El campanazo del estrés, la alerta que jamás se debe descuidar, es la anticipación a nivel mental. O, como se dice de manera coloquial, “formarse películas” previas a un evento, suponer escenarios que no han ocurrido: “me van a echar del trabajo”; “la cirugía que me van a realizar va a salir mal”; “me voy a colgar en las cuotas del apartamento”. En la anticipación mental, las películas que nos formamos, se incuba el estrés y con él, las otras alertas.
Dormir poco; o dormir demasiado. Levantarse a la madrugada a pensar, rumiar, en lo que nos atormenta; o, pese a sentir el deseo de dormir, no lograr conciliar el sueño.
El estrés también aumenta el deseo de consumir dulce. El dulce funciona como un calmante, un bienestar temporal. O, por otra parte, el estrés aumenta la necesidad de consumir grasa. La grasa, explica el terapeuta y experto en neurociencias, Gustavo Andrés Bedoya Flórez, nos genera la sensación de estar protegidos.
Lea también: Cuando los niños abusan de los niños: alerta por nuevo fenómeno de la violencia sexual en el país
"La consulta por cuadros de estrés es muy frecuente, no para. El estrés tiene tres fases: el estrés inicial, el estrés somático y el psicosomático. El estrés somático es el nivel dos: cuando el paciente empieza a expresar físicamente los miedos que le genera el estrés. Básicamente el origen del estrés son los miedos mal gestionados, mal gerenciados: miedos financieros, laborales, emocionales, sociales. Y luego viene la tercera fase que es el estrés psicosomático donde ya surge la enfermedad, la depresión, la ansiedad, los cuadros esquizoides. De forma recurrente me consultan quienes están en busca de ayuda por tristeza, el ‘no me hallo’, porque el estrés crónico genera la sensación de no saber qué pasa", agrega Gustavo, quien se formó en la India y es consultor empresarial. Trabaja en las áreas de ARL y Recursos Humanos controlando el estrés de los empleados.
Una de las principales fuentes de estrés en el mundo proviene de una frustración con el trabajo: la mayoría de la población trabaja en lo que no ama. Aquello, en parte, desencadena en lo que se conoce como el ‘burnout laboral’, o ‘síndrome del trabajador quemado’. Aunque se descanse, se duerma, persiste un estado de agotamiento físico, emocional y mental, que conduce a la depresión, una de las enfermedades más comunes asociadas al estrés.
"Mi sugerencia para quien tenga esta frustración de trabajar en lo que no le gusta es darse la oportunidad de soñar con que en algún momento de su vida va a dedicarse a lo que le apetece. Entonces, si se tiene un par de días libres a la semana, es sano buscar la manera de dedicarse, en esos dos días, a lo que se ama. Pero es importante tener claro que la mayoría de las personas trabajan en lo que no desean y por eso las empresas deben invertir en salud laboral", comenta Gustavo.
El ‘síndrome del trabajador quemado’ también se presenta en ambientes laborales donde el empleado no tiene el control o la posibilidad de influir en las decisiones que afectan su trabajo como el horario, las tareas asignadas, las cargas de las mismas. O donde no se conocen las expectativas laborales, es decir, no se tiene claro lo que los superiores esperan del trabajador. El ‘burnout’ también ocurre cuando hay un desequilibrio entre el tiempo que se le dedica al trabajo y a la vida privada. No tener tiempo para la familia genera estrés.
El tráfico de las ciudades es parte del problema. Conducir en medio de un trancón aumenta los niveles de ansiedad e irritabilidad. Hacerlo todos los días puede generar un estrés crónico. ¿Por qué en la era del trabajo remoto tras la pandemia del covid las empresas insisten en que los empleados lleguen y salgan a la misma hora, formando enormes trancones e impidiéndoles dedicar ese tiempo dentro de un vehículo a su calidad de vida?
La palabra estrés, en su uso médico, proviene de la física (el estrés al que se someten ciertos materiales para quebrarse) explica el doctor Leonardo Palacios, profesor de neurología de la Universidad del Rosario. Es decir: el estrés crónico, prolongado, tarde o temprano nos rompe.
De todas las consultas que atiende como neurólogo clínico, calcula el doctor Leonardo, el 50% son casos asociados al dolor de cabeza causado por el estrés. El término más preciso es cefalea de tipo tensional: cuando los músculos, a causa de espasmos, se insertan sobre los huesos del cráneo, en la base, justo en lo que conocemos como la nuca.
Le puede interesar: ¿Sufre de 'intoxicación digital'? Conozca las señales de alerta para saber si su celular lo está enfermando
Al doctor Leonardo también lo consultan con frecuencia por el insomnio causado por el estrés. El insomnio es dormir pocas horas, o tener un sueño de mala calidad; aunque se duerma, no se descansa.
Hay de dos tipos. Uno es el insomnio de conciliación. Ocurre cuando la persona estresada por un embargo, por una separación, por una nota que necesita en la universidad, por un familiar en la UCI, da vueltas en la cama pensando sobre aquello que lo tiene mal y no puede dormir.
El otro tipo de insomnio es el de reconciliación: la persona duerme un par de horas y de repente se despierta a pensar en sus problemas. De no controlarse, es peligroso: el estrés crónico agrava o activa cualquier enfermedad que se padezca.
"No hay una sola enfermedad física que no pueda ser agravada por el estrés. El cáncer puede complicarse por el estrés, la hipertensión, la diabetes, la obesidad. Todas las enfermedades pueden agudizarse por el estrés porque el cuerpo está en función de una lucha permanente, en un estado de defensa que hace que el proceso de la enfermedad pueda ser reactivado o pueda desequilibrarse a pesar de que se sigan los tratamientos que han controlado la enfermedad", advierte la doctora Ana Milena Isaza, médica psiquiatra de la Universidad del Rosario.
Pero no todos los tipos de estrés son malos. El estrés, en su definición más sencilla, es una respuesta del cuerpo ante una situación adversa, amenazadora, que genera un cambio fisiológico: el aumento de la adrenalina y el cortisol. Es una sustancia que, explica la doctora Isaza, por un lado permite fijar la atención para solucionar problemas o pone al cuerpo en un estado de lucha o huida cuando, por ejemplo, nos encontramos con un perro rabioso en el parque o con un atracador en la calle. En ese caso los expertos lo llaman ‘estrés bueno’, o ‘eustrés’. La adrenalina nos empuja a actuar ante un peligro o a hacer las cosas bien en momentos definitivos, como hablar en público o escribir un buen reportaje. El exarquero de la Selección Colombia, René Higuita, lo definió así: “antes de un partido se siente un sustico bacano”.
El estrés provocado por el trabajo o el desgaste laboral le cuesta a la economía británica 35.000 millones de dólares anuales y causa 23,3 millones de días de baja por enfermedad, según estudio.
El estrés malo, o distrés, en cambio, es aquel que se prolonga en el tiempo, el crónico que, explica la doctora Carolina Ayola, psiquiatra de la Clínica Imbanaco, genera un estado inflamatorio y dañino para el cuerpo y para la mente. Afecta el metabolismo, por lo que aumenta el riesgo de sufrir de obesidad y a su vez diabetes. Además, acelera la frecuencia cardiaca y la presión arterial, por lo que también se pueden sufrir infartos, ansiedad, depresión, enfermedades autoinmunes como el lupus, o gripas, porque el estrés prolongado termina por afectar las defensas.
Entonces, coinciden los médicos, el estrés en sí no es una enfermedad; es una reacción del cuerpo ante una determinada situación, y esa reacción genera cambios fisiológicos que, si se prolongan, van a producir enfermedades, o agravar las que ya tengamos, o despertar las predisposiciones genéticas.
Lucía es una reportera que en realidad no se llama Lucía. Pidió que se reservara su identidad. Lo importante es que debe lidiar con el estrés a diario. Ella padece de dos enfermedades que se recrudecen cuando está angustiada: herpes zóster, un virus que afecta el sistema nervioso, y un problema renal causado por el aumento continuo de la adrenalina a causa de su estrés cotidiano durante años. Cuando Lucía se estresa, el herpes se manifiesta. Le aparecen ampollas en su brazo derecho, entre el codo y el hombro. Pueden durarle diez días y es molesto. Por eso ahora, en plena jubilación, trata en lo posible vivir sin líos para evitárselo.
"A mí me estresan mucho las deudas. Si debo algo, me tensiono. Por eso aprendí a no tener deudas para no sufrir de estrés. Si tengo plata compro lo que necesito y si no tengo, pues no lo compro. Así vivo más tranquila".
Las personas que trabajan en oficios que requieren prisa, como casi siempre ocurre con el periodismo, por lo regular padecen de estrés. También quienes trabajan bajo presión y por demasiadas horas, como los cirujanos, explica la psiquiatra Carolina Ayola, la Líder del Centro de Excelencia de Depresión Crónica de la Clínica Imbanaco.
Igualmente, quienes están en peligro constante, como los policías, los mineros, los soldados, los toreros, los boxeadores, sufren de estrés. Permanecer confinados en un espacio también es estresante, como sucede con los vigilantes de los edificios que no se pueden mover de su portería. Y quienes trabajan con el riesgo económico también permanecen expuestos a altas cargas de tensión: corredores de bolsa, gerentes de empresas, contadores, y, también, de alguna manera, los técnicos de fútbol. De sus resultados depende que la gente vaya o no al estadio, pague una boleta.
Aunque en ciudades como Cali todos estamos expuestos al estrés. La psiquiatra Ana Milena Isaza lo denomina ‘estrés psicológico’. Está relacionado con la violencia, la inseguridad. Cuando salimos a la calle, cuando esperamos en un semáforo, tenemos miedo de que nos roben. Permanecemos en un estado de hipervigilancia.
Colombia es el cuarto país con más personas que sufren estrés laboral a nivel global, según la encuesta Health On Demand de Mercer Marsh, realizada entre 14 mil empleados en 13 países.
El médico psiquiatra Carlos Alberto Miranda, jefe del departamento de psiquiatría de la Universidad del Valle, añade que en países como Colombia, donde ocurren tragedias con mucha frecuencia, es muy común encontrarse en la consulta con el síndrome de estrés postraumático, una enfermedad causada porque la persona estuvo expuesta a un evento catastrófico – como presenciar el asesinato de sus padres - un estrés agudo muy severo que no pudo superar y que con el tiempo genera ansiedad, depresión, pesadillas, sentirse sobresaltado, padecer de explosiones de ira, culpa, remordimiento.
Es lo que está ocurriendo en Turquía y Siria, donde las víctimas del terremoto evidencian este trastorno. O en Cali, tras la pandemia del covid y el paro nacional.
Igualmente estamos expuestos al ‘tecnoestrés’, o la falta de habilidades para utilizar de manera sana las nuevas tecnologías. Los ‘tecnoestresados’ son personas que sienten una necesidad imperiosa de comprar las últimas novedades, el más reciente celular, luego se endeudan; también se aíslan: prefieren estar frente a una pantalla que verse con los amigos o la familia; sienten la necesidad constante de revisar su celular y desarrollan problemas de concentración y memoria.
Los especialistas, entonces, coinciden: la gran pandemia de este siglo es el estrés. Son muy diversas y cotidianas las fuentes que lo generan. Por fortuna, es posible prevenirlo y tratarlo.
El terapeuta y experto en neurociencias, Gustavo Andrés Bedoya Flórez, explica que todo consiste en una palabra: autocuidado. Implica un proceso holístico, es decir cuidar la mente, el cuerpo y el espíritu.
Uno de los hábitos que se sugieren para cuidarse del estrés es darle a la mente un orden: saber qué se va a hacer en el día, llevar una agenda. El orden nos tranquiliza, genera la sensación de que tenemos el control.
También es importante cuidar el cuerpo con una dieta saludable, en horarios saludables. Si una persona come a las 10 de la noche agrava el estrés, explica el terapeuta Gustavo Andrés Bedoya. En cambio, si lo hace a las 6:30 de la tarde, lo alivia porque es muy probable que duerma mejor.
Hacer ejercicio, trotar, caminar al aire libre, también nos libera del estrés, tener una rutina, diaria, de actividad física. Y recrearse, generar una cultura de la lúdica, que nos permite hacer cortes, un paréntesis en el frenesí, para reírnos, jugar, disfrutar de otras pasiones. También se aconseja leer buenos libros, escuchar buena música, evitar noticias negativas, o personas quejumbrosas o estresadas que no desean sanarse.
Y, por último, hay que dedicarle tiempo al autocuidado espiritual, agrega el terapeuta Gustavo Andrés Bedoya. Más allá de la idea que se tenga de Dios, más allá de la fe, o la religión, tener claro que el propósito de la vida es ayudar, compartir.
Cualquier enfermedad se agrava con el estrés
El estrés, especialmente cuando una persona no sabe controlarlo, puede generar una gran cantidad de enfermedades tanto físicas como psicológicas.
Dentro de las enfermedades físicas que más se asocian al estrés se encuentran aquellas que son del endotelio o de los vasos sanguíneos que pueden ser ateroesclerosis, hipertensión arterial y todo lo que se deriva de ello como los infartos agudos del miocardio o accidentes cerebrovasculares. Asimismo, están las enfermedades metabólicas como la resistencia a la insulina, que es cuando el cuerpo no procesa bien el azúcar, la obesidad o diabetes que básicamente generan los riesgos de síndrome metabólico.
Por otro lado, están las enfermedades autoinmunes como el lupus y las gripas, que se desencadenan a causa de un estrés de corto tiempo como en una situación de despido de un empleo que puede enfrentar una persona. En ese caso, ante la angustia, a la persona, como consecuencia de la tensión, le puede dar un resfriado.
“Cuando se presenta una situación de estrés, nos sobrevienen unos cambios fisiológicos y psicológicos; la permanencia de esos cambios que tienen alteraciones al interior de nuestro organismo puede provocar que se agrave cualquier enfermedad, pero en términos orgánicos las enfermedades que más se ven comprometidas son las cardiovasculares o la obesidad. Del mismo modo, hay bastante evidencia de que las enfermedades infecciosas se agravan y en definitiva cualquier otra enfermedad orgánica”, sostiene el médico psiquiatra Carlos Alberto Miranda, jefe del departamento de psiquiatría de la Universidad del Valle.
Por lo general, todas las enfermedades físicas son agravadas por el estrés, ya que de acuerdo con la doctora Carolina Ayola, psiquiatra de la Clínica Imbanaco, bajo estos factores estresantes existe una descarga hormonal a través de la liberación de cortisol.
Esto impacta en toda la neurobiología y el balance fisiológico del organismo e implica cambios como aumento de la presión arterial y los latidos cardíacos, incremento de niveles de azúcar, incremento o disminución de apetito, disminución de las defensas en algunos pacientes, en especial adultos mayores y niños, lo que se traduce en riesgo de descompensación de patologías de base como la hipertensión arterial, la diabetes, enfermedades autoinmunes, mayor riesgo de infecciones o incluso de aparición de síntomas inespecíficos a nivel gastrointestinal o muscular (dolor).
Dicho de otra manera, enfermedades como el cáncer, hipertensión, obesidad o diabetes pueden ser agravadas por el estrés.
“En general, todas las enfermedades pueden ser agravadas por el estrés porque el cuerpo está en función de una lucha permanente, entonces está como en actitud de defensa y hace que el proceso de la enfermedad pueda ser reactivado o pueda desequilibrarse, a pesar de que uno tenga los tratamientos que han controlado la enfermedad”, agrega la doctora Ana Milena Isaza, médica psiquiatra de la Universidad del Rosario.
Además, la especialista resalta que, aunque hay algunas enfermedades que no están directamente asociadas con el estrés como las enfermedades huérfanas, las cuáles por lo general tienen un origen genético, sí existe la posibilidad de que una persona que padezca una enfermedad huérfana, si tiene estrés, puede tener algún pico de recaída o alguna situación en donde se aumente la sintomatología de su enfermedad.
Por el lado de las enfermedades psicológicas o mentales, el estrés igualmente participa en todas ellas e incluso se considera como el paso previo a la manifestación de una enfermedad mental.
Entre esas enfermedades están aquellas como la ansiedad, depresión, angustia, trastornos del sueño o síntomas de pánico.
Asimismo, hay una de más complejidad psicológica que se cataloga como el síndrome de estrés postraumático. (Ver artículo principal).
Hábitos saludables, la cura del estrés
Aunque vivir sin estrés es un proceso que debe realizar cada persona, con unos hábitos específicos e individuales, expertos como la médica psiquiatra Ana Milena Isaza, de la Universidad del Rosario, han determinado que ciertas actividades ayudan en este propósito.
- Hacer 30 minutos de ejercicio aeróbico durante el día.
- Dormirse y levantarse todos los días a la misma hora.
- No dormir con aparatos cerca, como el celular o las tabletas.
- Evitar que haya luz o sonidos al momento de dormir.
- Comer mínimo tres veces al día con las proporciones adecuadas.
- Cuando se esté en el transporte público o conduciendo en el trancón, escuchar música que motive.
- Caminar al aire libre.
- Tener contacto con mascotas o con personas que para uno son importantes genera tranquilidad.
- Escribir y agradecer son hábitos que generan bienestar y placer.
- Reconocer al final del día las cosas que fueron importantes y que se lograron hacer.
- Tener espacios específicos para el ocio.
- Hacer listas de chequeo de las cosas que hay que hacer para el otro día.
- El orden genera una sensación de tranquilidad.
A continuación vea una entrevista con el terapeuta Gustavo Andrés Bedoya Flórez sobre cómo librarse del estrés.