En medio de la temporada festiva, la Corona de Adviento emerge como un símbolo arraigado en la tradición cristiana, marcando el inicio del tiempo de preparación y anticipación antes de la Navidad. Con sus cuatro velas dispuestas en un círculo, cada una representa una semana del Adviento, y encenderlas simboliza la luz que se acerca con el nacimiento de Cristo. En este artículo, se explora la importancia de la oración al encender la segunda vela de la Corona de Adviento, sumergiéndonos en el significado espiritual que esta acción tiene para los fieles.
Luz en la oscuridad: Oración al encender la segunda vela de la corona de adviento
En la penumbra del hogar, una familia se une con corazones esperanzados para encender la segunda vela de su Corona de Adviento. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, amén.
El Todopoderoso es invocado en esta sagrada ocasión, pidiendo que bendiga ese hogar, la familia, y la Corona de Adviento que ahora se ilumina. Que las luces emanen como guía, preparando los corazones para la inminente llegada de Jesucristo, el amado Salvador.
Con el signo de la cruz sobre la corona, el momento se marca, recordando la presencia divina en la vida cotidiana. Que este gesto sea un símbolo palpable del amor divino y de la luz que proviene de la esperanza en Cristo.
Las palabras del evangelista Marcos resuenan en el aire tranquilo: “Este es el principio del evangelio de Jesucristo, hijo de Dios”. En esas palabras, se reconoce la importancia de preparar el camino, de enderezar los senderos para recibir al Salvador.
Las profecías de Isaías encuentran eco: “He aquí que yo envío a mi mensajero delante de ti a preparar tu camino.” Juan el Bautista, un precursor en el desierto, llama al arrepentimiento y señala hacia el camino del Señor. En este Adviento, que se reconozcan las faltas y se prepare el corazón para recibir la gracia redentora de Cristo.
El Buen Padre, que liberó a su pueblo elegido de la esclavitud en Egipto, ve con gratitud la segunda vela encendida. Se pide guía en los desiertos de las adversidades, la liberación de toda esclavitud, ya sea corporal o espiritual. Que, guiados por el Hijo, encuentren la vida eterna con gozo y esperanza.
En este momento de luz, la vela se ofrece como símbolo de compromiso. Que la luz represente los esfuerzos por vivir de acuerdo con la voluntad divina. Se comprometen las familias a amarse y respetarse mutuamente, a participar fervorosamente en la misa dominical y a rechazar las seducciones del mal.
Al recitar el Padre Nuestro, se ruega por el reino y la voluntad de Dios en la tierra como en el cielo. Que el pan de cada día fortalezca y guíe en este viaje de fe.
La Santa Virgen María, que llevó en su seno al Salvador del mundo, es invocada en este tiempo de preparación. Que ayude a estar atentos y a vivir con expectación para la llegada del Hijo.
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
- Con la señal de la cruz, se sella este momento de oración, confiando en la gracia y el amor divino. Que la luz de la segunda vela ilumine el camino hacia la Navidad. Amén.
*Este artículo fue creado con ayuda de una inteligencia artificial que utiliza machine learning para producir texto similar al humano, y curado por un periodista especializado de El País.