La mano inadvertida puesta sobre la pierna de una mujer durante una conversación con un amigo, hasta entonces desinteresado, o en una entrevista laboral. El beso y el abrazo muy apretado, no solicitados, a un compañero de trabajo. La mirada lasciva al pasar por el pasillo de una oficina, o en las calles. El acercamiento intimidante y la sujeción por la cintura, como un objeto de su propiedad, dispuesto para tomar en cualquier momento. El comentario, o piropo, recurrente y no pedido sobre su aspecto, validándolo, como si la apariencia femenina dependiera de la calificación masculina.

Estas son solo algunas de las situaciones a las que se enfrentan millones de mujeres a diario, en todos los niveles sociales. Solo en el ámbito laboral, según la última encuesta de acoso sexual realizada por el Ministerio del Trabajo en 2019, las conductas de este tipo más comunes en Colombia son: solicitudes o presión para tener sexo (82%), intento y ocurrencia de acto sexual (79%), correos electrónicos y mensajes de texto vía celular (72%) y contacto físico consentido que se pasa del límite (72%).

Al final de esta encuesta concluyen que “la mayoría de los encuestados no perciben estas conductas como acoso sexual”, es decir, afirman, que “hay un amplio desconocimiento de cuáles son estas conductas”. De acuerdo a esto, se puede deducir que existe una gran mayoría de hombres quienes, ya entrados en el siglo XXI, siguen reproduciendo comportamientos de violencia de género, desconociendo y vulnerando los derechos de igualdad social y autonomía sobre sus cuerpos, conseguidos por las mujeres después de una admirable lucha contra las estructuras de una sociedad injusta y patriarcal, durante los últimos dos siglos.

Y aunque las reivindicaciones feministas ya son reconocidas a nivel político por muchas sociedades y gobiernos, como se comprueba a diario a nivel cultural y sobre todo en las formas de establecer relaciones laborales o de amistad, la mayoría de hombres proceden de forma inconsciente o ignorando la condición actual de las mujeres.

Esto es aún más evidente en la forma de establecer relaciones sentimentales heterosexuales, es en este terreno donde, como afirmó en su momento Héctor Abad Faciolince en la columna ‘Elogio de la mujer brava’, “el burro machista que llevamos dentro” se manifiesta con más soberbia.

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¿En qué momento los hombres confundieron acoso con galantería? ¿O lo que antes se entendía por galantería o conquista amorosa son eufemismos para comportamientos machistas? ¿Cómo debería proceder un hombre hoy para establecer una relación con una mujer?

Para Érika Rodríguez-Gómez, abogada feminista, defensora de Derechos Humanos y columnista en temas de género de la Silla Vacía, “lo que los hombres deben entender, y no es tan difícil, es que no tienen el derecho de observar, comentar y tocar los cuerpos de las mujeres, porque así vulneran el nuestro espacio personal con algo no solicitado. No entienden, porque esta sociedad es permisiva con esos actos”.

Por su parte, la abogada Lina Buchely Ibarra, politóloga con un doctorado en Género y Derecho, quien además es directora del Observatorio para la Equidad de las Mujeres (OEM), explica que: “Es difícil tanto para hombres como para mujeres reconocer cuándo somos agresores y cuándo somos agredidos, sobre todo en temas de violencia de género, que está naturalizada en conductas rutinarias, legitimadas por el peso de la tradición y la cultura, que hace que ocurran casi por inercia”.

Entonces, cuando los hombres empiezan a sensibilizarse sobre la realidad de estas conductas, tienen dos opciones: aprender las nuevas dinámicas amorosas reconociendo la condición de igualdad de la mujer, acorde con los tiempos; o continuar en su rol de macho conquistador de la antigüedad. El dilema de ser un hombre consciente que busca esa nueva forma de galantería o ser un acosador sexual al que al que no puede excusarse de ignorancia.

“Cuando chocan con esta realidad, los hombres suelen quejarse y nos dicen: ‘Entonces, ¿cómo hacemos para flirtear o para coquetear con las mujeres? Si ya no se les puede decir nada y todo lo toman como acoso”, expresa Érika Rodríguez-Gómez.

Ella misma esgrime la primera recomendación para hacerse consciente: “La respuesta es muy sencilla, el hombre tiene que educarse para evaluar las reacciones de la mujer y reconocer los contextos adecuados para actuar, así como el momento para coquetear o flirtear, asegurándose de que la mujer está participando en ello. Porque el acoso surge cuando no es el espacio y no ha sido solicitado. Lo justo en una relación es haya un consentimiento y las personas tengan los mismos niveles de participación”.

En este sentido, los espacios laborales, académicos, públicos (calles, taxis, buses), entre otros, cuyas funciones son prácticas y concretas, no son los escenarios idóneos para las actuaciones de un galán, ni en los que una mujer espera enamorarse.

Reconocer y respetar estas condiciones, es un primer paso hacia una mayor equidad entre géneros, como argumenta Lina Buchely, “los hombres conscientes pueden hacer mucho por mejorar, la consciencia es el primer paso hacia la transformación, porque implica ser muy reflexivo frente a un mundo machista donde la mujer está permanentemente en condiciones de desigualdad. Entonces cuando el hombre reconoce estos fenómenos puede tratar de evitarlos, aunque eso para los hombres es como luchar contra la fuerza de la gravedad, por eso para ellos generar comportamientos distintos es difícil, algo que producirá fricciones ya que tendrán que subvertir contextos cotidianos para tener una verdadera relación de igualdad con la mujer, pero los hombres que lo intenten deben resistir”.

¿Cómo controlar al machista que lleva dentro?

Aunque, como asegura Érika Rodríguez-Gómez, no hay un protocolo a seguir en estos casos, porque “es muy difícil regular todas las acciones humanas”, pueden seguirse algunas recomendaciones.

En primer lugar, algo inobjetable: “Entender que cuando una mujer dice no y rechaza de forma clara la intención del hombre, allí debe acabar todo. La persistencia es sospechosa y vulnera la autonomía, no aplica eso de ‘el hombre propone, la mujer dispone’, eso es un falacia machista”.

Lina Buchely propone que los hombres deben desarrollar una comunicación asertiva, “darle un valor profundo a la comunicación en cualquier acción romántica, evitar caer en lo implícito de la inercia cultural, como lo hemos visto en el caso de Ciro Guerra con sus torpes formas de cortejar. Las palabras en una buena comunicación pueden hacer que los hombres eviten autocompletar respuestas que no van con la realidad, y así evitar ser ciegos e indeseados. El cortejo debe ser un acuerdo de dos personas que van a decidir o no, tener una relación”.

¿Cómo controlar al machista que lleva dentro?

Aunque, como asegura Érika Rodríguez-Gómez, no hay un protocolo a seguir en estos casos, porque “es muy difícil regular todas las acciones humanas”, pueden seguirse algunas recomendaciones.

En primer lugar, algo inobjetable: “Entender que cuando una mujer dice no y rechaza de forma clara la intención del hombre, allí debe acabar todo. La persistencia es sospechosa y vulnera la autonomía, no aplica eso de ‘el hombre propone, la mujer dispone’, eso es un falacia machista”.

Lina Buchely propone que los hombres deben desarrollar una comunicación asertiva, “darle un valor profundo a la comunicación en cualquier acción romántica, evitar caer en lo implícito de la inercia cultural, como lo hemos visto en el caso de Ciro Guerra con sus torpes formas de cortejar. Las palabras en una buena comunicación pueden hacer que los hombres eviten autocompletar respuestas que no van con la realidad, y así evitar ser ciegos e indeseados. El cortejo debe ser un acuerdo de dos personas que van a decidir o no, tener una relación”.

Consejos para prevenir el acoso sexual

En casa
No compartir datos personales. No abrir a extraños, observar desde dentro con luz apagada. Tener buen sistema de seguridad en puertas y ventanas.

En el camino
Evitar estacionamientos mal iluminados. Llevar siempre en las manos las llaves. Asegurar puertas y ventanas. No recoger extraños.

En una cita
Escoja con cuidado la persona. Ir a lugares con personas alrededor.
Aclare sus límites a la persona. Llame a un amigo al salir y regresar.

En fiestas
Pedir ayuda si es necesario. Asistir con amigos. Tener un límite para consumir alcohol. No descuidar su bebida, cuidarse de sustancias.

Al caminar
Atenta a los alrededores. Evitar zonas solitarias. Lleve siempre su teléfono. Camine con seguridad, siga su instinto.

En la web
No comparta información a extraños. No comparta su ubicación.
No comparta imágenes privadas.Acceda solo a citas ‘online’ seguras.