Después de que la Policía Nacional confirmara que Brian Donaciano Olguín Verdugo, alias Pitt, capturado en Cali la semana pasada era un emisario de Ismael ‘El Mayo’ Zambada, el segundo hombre fuerte del Cartel de Sinaloa, hay una pregunta que no deja de rondar entre las autoridades y es qué tanto se extienden los tentáculos de esa organización criminal mexicana en la ciudad.
Según el propio director de la Policía, general Jorge Luis Vargas, Olguín era el “principal enlace” de los narcotraficantes extranjeros que lideraba hace pocos años Joaquín ‘El Chapo’ Guzmán con las disidencias de las desmovilizadas Farc, en especial, los grupos que operan en Cauca, Valle del Cauca y Nariño; además lo vinculó directamente con ‘Gentil Duarte’ e ‘Iván Mordisco’, ambos objetivos de alto valor para las autoridades porque están en una disputa con otros grupos ilegales por el control de los corredores del narcotráfico.
Aunque hay varias dudas con respecto a su captura y presencia en Cali, hay algunos hechos irrefutables: primero, ‘Pitt’ sí es un curtido narcotraficante, que, de hecho, está pedido en extradición por fiscales estadounidenses por conspiración para ingresar cocaína a Estados Unidos en 2014. Segundo, él no es el primer criminal de ese perfil que cae en la región.
Según informes de las autoridades, en tres años se ha detenido a 55 ciudadanos mexicanos en el país, a los cuales se les ha acusado de estar vinculados a tráfico de drogas, de armas, contrabando, entre otros.
Según la Policía Nacional, el detenido Brian Donaciano Olguín Verdugo, alias Pitt, llegó a Colombia en febrero pasado a través del aeropuerto José María Córdova de Rionegro.
En 2019, en una misma semana fueron capturados un hombre apodado ‘Rafa’, que también fue vinculado con ‘El Mayo’ Zambada y del que se decía cumplía un rol similar a ‘Pitt’. Luego cayó Martín Beltrán Delgadillo, alias Richard, a quien se le señaló de ser el enlace de Sinaloa con el Frente 30 de las disidencias de las Farc.
Antes de eso, las autoridades detuvieron en Bogotá a Bernabé Millán Rascón, miembro del Cartel Jalisco Nueva Generación, en Bogotá. En ese momento, el entonces fiscal general de la Nación, Néstor Humberto Martínez, dijo que habían notado presencia de miembros de estas agrupaciones en diez departamentos del país, en especial en Cauca, Nariño y Valle.
Por otra parte, la agencia Reuters publicó un reportaje en el que describe cómo miembros de los carteles mexicanos están cada vez más involucrados en el intercambio de armas por cocaína, haciendo que haya un incremento de armamento de alto impacto.
La presencia de los ‘narcos’ también recrudece el conflicto entre los grupos armados colombianos, que cada vez aumentan las acciones violentas para garantizar el control de los territorios en los que más se produce cocaína, para, a su vez, mantener la conexión mexicana.
“La relación entre capos colombianos y mexicanos no es nueva, se remonta a las épocas de Pablo Escobar y el Cartel de Cali, pero ahora hay una diferencia clave y es que antes eran los carteles colombianos los que coordinaban las rutas de salida de los cargamentos hacia Centro y Norteamérica, ahora esa ejecución se ha invertido y son los mexicanos los que tienen ese control. Entonces no es que se esté creando una nueva relación de poder, sino que los ‘narcos’ están viniendo directamente a Colombia para negociar la salida de la mercancía”, explica Camilo González Posso, director del Instituto de Estudios para el Desarrollo y la Paz, Indepaz.
De acuerdo con el experto, en este momento en Colombia hay más énfasis en la fabricación de insumos y producción de cocaína, mientras que los extranjeros se encargan de la distribución. Una posible causa de esta nueva dinámica es que en Colombia hay una atomización del poder de los capos que, cada vez más, funcionan como franquicias en algunas zonas, y deben buscar apoyo de otros actores ilegales.
En Cali, alias Pitt, enlace del Cartel de Sinaloa, se reunía en sectores exclusivos con personas para coordinar la adquisición y transporte de las drogas,
de acuerdo a las autoridades locales.
“En Colombia los ‘narcos’ siguen siendo poderosos, solo que son menos visibles y para lograr eso cada vez dependen más de las estructuras extranjeras para ampliar su red. Por ejemplo, tienen alianza en Brasil para garantizar distribución hacia África y Asia; además de Argentina, que sirve como conexión hacia Italia”, explicó.
Es ese énfasis en la producción y fabricación es lo que hace que la región Pacífico sea el lugar de aterrizaje de los mexicanos. En especial el corredor rural y fluvial entre Tumaco y Buenaventura, ya que por sus condiciones geográficas sigue siendo de difícil acceso y control por parte de las autoridades, lo que facilita que haya grandes extensiones de cultivos, así como zonas para el procesamiento de la pasta básica de coca y laboratorios para la extracción de cocaína.
“Las empresas criminales se comportan igual que las que están en la economía lícita y se rigen por la ley de oferta y demanda. En ese orden de ideas, Colombia es un sitio de buena calidad de producto, lo que hace que se pueda vender a buen precio en mercados externos. Además, el valor de la producción es relativamente bajo si se compara con la ganancia. Una hectárea sembrada con hoja de coca se puede cosechar a los ochos meses, pero con algunas técnicas puede ser productiva hasta durante dos años. Esa experiencia la tienen en Colombia, los carteles lo que hacen es buscar socios que representen beneficios”, explica Álvaro José Pretel, investigador de temas de violencia y conflicto.
El especialista añade que las organizaciones criminales son cada vez más estructuras transnacionales que usan los recursos obtenidos del narcotráfico para permear las distintas entidades e instituciones que hacen parte de la cadena. Eso significa que no solo están en el negocio del narcotráfico, tienen intereses en la explotación de metales y minerales preciosos, la extracción de madera, el tráfico de armas y de personas, así como el contrabando de bienes.
En 2019, el entonces defensor del pueblo Carlos Negret alertó sobre el aumento de la presencia de carteles mexicanos
en Jamundí, en donde hay una alta extensión de sembrados de coca.
La corrupción juega, entonces, un papel fundamental, ya que permite que se realicen estas acciones ilegales con una apariencia de legalidad.
Eso también explica que los narcotraficantes del norte se ubiquen en ciudades como Cali, como lo explica Juan Carlos Ruiz, investigador de temas de seguridad ciudadana. “Una parte fundamental de la estructura del narcotráfico es el lavado de dinero. Eso permite que resguarden sus ganancias. Estudios recientes muestran que cada vez más hay inversión de los capos en finca raíz y en negocios de bajo control tributario, como estudios webcam. Ese tipo de inversiones se hacen con más facilidad en centros urbanos como Cali, Palmira, Jamundí, que están cerca de las zonas en donde deben hacer negocios. Un edificio alto y nuevo en medio de Tumaco llama la atención, no tanto en una ciudad grande”, explica.
Sobre esto, Juan Pablo Aschner, decano de la Facultad de Creación de la Universidad del Rosario, dice que los narcotraficantes tienen una estructura económica muy táctica, ya que emplean sus bienes inmobiliarios de tal manera que les facilite la producción y distribución de diferentes sustancias ilícitas, tales como bodegas, barcos, túneles, helicópteros, entre otros.
“La economía de la droga es fuertemente ilegal y muy oscura, cuando salta a la vista lo hace a través de propiedades y territorios. Empezando por el momento de la producción, cuando la droga sale a la vista en los cultivos ilícitos. En Colombia los cultivos ilícitos se pueden ver, se pueden rastrear satelitalmente. Luego vienen todos los procesos de tráfico, en el que vemos que entran en juego todo tipo de infraestructuras para almacenar, distribuir y traficar. Ya estamos hablando de bodegas, pasando por vehículos, artefactos y proyectos de ingeniería. Me refiero a barcos, submarinos, helicópteros, incluso, túneles en la frontera entre México y Estados Unidos. Lo evidente es que estos procesos se cristalizan en el territorio de las arquitecturas”, concluye Aschner.
El panorama de los cultivos en Colombia
En 2021 la ONU identificó un fenómeno nuevo en el país: mientras se redujeron los cultivos de coca, la producción de cocaína aumentó.
De acuerdo con registros del Dane, la economía derivada de los cultivos ilícitos representa el 0.47 % del Producto Interno Bruto (PIB) del país.
Según el último informe del Sistema Integrado de Monitoreo de Cultivos Ilícitos (Simci) de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC) el área cultivada se redujo en un 7%, pasando de 154.000 hectáreas en 2019 a 143.000 en diciembre de 2020, pero en ese mismo periodo y por segunda vez consecutiva se produjeron 1228 toneladas de droga.