Estos crean unas corrientes de aire fresco que también resecan el ambiente y, por tanto, la superficie de nuestros ojos.

Para ver bien y no sufrir molestias necesitamos que la superficie ocular esté siempre cubierta y humedecida por la lágrima. Una buena recomendación es situarnos lejos o, al menos, no exponernos directamente a las rejillas por donde expulsan esos aparatos el aire frío. Así evitaremos la sensación de incomodidad y arenilla que produce la sequedad ocular y el enrojecimiento de los ojos. Además, esta situación puede ser especialmente molesta si usamos lentes de contacto.

Cloro, sal y los peligros del agua

El agua del mar, los ríos o las piscinas presentan un riesgo importante de irritación o infección en el caso de que entre en los ojos. Por eso debemos protegerlos del cloro o la sal, que producen picor, ardor o enrojecimiento. Y también de los microorganismos que pueden generar peligrosas infecciones como queratitis o conjuntivitis víricas o bacterianas.

La forma de prevenirlo es no meter la cabeza ni abrir los ojos debajo del agua y si lo hacemos, usar gafas de natación o buceo. Estas deben ser convenientemente homologadas para la actividad que se va a realizar y, en el caso de que sea necesario, incluso pueden estar graduadas.

Son importantes las gafas de natación al momento de bucear.

¿Y las lentes de contacto?

Las popularmente llamadas lentillas pueden suponer un riesgo adicional en verano: nunca hay que bañarse con ellas puestas en el río, la piscina o el mar. De hecho, cualquier situación en la que pueda entrar agua en el ojo, como darse una ducha, contraindica su uso.

Las sustancias irritantes (cloro, sal…) y los microorganismos presentes en el agua pueden quedar atrapados en la lente o entre la lente y el ojo, causando una molestia mayor o más duradera e incrementando también el riesgo de infección.

Uno de los patógenos más peligrosos es el protozoo Acanthamoeba, que está frecuentemente en el agua. En el 90 % de casos en que producen infecciones (pocas, afortunadamente), estas afectan a personas que usan lentes de contacto, especialmente blandas, sin seguir los consejos de uso e higiene adecuados. Mantener a salvo nuestros delicados ojos siempre debe ser una prioridad, y especialmente en verano.