En los últimos años, la preocupación por la seguridad alimentaria y la calidad de los productos que consumimos ha ido en aumento. Entre los alimentos más consumidos y versátiles en la cocina se encuentra el pollo.
Esta es una fuente importante de proteínas y nutrientes esenciales, pero su naturaleza perecedera lo hace propenso a deteriorarse si no se almacena y manipula correctamente. Aquí hay algunas señales clave que pueden indicar que el pollo está en mal estado:
Color y textura anormales: El pollo fresco debe tener un color rosado claro o blanco, con una textura firme y elástica. Si el color es amarillento, grisáceo o verdoso, o si la textura es pegajosa o viscosa, es probable que esté en mal estado y debe evitarse su consumo.
Olor desagradable: El olor es uno de los indicadores más importantes de la frescura del pollo. Un pollo fresco debe tener un olor suave y neutral. Si detectas un olor agrio, sulfuroso o similar al amoníaco, es probable que esté en mal estado y debe desecharse de inmediato.
Sensación pegajosa o viscosa al tacto: Cuando manipulas el pollo, debe sentirse firme y ligeramente húmedo. Si notas que está pegajoso o viscoso al tacto, es una señal de que ha comenzado a descomponerse y no debe ser consumido.
Presencia de moho o crecimiento bacteriano visible: Si observas manchas de moho, moho o cualquier tipo de crecimiento bacteriano en la superficie del pollo, es una clara indicación de que está en mal estado y debe ser descartado de inmediato.
Fecha de caducidad vencida: Siempre verifica la fecha de caducidad en el empaque del pollo antes de comprarlo. Si la fecha de caducidad ha pasado, es probable que el pollo esté en mal estado y debe ser evitado.
Además de estas señales visuales y olfativas, es importante seguir algunas prácticas de seguridad alimentaria para prevenir la contaminación cruzada y garantizar la frescura del pollo:
- Al comprar pollo, elige piezas que estén refrigeradas o congeladas y asegúrate de que el empaque esté intacto y no presente signos de manipulación o daño.
- Almacenar el pollo en el refrigerador a una temperatura de 4°C o menos, preferiblemente en la parte más fría del refrigerador, y consumirlo dentro de los dos o tres días posteriores a la compra.
- Descongelar el pollo de manera segura en el refrigerador, en agua fría o en el microondas, evitando dejarlo a temperatura ambiente para prevenir el crecimiento bacteriano.
*Este artículo fue creado con ayuda de una inteligencia artificial que utiliza machine learning para producir texto similar al humano, y curado por un periodista especializado de El País.